domingo, febrero 25, 2007

Con un canto en los dientes


Capello se sentó en el banquillo del Calderón, contra las primicias radiofónicas, pero el Madrid habría agradecido que se hubiera ausentado pues quizás el bochorno habría sido mucho menor. Bochorno. Esa es la herencia que deja el Madrid de Capello a su paso por la M-30 madrileña. Bochorno y una eficacia que deja estupefacto porque ha sacado petróleo de donde no lo había. Moribundo, noqueado, agotado física y psíquicamente, groggy hasta la agonía, habiendo abdicado de cualquier mínima propuesta de juego que no fuese el despeje enloquecido, el pelotazo al tun-tun, el equipo ha protagonizado su peor actuación colectiva de los últimos cuatro años. ¿Exagero? Creo que no. Creo que ha sido la peor actuación. No digo el peor resultado, por supuesto, pues el resultado ha sido una maravilla en comparación con lo que pudo ser. Pero sí digo que ha sido la peor actuación global como equipo y lo afirmo desde la garantía de haber presenciado todos los partidos del Madrid en estas cuatro temporadas, amistosos incluidos.

En otras ocasiones, el resultado ha sido demoledor (el 0-3 del Barça en el Bernabéu; el 3-0 y el 2-0 del Olympique en Lyon; el 6-1 del Zaragoza en Copa; el reciente 0-3 de Recre...) por su magnitud, por el rival o por las consecuencias competitivas. Anoche, desde la óptica competitiva el Madrid ganó un punto y se acerca a los líderes y, además, evita el ascenso de su rival ciudadano y lo hace sin delantero centro (por lesión de VNR y despido de Ronaldo) y lo consigue llegando apenas tres veces a puerta. De acuerdo en todo. Pero desde cualquier otra óptica que no sea estrictamente la del resultado, Capello le atizó fuerte ayer al Madrid, le dio en todo el cogote, alcanzó la cima de su ‘antifútbol’ y nos hizo aborrecer aún más su propuesta monotemática. Porque lo de Capello no es un simple autobús.

Es la renuncia absoluta a jugar al fútbol. Y eso roza el atentado contra las esencias del Madrid y las virtudes de sus jugadores, que las tienen en notable cantidad pese a las apariencias. Con el juego de Capello, el único futbolista que crece es Casillas, inmenso, felino, cada vez más exigido, desde cualquier ángulo, como si se tratara del guardameta de un equipo en zona de descenso. Casillas se agiganta a medida que transcurren las semanas, convirtiéndose en la referencia absoluta, única ya, también en lo anímico, de este equipo desmoronado (aunque Cassano se ha inventado una asistencia maravillosa e Higuaín un remate perfecto). Los restantes jugadores se hunden en el fango a cada paso. El mejor defensa central del Mundial, el mediocentro titular de Brasil, el centrocampista que arrasaba en el Olympique, la estrella de Boca, el efervescente zurdo que corría la banda del Arsenal... sombras, guiñoles de sí mismos. En su desenfrenado intento por conseguir que al Madrid no lo conozca ni la madre que lo parió debemos afirmar que Capello está triunfando. ¿Qué será lo próximo?

Riquelme y Palermazo


Lento y sin el intervencionismo constante que le recordamos en el Villarreal. Pero decisivo en sus asistencias. Así ha jugado Riquelme en su segunda aparición con Boca en el Clausura. Ha sido en Avellaneda, ante Independiente (1-3) y han bastado dos relámpagos luminosos suyos para que Cardozo primero y Palacio después remontaran la desventaja inicial. Fútbol mucho mas pausado que el español, pero más abierto también, lo que permite el lucimiento personal de este gran jugador. La puntilla ha sido, ya en el descuento, cuando Martín Palermo ha marcado en parábola celestial desde más allá del círculo central.

Fotos: EFE - AFP - Olé.com.