miércoles, febrero 14, 2007
¿Y esta gente qué quiere ser de mayor?
Dentro de unos años, mientras todos nosotros seguimos trabajando, pagando hipotecas y acumulando deudas, ellos habrán acumulado una fortuna. Algunos de ellos perciben 13,5 millones de euros brutos al año, sueldo de galáctico. Casualmente, la misma cantidad que recibirán este año todos los deportistas españoles que preparan los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. No sólo ellos: los 368 deportistas seleccionados (en 26 deportes) y sus 101 entrenadores se repartirán esta temporada 13,5 millones aportados por patrocinadores privados en el programa ADO. Curiosa casualidad: el sueldo del futbolista galáctico equivale a todo el apoyo financiero al equipo olímpico español (469 personas). La casualidad tiene una gran carga demagógica que reconozco de antemano y que no llevaré más allá de su simple mención.
Un futbolista de primer nivel mundial es mucho más que un deportista, pero también debe ser un deportista. Sin embargo, buena parte de ellos van dejando un reguero de actuaciones chocantes, contradictorias con el deporte: ausencias en entrenamientos, actuaciones a medio gas, escaqueo en determinados partidos, salidas nocturnas, escaso cuidado por la salud personal, declaraciones intempestivas contra entrenador, presidente o compañeros, pulsos intempestivos a toda una entidad... Comportamientos opuestos a los de un deportista, a lo que debe ser un deportista, cuya fuerza reside en los resultados y los triunfos, en la energía y el esfuerzo, pero también en el comportamiento ejemplar, en la actitud moral. Hay quien no cree en esa vertiente del deportista, pues considera que el fin de la victoria justifica los medios empleados, por deleznables que sean. Yo opino que no todo vale y que la vertiente humana de un deportista tiene casi tanto valor como su historial de éxitos.
Pero los millones acumulados, las portadas gloriosas, los elogios infinitos, la fama y la popularidad ciegan los ojos de bastantes futbolistas jóvenes, quizás de escasa formación, deslumbrados por el oro, acumuladores de incienso, incapaces de digerir tanto protagonismo. Robinho contra Capello, Edu contra la dieta de Quique (¡ adónde hemos llegado !), Eto’o contra todos. Estos tres sólo ayer mismo. Pero así cada día. Unos y otros y en todas partes. Reyes de la egolatría que juegan frívolamente con los sueños de millones de aficionados, con sus esperanzas y desvelos, con el prestigio de sus clubes. Como dijo aquél, el fútbol es demasiado importante para dejarlo en manos de los futbolistas... (aunque sí en sus pies).
Por fortuna, uno mira más en profundidad y ve muchos futbolistas serios, profesionales, ejemplares. Gente que hace su trabajo con rigor, aunque quizás tenga menos talento que algunas grandes estrellas. Gente que se viste por los pies y que puede mirarse al espejo sin avergonzarse por niñerías y chiquilladas. Gente adulta, en fin, que llega puntual al trabajo, no hace pedorretas al jefe ni al cliente y que sabe adónde va, que sabe lo que quiere ser de mayor. Porque esta es la verdadera cuestión: ¿qué quieren ser de mayores estos niñatos velozmente enriquecidos y engreídos?
Fotos: Marca - Getty.