martes, mayo 31, 2011

Días de Xavi y rosas

El arquitecto tomó escuadra y cartabón, empuñó el compás, diseñó triángulos diminutos, inclinó el terreno hacia la zona derecha, donde se asoció con el escultor de prodigios, pegaditos los dos, muy juntos, como llevando todo el peso de la historia entre ambos y cuando hubo conseguido ese desequilibrio profundo y el terreno empezó a inclinarse peligrosamente, como si lo hubieran elevado con una polea gigante, el arquitecto dibujó entonces una hipotenusa profunda hacia el lado opuesto, donde esperaba, paciente y pálido, el repartidor de caramelos. Esto es el fútbol del Barça: un arquitecto, un escultor y un repartidor de caramelos. Xavi, Messi e Iniesta, la Santísima Trinidad blaugrana.

El momento es tan dulce y glorioso que lo corriente sería dejarse mecer por esta ola de elogios inmensos y dormirse en el trono conquistado, ahora que la gloria ya ha sido conquistada. Días de Xavi y rosas. Pero en el triunfo se encuentra el germen de la derrota si no se previene. El éxito es el primer peldaño de la escalera hacia los infiernos, salvo que se actúe en consecuencia. Guardiola sabe de eso. Los cuatro capitanes, también. Ascendieron con Van Gaal, vivieron tiempos de zozobra, resucitaron con Rijkaard, con quienes alcanzaron sus primeras grandes hazañas, y sucumbieron al (D) ecosistema y su indolencia perezosa. Con Pep regresaron a la senda del esfuerzo pantagruélico y ya no han soltado las asas de los trofeos.

Y ahora ¿qué? Ahora toca renovarse. En el éxito, siempre renovarse. Quedarse en el mismo nivel es retroceder. No sólo por los rivales que puedan incrementar más o menos su potencial, sino por uno mismo. La competición tiene un alto componente técnico, táctico y físico, pero también emocional. En cuanto a percepciones individuales y de grupo. La gestión de esa dinámica emocional es trascendente: administrar la progresión de cada jugador, su estabilidad, la competitividad interna, su despegue hacia la excelencia. Quedarse es estancarse. Hace falta un paso adelante aunque te encuentres en la cima. Y ese paso es doloroso porque supone decir adiós a gente importante. En algunos casos por su simple presencia o por su aportación certera; en otros, porque su sabiduría ha ayudado al crecimiento y madurez de piezas esenciales; en algún otro porque fue una pieza de complemento que siempre ayudó, sin un mal gesto ni una mala mueca. Pero se hace imprescindible renovar sangre para que el corazón no reduzca sus latidos.

Que nadie se sienta único y seguro en sus certidumbres (salvo uno, claro está, a quien todos tenemos en mente). El grupo ha de percibir que la rueda vuelve a girar como si nada se hubiera logrado. Que todo está por hacer. Renovarse. Crecer de nuevo. Para que siga la leyenda.

domingo, mayo 29, 2011

Andrés Lionel Hernández, la Santísima Trinidad

Más que una victoria, ha sido una lección magistral. Pedagogía sobre tener un estilo y mantenerse fiel al mismo bajo cualquier circunstancia. Lección sobre la fuerza del colectivo por encima del ego individual. Homenaje al valor de amar el balón, organizarse a su alrededor, quererlo, mimarlo y hablar un mismo idioma: el Idioma Barça.

Durante un par de horas, la lección se ejecutó en un crescendo majestuoso y sinfónico. Conocimos el dolor del gran capitán por su inevitable ausencia; su sustitución por el hombre discreto que jamás levantó la voz ni pidió la vez; la alineación milagrosa del lateral que 72 días antes estaba tendido en el quirófano; el asentamiento del equipo tras el previsible apretón inicial de un rival formidable, confirmando aquella vieja idea de Charly Rexach según la cual las judías secas acabarán asentándose suavemente sobre el plato. Descubrimos de nuevo cómo el equipo se organiza a partir del balón y exclusivamente a través de él; resurgió la triangulación, en todo instante y lugar; resucitaron los tres goleadores, como si se hubieran reservado para la gran noche; dominaron el sentido del juego, crearon superioridades en todas las zonas, batieron todas las líneas y recitaron los versos más hermosos del idioma blaugrana. Explicaron por qué es necesaria la posesión, en qué consiste y para qué sirve: para adormecer al contrario, extenuarlo y quebrarlo, hacerle bailar una nana interminable, ahogarle en su propia agonía concéntrica, despedazarlo a pequeños mordiscos aparentemente insignificantes. Finalmente, para apuntillarle sin remisión cuando ya le flaquean todas las extremidades, víctima de una Santísima Trinidad llamada Andrés Lionel Hernández, funambulistas del mediocampo, violinistas en el tejado de Wembley, poetas con botas.

Pedagogía sobre el césped que responde todas las preguntas y cierra interrogantes. El ciclo continúa y Wembley solo será otro punto y seguido, una etapa intermedia más en el inagotable viaje a la Ítaca blaugrana. El estilo conquista la gloria y este equipo compuesto de gente solidaria, en la que el gran capitán cede los honores de recoger el trofeo al enfermo renacido, alcanza el trono de la leyenda eterna.

Wembley, donde todo vuelve a empezar

1.- Dice Xavi que el 1º precepto del Idioma Barça es que “aquí lo importante es no perder nunca el balón”. Es el principio básico y fundamental.

2.- El balón es el centro del planeta Barça. A su alrededor se organiza y estructura el juego de posición y todo adquiere su auténtico sentido.

3.- Por esta razón es fundamental la posesión del balón. Sin él, el Barça está desnudo. Con él, todo tiene sentido, norte y dirección.

4.- Diez minutos como en Roma: el Manchester se queda el balón y el Barça boquea, naufraga y se ahoga. Pero sobrevive. A partir de ahí, todo cambia.

5.- A los 10 minutos, la Santísima Trinidad conquista el cuero y ya sólo lo vuelve a perder esporádicamente. Las "judías secas" se aposentan.

6.- El dilema Ferguson era: a) Presionar arriba y desnudar su ½ campo; b) Reforzar su ½ campo y esperar atrás. Eligió la 1ª opción y perdió el balón. Nunca tuvo opciones de ganar la final.

7.- La 2ª opción, con Fletcher mordiendo sobre Messi, era más defensiva pero, quizás, habría complicado las cosas al Barça. Sir Alex no quiso hacerlo (o no pudo por el estado de Fletcher).

8.- Cerrar los pasillos de la Santísima Trinidad: esa era la clave para MU. No lo consiguió nunca. Dejó las puertas abiertas y Xavi, Iniesta y Messi se pasearon.

9.- Piqué era el Kaiser que tiraba la línea (¡cuánto le han enseñado Márquez, Puyol y Milito!). Mascherano y Abidal, los correctores. Una defensa inédita en toda la temporada.

10.- Rooney secó a Busquets hasta que se hartó. A partir de ahí, Busi dividió líneas y fue el poste referencial.

11.- Villa y Pedro, los primeros defensas, dieron un recital de movimientos sin balón. Fijaron a la defensa 'red' y vaciaron los pasillos para la Santísima Trinidad.

12.- Xavi, Iniesta y Messi tocan y tocan para desordenar al rival y ganar superioridades. Cuando lo ven maduro y paralizado, dan el zarpazo.

13.- La exhibición del Barça tiene dos causas: a) El MU quiso jugar de tu a tu; b) El Barça fue más fiel que nunca a su estilo de juego. Combinadas son letales.

14.- El Barça de Wembley fue el Barça de noviembre: salida rotunda de balón desde atrás, vaivén horizontal en centro del campo, puñales verticales arriba.

15.- Simbología aparte, Wembley no cierra ningún círculo, sino que es punto y seguido en el viaje.

16.- Pep y Xavi son los guardianes del idioma futbolístico. Messi e Iniesta, la poción mágica. Puyol, el capitán de los valores. Los pilares de la tierra.

17.- Ferguson y el Manchester han sido un ejemplo fantástico: antes del partido, durante y después del mismo. Deportivos, honestos, competitivos. Chapeau.

18.- Minuto 89: ocho canteranos sobre el césped, tres más en banquillo, otros tres en grada. La Masia, más que una cantera.

19.- El futuro tiene interrogantes, por supuesto. Pep es uno. El hambre de Messi, otro. Guardiola lanzó, por duplicado, un mensaje al club:

y 20.- Que no traigan a nadie que perturbe a Messi. Y que traigan a quien apoye, rodee y ayude a Messi a seguir creciendo. Mensajes orientados.

sábado, mayo 28, 2011

El monarca del tiempo

Corría el mes de octubre y Guardiola reunió a sus jugadores para pedirles que se olvidaran de polémicas y discusiones sobre qué equipo era mejor. Que dejaran el tema a tertulianos y periodistas y se abstrajeran de batallas superfluas para centrarse solo en la dimensión histórica del empeño. Mirad, les dijo, no es cuestión de discutir si somos mejores que tal o cual equipo. Unos tendrán una opinión y nosotros, otra. La verdadera jerarquía solo la conoceremos como con las buenas películas, que con el paso de los años las vuelves a ver y hablas de ellas, se convierten en clásicos y son historia viva. Ahora no lo podemos comprender del todo, les dijo, pero dentro de quince años se hablará de vosotros. Seguro. Se hablará de vosotros y, entonces, en ese momento, el mundo entero reconocerá que habremos sido un gran equipo. No sé si se hablará de otros equipos, pero de vosotros seguro que sí.

Los jugadores comprendieron el mensaje y están en Wembley, movidos por la ambición, el orgullo y el deseo de ser monarcas del tiempo futbolístico. “Estamos haciendo historia y podemos hacer más”, decía ayer Xavi en 'El Periódico de Catalunya'. “Nadie podrá discutir que hemos marcado una época”, le respondía Iniesta. Los motores de la historia son el orgullo, el deseo y la ambición. Y el tiempo. Deberán transcurrir veinte años para poder comprender la auténtica dimensión de este equipo. Para distanciarnos de las emociones y percibir la magnitud real de este conjunto legendario, enfrentado hoy a otro gigante fantástico, azuzado por la venganza, otro motor formidable.

Decía sir Alex Ferguson a media tarde de ayer que no percibía aromas de venganza en el vestuario del Manchester y puedo creerle, pero también me parece escuchar las palabras del Shylock shakespeariano declamando su famoso “Si nos pincháis, ¿acaso no sangramos?... y si nos hacéis mal, ¿no nos vengaremos?”. Escucho la admonición del asesinado rey a su hijo Hamlet entre la niebla danesa: “Luego que me oigas, prometerás venganza”. Y no puedo evitar pensar en Roma y en esa derrota implacable y en la inevitable ansia colérica que debe recorrer la sangre de los jugadores de Ferguson. Venganza, parecen pedir esos hombres de rojo también acostumbrados a pisar las finales de Champions.

Ser lo que somos, pedía anoche Guardiola. Ser más Barça que nunca. Fidelidad al estilo para acceder al penúltimo compartimiento de la gloria, para volver a hacer historia. Para ser historia, aposentarse en ella y ser recordados por siempre. Por sus triunfos y por su forma de jugar. Que todos hablen de vosotros cuando hayamos muerto, les dijo Pep en octubre. Ha llegado el día. La ambición, el orgullo y el deseo enfrentado a la venganza. Un pulso por ser el monarca del tiempo.

El mar frente al volcán

Miraba Plinio el volcán, absorto y boquiabierto ante semejante espectáculo. El Vesubio en erupción, maravilla natural, rojo incandescente sobre azul celestial. Caius Plinius Caecilius estaba ahí: quieto, pasmado, deslumbrado. Tiempo después narraría, en carta dirigida a Tácito, cómo vio caer una nube de cenizas que sepultó eternamente a miles de pompeyanos, convertidos en estatuas de polvo y azufre, víctimas de la furia volcánica.

Las cenizas son, desde entonces, símbolo de ahogo y muerte. De penitencia, pero también de esperanza. Penitencia en la liturgia cristiana, pespunteada de aquellos Miércoles de Ceniza prescritos para recordar la fragilidad de la vida y la inevitable caducidad de los ciclos. Esperanza para el hinduismo, que arrojando las cenizas de los seres queridos al Ganges cree interrumpir el ciclo de las reencarnaciones y, así, alcanzar el nirvana. Penitencia o esperanza. Cenizas de pasión. Cenizas que despiertan viejos demonios en la tribu blaugrana. Volcanes islandeses con sabor a empanada milanesa. ¡Otra vez!, pensó amargamente el barcelonismo, recordando la agotadora excursión en autocar del año pasado, la sensación de pesadez del equipo en San Siro, aquella derrota sangrante, regusto de ceniza en la boca. Contra los fantasmas del pasado reciente, viaje fulgurante cuando los cielos aún no habían cerrado sus compuertas. Rapidez como exorcismo.

Olas contra cenizas

Pero el volcán está ahí y lleva dos años rumiando su venganza de fuego y piedras. Porque el volcán es el Manchester. Dos años haciendo hervir las brasas de la revancha a la espera del día de la gran erupción. En el imaginario mancuniano, nada puede ser mejor que esta final de Wembley, adornada por el adiós de Van der Sar, el resurgir de Giggs, la pujanza de Rooney y el vigor de Chicharito. A los mandos de la fragua, sir Alex quema sus últimas provisiones en busca del fuego purificador que cierre una carrera inigualable. Bulle el volcán por los cuatro costados, dispuesto a lanzar su magma infernal por las laderas de Wembley.

Frente al volcán está Pep y su mar. El Barça es el oleaje. Este hombre solo y solitario medita cómo ahogar con la fuerza de las olas toda la ira del volcán. Pep siempre otea el horizonte por si, más allá del afán diario, advierte señales de una erupción abrupta. Guardián del tesoro, sabe que nada está a salvo de las cenizas, ni siquiera el equipo más brillante de los tiempos, al que mima y estimula a partes iguales para que combata sin temor la furia desatada del volcán. Con indiferencia hacia el peligro, llega el Barça de nuevo a Wembley para hacer lo que sabe: desembarcar su equipaje de olas infinitas. Equipo de una sola dirección, su fuerza reside en su persistencia: siempre adelante, con el empuje de las aguas centenarias.

Wembley, donde el volcán encontrará el mar, posee la textura de los viejos recuerdos para el barcelonismo, que ha experimentado una evolución inaudita: si hace 20 años era presa de las urgencias históricas que diagnosticó Menotti, hoy solo busca subir un peldaño más en el lugar que la historia del fútbol ya le ha reservado a este equipo de leyenda. La historia quizás sea un motor menos poderoso que la revancha, de ahí que Guardiola reclame a sus jugadores un último esfuerzo en esta temporada escalofriante. Que las olas golpeen con intensidad redoblada, único modo de aplacar la ira roja de la lava y el fuego. Oleaje imparable y continuado, persistente y certero, remedio seguro para engullir la desbordante nube de cenizas.

Agua contra fuego; mar frente a volcán; olas peleando con cenizas. Guardiola, marino intrépido, Ulises del barcelonismo, afrontando el gran reto de enmudecer a Ferguson, el dios Hefesto de fraguas y truenos, Vulcano en chándal. Llega el gran duelo del mar y el volcán. La gran fiesta del fútbol. Y, como en todas las fiestas, nadie sabe a quién le tocará recoger las cenizas.

martes, mayo 24, 2011

Tres contra tres

Por más kilómetros que recorras nunca podrás escapar de ti mismo. Así que da igual que sea Wembley, Saint Denis o el Olímpico de Roma ni que revoloteen las cenizas del volcán o las brasas de batallas ya pasadas. La final del sábado no admite escondites: el Barça se ha citado con el balón y el Manchester ha pedido hora para arrebatárselo. Cualquier variación a este guión tendría poco sentido, con lo que los papeles están repartidos y sólo queda interpretarlos con acierto. Salvo que Sir Alex decida esta mañana lanzar venablos por la boca, lo que no resulta previsible pero tampoco descartable, esta nueva final llegará entre aires balsámicos a Wembley y nadie deberá vestirse con ropas inusuales: el Barça podrá pelear por la posesión y el toque y deberá evitar las pérdidas en zona de riesgo; el Manchester podrá ejercer de pescador de caña y tejer una tela de araña en el centro del campo para intentar capturar al trío Xavi-Iniesta-Messi. Armas opuestas en cada bando, acordes a las características de las plantillas y al estilo de juego que priorizan ambos técnicos.

Es ocioso hacer pronósticos en una competición tan igualada que no ha permitido a ningún campeón revalidar su título y que sólo ha vivido una revancha en el pulso Liverpool-Milan de hace pocos años, con triunfo inglés en 2005 e italiano en 2007. Las leyes estadísticas nos dirían que en esta segunda final Barça-Manchester, lo lógico sería un triunfo inglés que compensara la victoria catalana de 2009, pero también sabemos que frente a antecedentes tan escasos de una final repetida no hay base para establecer tendencias. Los pronósticos, por tanto, los centraremos en el estilo de juego que imaginamos. El del Barça lo intuimos más centrado que nunca en sus fortalezas: conquista del balón para moverlo rápido en la alfombra de Londres y generar superioridad en los huecos que genere el desequilibrio. Tener el cuero para bambolear al rival al cadencioso ritmo del vals que marca Xavi antes de que Messi saque su daga voladora y sentencie en vertical. En el Manchester se vislumbra al gatopardo Ferguson tejiendo y tejiendo una armadura de pana y fieltro en la que envolver a los jilgueros blaugrana para retorcerles el pescuezo con el galope de Rooney y sus colegas de la caballería ligera.

Ya ha dicho Sir Alex que algo hará para detener la sinfonía de los violines de Guardiola y lo más probable es que su fórmula sea atacar a la Santísima Trinidad blaugrana con un trivote: Fletcher, Park y Carrick (más Giggs, claro está) para cortocircuitar a los tres magos del balón. Asunto peliagudo, pero no imposible. Se percibió a ratos en Roma y lo aplicó el Madrid a hierro candente. Tres contra tres: quien gane ese pulso tendrá mucho a su favor.

sábado, mayo 21, 2011

¿Quién quiere cuatro años más de Pep?

Llámenme iluso. Pienso que la decisión más importante que podría tomar ahora mismo el presidente Sandro Rosell sería la de sentarse con Pep Guardiola y ofrecerle su renovación, y la de todo su equipo técnico, para otros cuatro años. Ahora. Justamente antes de Wembley. No digo que cerrasen el acuerdo y sus flecos y lograran escenificar la firma antes de la final. Pero sí podrían mostrar su mutua voluntad de alcanzar ese acuerdo: Guardiola y todo su equipo por cuatro años más. La mejor respuesta que podría dar el presidente del club a cuanto ha ocurrido en las últimas semanas: asegurar el futuro inmediato. No a un año vista. Sino para un ciclo largo.

No estoy diciendo que deba extenderse un cheque en blanco para que Guardiola lo use como quiera. De hecho, poco importaría, pues si tuviera ese cheque entre las manos, él no lo usaría. Tampoco imagino la posibilidad de que sea el Ferguson del Barça: no parece viable un período de veinte años, ni siquiera necesario. Pienso, simplemente, en cerrar el ciclo de este equipo, pero sacándole el máximo rendimiento posible. Y ese máximo aún está lejos, muy lejos. Un equipo que crece y mejora cada temporada es un equipo que sigue estando lejos de su final. Como ha dicho Cruyff, Wembley no cierra nada: si acaso, esta final abre nuevas posibilidades de victoria y nuevos retos. No es la cima, sino el campo base. No es el final de un ciclo, sino posiblemente su punto intermedio. Me ha alegrado mucho haber coincidido con Cruyff en este criterio. A base de escuchar a los maestros, uno va aprendiendo poco a poco, pese a los errores que seguimos cometiendo.

Hay un hecho indiscutible: Guardiola es el rival a batir por el Real Madrid. Si consiguen que se vaya, el Pep Team dejará de existir. Llegará otro entrenador, quizás muy talentoso, pero sin las prodigiosas capacidades que tiene Pep para comprender, administrar y liderar al Barça. No es solo el equipo, sino la cantera, el entorno, la genética... Muchos factores que dificultarán la adaptación del más preparado. Sandro Rosell tiene en sus manos la posibilidad de tomar una decisión que prolongue este ciclo. No debe ser fácil tomarla, pero es trascendental elegir: con Pep hasta el fin del mundo (hasta el fin del ciclo, más bien) o con mil interrogantes dentro de unos meses. 

El presidente y sus más cercanos colaboradores podrían manejar dos imágenes para despejar la ecuación. La primera es recordar a los jugadores haciendo el pasillo, en la celebración del título de Liga, y ovacionando a Pep y sus ayudantes. La segunda, simplemente imaginar a Florentino Pérez y José Mourinho (y a la afición madridista) frotándose las manos por el adiós de Guardiola. Estas dos imágenes deberían bastar para llamar ya a Pep.

- Publicado en Sport (21-V-2011)

martes, mayo 17, 2011

El relato blaugrana

En esta sociedad hipercomunicada no hay nada peor que la ausencia de relato. Aunque es muy importante la calidad del relato, aún lo es más su propia existencia. Sin relato no hay supervivencia. Esto lo han comprendido las grandes corporaciones financieras, las estrellas mediáticas, los políticos corruptos (también los honestos) y, desde hace un tiempo, también empiezan a entenderlo los clubes de fútbol. El Barça, por ejemplo, acaba de completar su relato.

Es un relato intenso, buenista y un punto edulcorado. Agrupa conceptos relevantes como la solidaridad con los desfavorecidos (Unicef), la austeridad económica en la gestión y algunos valores esenciales: humildad, esfuerzo, compromiso, sacrificio a favor del colectivo. A esos conceptos y valores suma la elegancia del estilo de juego, de una plasticidad indiscutible, lo que ayuda al relato, del mismo modo que lo hace la continuidad de los triunfos. Y completa el relato con la apuesta decidida por el mestizaje entre la gente de casa (La Masia) y la de fuera (los fichajes), una mezcla de sangres tan aplaudida en el fútbol como vilipendiada en algunos ámbitos políticos y sociales. El Barça actual ha sabido recrear este relato con un acierto fuera de lo común. Se advierte en ello la mano de Guardiola, un hombre leído y culto, que a lo largo de estas tres temporadas ha ido dictando en voz alta las claves del discurso. A su vera, Rosell ha tomado notas con la pasión del becario y ha sabido pasar a limpio esas notas hasta construir ese relato potente y preciso.

El relato tiene incoherencias, por supuesto, y contradicciones. Tiene lagunas y puntos oscuros y no lo explica todo. Los relatos siempre son así. Breves o largos, de ficción o realistas, escritos por un náufrago o por un marinero en tierra, todo relato es una explicación particular de la realidad. Pero una vez lanzado ya no hay marcha atrás: ahí queda, con toda su fuerza. Un relato es un 'frame', una imagen, una suma de conceptos que se agarran a nuestro cerebro para quedarse a vivir en él. El Barça ha ganado la batalla de su relato. Club empeñado en jugar bien al fútbol mediante una idea estética que le ha llevado a los mayores triunfos, alcanzados mediante futbolistas educados en La Masia, acompañados por fantásticos inmigrantes del balón, fieles apóstoles, todos ellos, de la cultura del esfuerzo, el sacrificio colectivo y los valores, equipo alejado de los egos, club austero y solidario, amigo de los niños del mundo entero.

El relato blaugrana, sin duda alguna, añade cierto maquillaje a la realidad, pero es tan poderoso en esta sociedad necesitada de ellos que ha generado un problema grave en otros competidores, necesitados con urgencia de un discurso creíble que enarbolar.

- Publicado en Sport (17-V-2011)

lunes, mayo 16, 2011

El pebrots de La Masia

Hi ha dues imatges que resumeixen el títol de Lliga. L’una és la foto que ha publicat Gerard Piqué al Twitter: és una foto en què 15 jugadors del Barça envolten el trofeu de la Lliga. Els 15 són fets a La Masia. Hi ha veterans com Puyol i Xavi; estrelles com Messi o Iniesta; promeses com en Thiago; i nanos que encara són al filial, com Bartra i Romeu. Són 15 jugadors fets a casa i que han contribuït tant per guanyar la tercera lliga consecutiva.

La segona imatge és la d’aquests mateixos jugadors, i els seus companys fets a fora, llençant pebrots al públic del Camp Nou, com recordant que a més de l’estil de joc i d’una innegociable manera de moure la pilota, aquest equip té una altra virtut més amagada, però fonamental: té caràcter. És un equip que ha rebut patacades per tot arreu, però que no ha abaixat mai els braços, per més forts que hagin estat els atacs o les dificultats.

Estil i caràcter. Gent de casa i pebrots. Això és el Pep Team: els pebrots de la Masia.


Dos imágenes resumen el título de Liga. La primera es una foto que ha publicado Gerard Piqué en Twitter: en esa foto, quince jugadores del Barça rodean el trofeo de la Liga. Los 15 son hijos de La Masia. Hay veteranos como Puyol y Xavi; estrellas como Messi o Iniesta; promesas como Thiago; y chavales que todavía están en el filial, como Bartra y Romeu. Son 15 jugadores hechos en casa y que han contribuido como nadie para ganar la tercera liga consecutiva.

La segunda imagen es la de estos mismos jugadores, y la de sus compañeros llegados de fuera, lanzando pimientos (los simbólicos "pebrots") al público del Camp Nou, como simbolizando que, además del estilo de juego y de una forma innegociable de manejar el balón, este equipo posee otra virtud muy escondida, pero fundamental: tiene carácter. Es un equipo que ha recibido golpes desde todas partes, pero que no ha bajado nunca los brazos ni se ha rendido, por fuertes que hayan sido los ataques o las dificultades.

Estilo y carácter. Gente de casa y "pebrots". Esto es el Pep Team: los "pebrots" de La Masia.

Guardiola empieza a afinar los violines para Wembley

Mientras el primer equipo empezaba el 'Plan Wembley', Pep Guardiola convocó al desplegable. Es decir, a medio filial, con lo que el filial se llenó de juveniles y los juveniles, que por la mañana empezaron su pelea por la Copa del Rey, tuvieron que llamar a los cadetes. Golearon los juveniles apoyados por cadetes, perdieron los del B rellenos de juveniles y empató un primer equipo que, aunque pueda parecer un trabalenguas, en realidad era un filial.

El 'Plan Wembley' exigía este gigantesco desplazamiento de piezas, un éxodo en cadena donde algo permaneció inmutable: el estilo de juego. Ofensivo, abierto, valiente, asociativo y al toque. Permutaron los dorsales, pero se mantuvo el juego de posición sin importar la edad de los protagonistas. Así recogió el Barça el trofeo de Liga, con dorsales a la espalda que superaban la treintena y rostros en el campo que no alcanzaban la veintena. Se hace difícil imaginar un final más dulce y simbólico de campeonato, para el aficionado culé, tras nueve meses tan estresantes y agotadores.

En septiembre, recién derrotado el Barça por aquel Hércules que prometía grandes tardes y acabó despeñado en la incompetencia, pocos de esos aficionados culés habrían soñado este final tan cómodo. La temporada se iniciaba bajo los peores augurios y el equipo parecía sometido a tantos factores externos de carácter negativo que sólo podía imaginarse un curso lleno de altibajos y derrotas. No ha sido así. El vestuario ha recibido todo tipo de ataques e improperios, ha cometido errores propios, ha pagado por algunos ajenos, vivido experiencias dramáticas o, simplemente, duras, pero de todo ello ha salido más fortalecido y respondón que nunca. En lugar de arrugarse frente al huracán que soplaba en contra, los de Pep decidieron poner buena cara al mal tiempo, encomendarse a su líder carismático y agarrarse al estilo de juego como brújula en las noches oscuras. Cuanto más redoblaron los tambores de guerra y más endemoniadas parecían las flechas ajenas, más sólido y cuajado se mostró este equipo, impertérrito ante la granizada o los aullidos. En los tres años de Guardiola, probablemente nunca jugó mejor el Barça que en el curso presente, donde ha encadenado maravillas con prodigios y sublimado sus esencias.

Después de tanto empacho de triunfos y celebraciones, y también de exhibición del catálogo de valores y del lote de "pebrots", Guardiola ha dado el pistoletazo de salida a lo que ya son palabras mayores: Wembley, el otro gran símbolo. Tras París y Roma, llega Londres y el entrenador ha decretado dos semanas de preparación fina y precisa. Se inició el sábado con un entrenamiento duro, prosiguió anoche con los titulares en la grada, continuará ahora con un par de días de descanso y olvido y se cerrará con cinco sesiones de carga fuerte para recuperar el tono perdido en este mes y medio de batallas terribles. Después, ya en la semana final hacia Londres, tocará afinar los violines. Volvemos a terreno conocido: el de los violines contra los tambores.

sábado, mayo 14, 2011

Abidal se prepara para su gran final

"¡Estoy muerto!”. La frase de Eric Abidal sorprendió al cuerpo técnico. En mitad del festejo y el jolgorio que se vivía en el vestuario del Ciutat de València como celebración de la tercera Liga consecutiva, las dos palabras del lateral francés sonaron como un latigazo. Hasta que vieron la sonrisa que iluminaba su rostro y todos comprendieron que Abidal solo hablaba de fatiga y cansancio. La fiesta, entonces, prosiguió por todo lo alto. Pero no fue una frase vana: nunca antes había dicho nada parecido, ni siquiera cuando tuvo que jugar tres partidos consecutivos en apenas seis días. Porque Abidal es un portento físico, el 'atleta' del vestuario, un hércules de ébano. Así que su breve declaración de agotamiento resultó novedosa.

Si nada se tuerce, Abidal llegará a Wembley para ser titular en su primera final de Champions. Todavía no era del Barça en París (2006) y no pudo estar en Roma (2009) por una expulsión chocante sufrida en Stamford Bridge. El pasado 15 de marzo, cuando se conoció que sufría un tumor en el hígado, nadie hubiese tenido la más leve esperanza de que el jugador podría estar en la final del 28 de mayo. Imposible. Física, mental y médicamente. Sin embargo, diecisiete días más tarde, el doctor Fuster Obregón anunció al equipo médico y técnico del club que Abidal era, a todos los efectos, un sujeto normal por lo que podía entrenarse con el equipo, como si no hubiera ocurrido nada.

El Barça acogió la noticia con entusiasmo, pero también con inmensa prudencia. Con tanta prudencia que su primera aparición en los entrenamientos, el 4 de abril, se saldó apenas con una ligera caminata. La prudencia no ha desaparecido ni un instante y, en las seis semanas transcurridas desde entonces, técnicos y médicos se han esmerado en cuidar de forma exhaustiva los pasos dados por el futbolista, conscientes que el entrenamiento de un sujeto normal no es comparable al habitual entrenamiento de Eric Abidal.

Trabajo de fuerza y resistencia

¿Por qué? Porque Abidal es un portento físico que en la presente temporada ha superado viejas dificultades. Por ejemplo, una fragilidad importante en pubis e isquiotibiales, que sufrían constantes sobrecargas. Llegó a pensarse que poseía una musculatura de cristal. Aunque en su primer curso con el Barça (2007-08) apenas sufrió dos contusiones, en la siguiente empezaron sus problemas: un quiste meniscal le apartó cinco semanas y una rotura del abductor medio le dejó fuera del equipo durante mes y medio, justo para regresar y ser expulsado en Stamford Bridge y perderse la final de Roma. En la siguiente temporada (2009-10) sufrió tres episodios: una lesión en la aponeurosis del recto anterior, con sólo quince días de baja; y una grave desinserción en el abductor izquierdo, sufrida durante un entrenamiento en Reus, lesión de la que recayó sólo tres días después de recibir el alta, hasta completar dos meses y medio de baja.

Consciente de estas dificultades, el equipo técnico y médico del Barça revisó sus protocolos y consiguió subsanar las deficiencias musculares. Esta temporada, Abidal era otro: ni una sola molestia le apartó del equipo, con el que alcanzó un estado de forma sublime, actuando de lateral o sustituyendo a Puyol como central, hasta que el tumor en el hígado le mandó al quirófano. Cuando regresó de su viaje milagroso, nadie quiso arriesgarse más allá de lo sensato. Las cargas de entrenamiento, siempre en niveles muy suaves, se iniciaron con trabajos de fuerza, las más sencillas de asimilar por el cuerpo. Dos semanas más tarde se incorporaron cargas de fuerza-resistencia, con las que el jugador empezó a sentirse de nuevo como un deportista completo. Y solo en estas dos últimas semanas se han introducido trabajos de Fuerza Explosiva con los que ha empezado a recuperar su estado de forma, aunque todavía lejos del que era a principios del mes de marzo.

Un plan progresivo

La progresión física experimentada llevó a Guardiola y sus ayudantes a pensar en un posible retorno del jugador, que se consumó ante el Real Madrid, con los simbólicos minutos de que dispuso en las semifinales de Champions. A partir de ahí se estableció un plan progresivo: 20 minutos frente al Espanyol, 60 minutos contra el Levante y 90 minutos ante Depor y Málaga. Si superaba estas pruebas de esfuerzo, Abidal sería titular en Wembley. Médicos y entrenadores evalúan de forma permanente el parámetro más importante: la recuperación metabólica del jugador. Todos sus indicadores señalan una recuperación total y perfecta, lo que permite albergar esperanzas de que dispute, al fin, la final de Champions para ayudar a frenar las balas del Manchester.

Que Abidal pueda alinearse en Wembley añadiría un estímulo emocional a un vestuario acostumbrado al sufrimiento. Roma 2009 ya fue un ejemplo duro, con Iniesta y Henry llegando medio rotos a la final, Touré debiendo alinearse de central y Sylvinho sustituyendo a Abidal en la banda izquierda. Esta temporada tampoco han faltado problemas graves: la tendinitis aguda de Xavi, resuelta con dolorosas infiltraciones de factores de crecimiento en el tendón de Aquiles; la tendinopatía de rodilla de Puyol, que ha convertido estos meses en un calvario para el capitán; las numerosas lesiones en hombres que parecían despegar (Adriano, Bojan, Maxwell, Pedro...) junto a las recaídas permanentes de Milito, siempre en la enfermería; la hernia discal del propio Pep Guardiola, vivida por la afición como en carne propia; y, finalmente, el tumor en el hígado de Abidal, un golpe terrible en la moral colectiva.

Sobreponerse a tantas desgracias forma parte del mérito del Pep Team. Recuperados prácticamente todos los jugadores (Adriano hoy, Milito en breve), sólo resta confirmar el retorno cierto de Abidal. Su único interrogante reside en la auténtica recuperación metabólica tras los esfuerzos repetidos que vivirá estas semanas. De un lado, los esfuerzos propios del entrenamiento y, de otro, y especialmente, los de los dos encuentros ligueros en que está previsto que participe. El hecho de que concluyera agotado el partido contra el Levante sólo indica que el Abidal de mayo aún no es el Abidal de marzo. Pero quienes le vieron sonreír tras pronunciar esa frase (“¡Estoy muerto!”) en el vestuario valenciano, intuyen que el regreso del héroe es imparable.

- Publicado en Sport (14-V-2011)
- El Barça empieza un stage de 14 días

El Barça empieza un stage de 14 días

El Barça empieza este sábado a preparar Wembley. Lo hará como acostumbra: con un microciclo estructurado de 14 días de duración, un auténtico lujo a estas alturas de competición. Una semana de carga elevada de trabajo, seguida de otra de carga mínima y reducida, con todos los jugadores de la plantilla a disposición del entrenador, una vez Adriano reciba el alta médica hoy mismo y Milito la próxima semana. Reacondicionamiento físico después de las grandes batallas y tras un mes y medio agónico en el que el equipo solo ha hecho mantenimiento de la condición, dado el estrés competitivo sufrido: 13 partidos en 44 días. Trece partidos de máxima intensidad (cuartos y semis de Champions; cuatro veces contra Real Madrid, incluyendo la sentencia de la Liga), disputados con tres días de separación cada uno de ellos y unido a ausencias importantes por lesión (Puyol, Pedro, Adriano, Bojan, Maxwell) y a la baja de Abidal por enfermedad, lo que ha obligado a parchear el equipo y exigir esfuerzos descomunales a hombres fundamentales como Xavi, Busquets, Piqué, Messi o Iniesta.


¿Cómo está el equipo?
El equipo está agotado, pero no es fatiga física (que también) sino mental, a lo que ha contribuido poderosamente los agresivos enfrentamientos con el Madrid. Desde el punto de vista estrictamente físico no hay problemas: el Barça se preparó como acostumbra, con una carga potente en enero y febrero, lo que le ha permitido afrontar estos decisivos 44 días sin dificultad física, al margen de que las numerosas bajas hayan multiplicado la exigencia del equipo titular. Pero los parámetros esenciales se mantienen a nivel alto. Las mayores dificultades residen en dos aspectos: la recuperación mental de jugadores que han sufrido mucho (varios están bastante afectados por lo ocurrido con el Madrid) y la recuperación del nivel de forma de los que estuvieron lesionados.


¿Qué trabajo se realizará?
Desde este sábado y hasta el viernes 20, los planes son entrenar al grueso del equipo con alto volumen de carga. Seis entrenamientos elevados y muy específicos, en los que se trabajará básicamente la Fuerza Explosiva, objetivo esencial en este momento del fin de curso. En esta semana de carga, el volumen de entrenamiento oscilará según los días y se verá interrumpido por algún simulacro competitivo en forma de partido, sea entre los propios componentes del primer equipo o con participación del filial.

La mayor carga la recibirán, fundamentalmente, los hombres que han sostenido el equipo en este último mes y medio: Alves, Piqué, Mascherano, Busquets, Xavi, Iniesta, Messi y Villa. Los restantes recibirán cargas personalizadas en función del momento que vive cada uno. Los que salen de lesiones (Adriano, Bojan y Maxwell) y los que ya se han recuperado de ellas (Puyol y Pedro) realizarán entrenamientos específicos individualizados para alcanzar un estado de forma cercano al idóneo, pese a lo dificultoso de la tarea. A la presencia de Thiago y Fontàs se une de manera continua, quizás hasta Wembley, la de Marc Bartra.


¿Y la última semana?
Tras el cierre liguero contra el Málaga, el volumen de entrenamiento se reducirá al mínimo. Todo el trabajo estará hecho y solo quedará asimilar las cargas efectuadas para transformarlas en velocidad, explosividad y frescura. Es decir, en estado óptimo de forma para Wembley. La última semana de la temporada, por tanto, se empleará en afinar dicho estado de forma con entrenamientos muy ligeros, así como en preparar acciones tácticas puntuales para la final.


¿Quién jugará en Liga?
Los planes técnicos prevén que este domingo descansen la mayoría de los hombres que han sostenido el andamio el último mes y medio. Piqué, Busquets, Xavi y, posiblemente, Messi y Villa verán el partido contra el Depor desde el banquillo o la grada. Incluso Alves y Valdés podrían verse en la misma situación. Será la hora de Iniesta y Pedro (reservados ex profeso ante el Levante) más Mascherano, Fontàs, Abidal, Keita, Thiago, Afellay y quizás Bojan, Jeffren e incluso Bartra. La presencia de Puyol dependerá de su absoluta recuperación. Guardiola busca que, sumados los partidos de Levante y Depor, todos sus jugadores disponibles puedan acumular 90 minutos de juego esta semana.

Sin embargo, dado que el ritmo-competición es básico para afrontar Wembley, la alineación del último partido en Málaga tendrá tintes de lujo. Tras una semana de carga, y aunque tengan las piernas pesadas, en La Rosaleda estará el equipo de gala, porque no hay nada peor que dos semanas seguidas sin competir. Ese día, prácticamente todos los que serán titulares en Wembley cerrarán la Liga en Málaga.

- Publicado en Sport (13-V-2011)
- Abidal prepara su gran final

Tu rostro, mañana...

La cima está ahí delante, a pocos metros. Exactamente, a catorce días y noventa minutos de distancia. Queda el último gran esfuerzo, palabras mayores tras un mes y medio de batallas infernales, sprint final de nueve meses demoníacos en los que se juntaron todos los elementos para una catástrofe: varios rivales formidables; una presión externa de inexplicable catadura; la exigencia de volver a vencer tras haberlo ganado todo; lesiones crónicas, enfermedades graves, carencias estructurales... Una panoplia de problemas y obstáculos que permitía pronosticar el derrumbamiento del Pep Team o, por lo menos, un tropiezo mayúsculo en temporada post-Mundial, sinónimo de cataclismo físico y agotamiento mental. Sin embargo, la cima vuelve a estar ahí y cabe preguntarse por qué lo han vuelto a conseguir.

Pienso que no es por la idea futbolística que impregna al Barça, ni por su delicioso estilo de juego, ni por la fidelidad inquebrantable a esas raíces ofensivas. Ni por el toque y el juego de posición, ni por razones tácticas ni técnicas, ni tampoco por el indiscutible talento de las individualidades, varios de ellos entre los mejores del mundo sin discusión. Tampoco por el liderazgo descomunal de Guardiola, confirmado en las horas buenas con el respeto perpetuo a los rivales y, también en los momentos crispados, mediante algún puñetazo sobre la mesa. Pienso que la clave final de tanto éxito continuado reside en el carácter competitivo del grupo. Los que forman este grupo tomaron la decisión de competir siempre, ocurriera lo que ocurriera en el exterior, pasara lo que pasara, se venciera o se perdiera, soplara el viento a favor o en contra. Ellos estarían ahí siempre: compitiendo. Sin falsas confianzas, ni autosatisfacción; sin rutinas ni adocenamiento. Compitiendo como si se tratara del primer día y todo estuviese por hacer y por demostrar. Este rasgo del carácter es la esencia que permite sostenerse en el éxito y atacar cada año la cima con posibilidades de conquistarla.

El fin del ciclo de Guardiola no lo dictará Mourinho, ni el número de copas logradas, ni una desavenencia puntual con el presidente, ni siquiera un par de malos resultados que solivianten al entorno y a la grada. El ciclo de Guardiola depende del rostro que advierta cada mañana en sus hombres. Aquellos a quienes, justo antes de lanzarse a la gran batalla, dijo: ganad al Villarreal y Almería y yo os llevaré a Wembley. Esos rostros sin dudas ni vacilaciones serán el reloj que marcará las horas de Pep. Cuando perciba hastío o desgana; cuando advierta grietas y fracturas; cuando vea que el grupo ya no quiere seguir compitiendo por acceder a la cima, este ciclo habrá terminado. Mientras tanto, la cima ya está ahí. De nuevo. 

jueves, mayo 12, 2011

La profecía del fin de ciclo

Nostradamus pronosticó el fin del mundo varias veces, pero de momento no ha acertado en la fecha, por lo que sabemos. El fin de ciclo del Pep Team es otra profecía que, invariablemente, se incumple cada año, pese a los augures. Llegó Pep, desde el filial, dudando de si se comería los primeros turrones y resulta que lleva encadenados 9 títulos de 12 disputados. En su primer curso conquistó el inaudito triplete que dio paso a competir por otros tres, que también cayeron en el zurrón. Seis de seis. De los tres siguientes, ganó la Liga, lo que le abrió las puertas a conquistar su segunda Supercopa española consecutiva, y ya fueron 8 títulos de 10. Y anoche cerró su tercera Liga seguida, pocas semanas después de perder la Copa en la prórroga y después de acceder a Wembley. Nueve de 12, pues, y a la espera del décimo título en tres años. Como ciclo parece difícilmente mejorable.

Y su fin suena lejano por más que los rivales sean cada vez mejores y formidables, como el Real Madrid de este curso, un equipo colosal, pero que no ha podido mantener el pulso regular del Pep Team, ni en los dos enfrentamientos directos ni en los indirectos. Seis puntos de ventaja sobre escuadra tan fantástica no es moco de pavo. En este sentido, la competencia hace mejor al cuadro de Guardiola. Los rivales se refuerzan y fortalecen, prueban antídotos, atacan por flancos inesperados o por atajos discutibles y, sin embargo, el Barça se reinventa cada curso, ensaya evoluciones sorprendentes, perfecciona métodos y, manteniéndose fiel a los principios básicos, sublima sus movimientos.

Este curso contenía en su interior todos los venenos que podían acabar con el Pep Team: elecciones en Can Barça, con un nuevo presidente al que se auguraba una relación quebradiza con Guardiola; temporada post-Mundial, con el desmoronamiento físico que se preveía en todo el esqueleto titular; la marejada post-Ibrahimovic, con su reguero de polémica «filosófica» y de sangría económica; la demanda social contra la anterior junta directiva; la primera derrota liguera en el Camp Nou, con el campeonato apenas balbuceante; los escasos refuerzos; las largas lesiones de Xavi y Puyol…

Demasiado veneno como para salir indemne. Pero ahí está de nuevo el Barça, en lo más alto. Un equipo inmortal compuesto por poetas con botas, ladrones de cuero, canteranos bajitos y campeones del trabajo. Equipo de todos los tiempos dirigido por un sabio que se está quedando sin pelo: Pep Guardiola, ganador de las cuatro competiciones de la regularidad que ha disputado, incluyendo el título en su debut en Tercera División con el filial blaugrana. El hombre que soporta todo el andamiaje sobre sus leves espaldas. El técnico sin el que la idea y el sistema, el modelo y el estilo e, incluso, el inmenso talento de estos fabulosos jugadores, no alcanzaría su plenitud y excelencia. Dijo Pep un día: dentro de 25 años se hablará de este equipo como se habla de las grandes películas de culto, de 'Casablanca' o de 'Solo ante el peligro'. Así es. Y así será.

martes, mayo 10, 2011

La imprescindible posesión

La posesión de balón que alcanza el Barça habitualmente es materia de controversia. En algunos ámbitos, porque con ese dato se pretende justificar todo. En otros, porque se busca ridiculizarlo tachando de 'inútil' o 'hueca' dicha posesión. En realidad, la posesión no es un objetivo en sí mismo, sino un instrumento más dentro de la filosofía de juego elegida por el Barça. Dicha filosofía tiene una premisa irreversible: dominar el balón. Ordenarse a partir del cuero, no perderlo nunca y recuperarlo velozmente para volver a ordenarse. El balón es el centro del estilo del Barça y el que explica y genera todas las consecuencias posteriores.

Esta filosofía o estilo se traduce en un sistema de juego, que consiste en bastante más que un dibujo en la pizarra. Un 4-3-3 puede interpretarse de modos distintos: ofensiva o defensivamente, dando pelotazos o tocando, etc. El elegido por el Barça es un sistema que prioriza el juego de posición y de toque, buscando crear superioridad (el “hombre libre”) en todas las acciones y con el objetivo permanente de atacar, hasta el punto que existe una decisión trascendental que impregna todo el sistema: se defiende atacando y no reculando.

En el proceso creativo del equipo hay un peldaño más: el sentido del juego. Tras el estilo y el sistema, viene el sentido del juego, que es otra elección importante: decidir la manera en que tu equipo moverá el balón. Elegir el modo en que se producirá la circulación del esférico. Desde el Dream Team, el Barça busca siempre apoyarse en dos líneas superiores para retroceder una línea tocando de cara. Cruyff buscaba, de este modo, romper las líneas rivales con esa direccionalidad vertical en su juego. El Pep Team persigue el mismo objetivo a través de movimientos más horizontales que provocan una basculación exagerada en los rivales hasta desordenar sus líneas y permitir la jugada vertical hacia el área contraria.

Y aquí entra en juego la posesión. Sin tener el balón es imposible alcanzar esa direccionalidad horizontal en perpetuo movimiento. Por tanto, resulta imposible desorganizar al contrario, salvo en un contragolpe puntual, si no se alcanzan posesiones largas y duraderas de manera constante y con el sentido del juego horizontal que vemos durante los partidos. La posesión se convierte, así, en un instrumento imprescindible para el sentido, el sistema y el estilo de juego blaugrana. Sin dicha posesión no existiría el Pep Team, equipo que suma 177 partidos consecutivos consiguiendo mayor posesión que su rival, con un promedio que ronda el 70% y que asciende al 74% en las mejores actuaciones. Leo a mucha gente, sobre todo en Madrid, reírse del dato de posesión. Simplemente, no han entendido nada de esta forma de jugar.

lunes, mayo 09, 2011

Otro objetivo en esta dulce carrera sin final

Después de las batallas contra Mourinho y sus gladiadores, un derbi frente al Espanyol prometía ser otro plato indigesto, pero acabó siendo una cena plácida para los jilguerillos blaugrana. Piqué batió líneas, Busquets las dividió e Iniesta repartió golosinas a manos llenas, como si hubiese llegado otra Navidad en primavera. Quince canteranos sobre la alfombra verde, homenaje al fútbol edificado con cimientos caseros, tarde dulce en la que el Barça amarra su tercera Liga consecutiva, título que le acerca un paso más a la categoría de leyenda, camino de los 100 puntos.

Vive el barcelonismo un dilema comprensible: hace tantas semanas que se siente campeón de la regularidad que ya solo tiene hueco para pensar en Wembley, mientras el equipo sigue obligado a cerrar la puerta de la Liga antes de abrir la ventana de la Champions. Así que todo, absolutamente todo, se interpreta ahora en clave londinense: el socio barcelonista contempla el derbi, pero está pensando en el estado de forma de Pedro, en la recuperación de Abidal y en la dificultad rematadora de Villa. Toda valoración adquiere el prisma del día 28, con lo que el aficionado analiza a Messi en función de Vidic, a Piqué en base a Rooney y a Busquets según le va a Giggs. Proliferan las opiniones sobre el cansancio del equipo, la baja forma de tal jugador o la espesura de los automatismos. En realidad, se trata de un ejercicio clásico en el barcelonismo: sufrir por el mañana sin permitirse disfrutar del presente. Once de las últimas 20 ligas; cinco de las últimas siete. Este es el balance reciente del Barça. Desde el Dream Team iniciático hasta el Pep Team que sublima el estilo de juego.

Un equipo que se ordena a partir del balón, eje gravitatorio del universo blaugrana, el esférico que da sentido a todo. Aún nos falta perspectiva para percibir el impacto de este equipo en toda su magnitud y tendrán que pasar bastantes años para que comprendamos el valor auténtico de esta "secta" de peloteros que se juntaron para interpretar una determinada versión estética del fútbol y conquistar títulos a través de ella. Sin duda, hay otras muchas formas de jugar a fútbol y, por supuesto, de vencer. El Barça decidió apostar fuertemente por una en particular y el resultado es un caudal de plasticidad creativa y de triunfos tan constantes que han cambiado el sentido de la palabra Wembley, que ha pasado de ser "el" objetivo a ser "un" objetivo. Otro más en esta dulce carrera sin final.

sábado, mayo 07, 2011

La Ítaca blaugrana

El Barça nunca creyó en sí mismo. Eran tiempos de zozobra y la burguesía surgida a raíz del auge textil presidía el club con más voluntad que acierto. No había otra hoja de ruta que fichar y fichar. Y en esas ocurrió el 'accidente de las cervezas', una catastrófica final juvenil perdida ante la Damm, y a raíz de ella llegó Laureano Ruiz, un cántabro que estableció las bases del estilo actual. Apostó por los jugadores de talento, sin mirar la condición física, y generó unos códigos que aún perduran: juego de toque, mismo sistema en todo el fútbol base y rondos como principio y fin del método. Laureano no pudo recoger los frutos que había sembrado, por culpa de vaivenes electorales, pero veinte años más tarde llegó Cruyff y resembró las mismas ideas, esta vez con rotundidad institucional. Laureano fue el abuelo y Cruyff, el padre de la idea. Otros veinte años después, Guardiola es el 'hereu', el heredero, el hombre de la casa que ha mamado la idea y el concepto y lo lleva hasta su máxima expresión. Un hilo conductor recorre estas cuatro décadas, en la que otros entrenadores (Van Gaal, Rexach, Rijkaard) han aportado riqueza e innovación: una idea que ha destilado un estilo de juego y un modelo de aprendizaje. Lo que denominamos Idioma Barça.

Y ahora que llega Wembley, lo vemos como si fuese un punto final, el último tramo de un círculo que se cierra, pero yo pienso al contrario: que Wembley sólo es una estación de paso, una más, en este camino hacia la Ítaca blaugrana. Fue el primer gran triunfo, por supuesto, pero el éxito auténtico de 1992 no fue conquistar aquella Copa de Europa, sino la consolidación del estilo de juego, eso que tanta gracia les hace a quienes no lo encuentran. Claro, la idea sin la victoria jamás habría fructificado. Pero el éxito fue tener la idea, sembrarla, regarla, mantenerla en las noches amargas (nunca se agradecerá suficiente a Laporta que apostara por Guardiola), abonarla en los días fértiles, dejarla crecer. Wembley catapultó la idea pero, sin la idea, Wembley habría sido poco más que un triunfo puntual. Dos décadas más tarde, Wembley evoca los augurios más dulces para el barcelonismo, pero a mi entender debe suponer algo más: no el punto de llegada, sino el del reavituallamiento. Wembley como gasolinera del concepto de juego, más allá de la victoria o la derrota. Como heredero, Guardiola tiene en sus manos a los mejores frutos de la cosecha y, sobre todo, posee una fortaleza que jamás tuvo el Barça, que ahora cree en sí mismo. Y es buen momento para remachar el clavo. Para que Wembley sirva como recordatorio de que el viaje hacia Ítaca debe ser largo, cuanto más largo mejor, lleno de peripecias, de experiencias, como escribiera Kavafis. Que el camino dure muchos años.

miércoles, mayo 04, 2011

Análisis de la semifinal en 18 tweets y un Alfil

1.- Abidal, la gran noticia. El tumor parece cosa del pasado. Su regreso es más importante que todo lo demás.

2.- Dos mundos en un rectángulo y una sola ambición: Wembley. Dos caminos distintos para un objetivo idéntico. Distintos, pero igualmente legítimos ambos.

3.- Barça llegaba con la lengua fuera. Equipo al límite en una temporada infinita y angustiosa. Agarrado únicamente a su identidad de juego. El balón como salvavidas.

4.- Madrid, a la heroica. Combativo, luchador, veloz, directo. Corta Lass, mueve Xabi, cabalga Di María. Espaldas protegidas por el mejor Iker. Espadas samurais.

5.- El gol de Pedro es la identidad del Barça: mover el balón con precisión, rapidez y sentido del juego. Todo empieza siempre en Valdés. Sin pelotazos. Centrocampista con guantes.

6.- La roca fue esta vez la defensa blaugrana: Mascherano, Piqué y Puyol solo concedieron dos remates a puerta. El 'jefecito' se ha consagrado de central.

7.- Dos modos distintos de presionar arriba. Agotadora la del Madrid, llena de orgullo y coraje. Más coordinada y acostumbrada la del Barça.

8.- Pedro es el primer defensa y sobre él se edifica la solidez blaugrana. Su presión permite resituar a todo el equipo y recuperar las posiciones.

9.- Barça se reafirma con el balón y sufre cuando no lo tiene. Fue su 176 partido consecutivo con más posesión que el rival. Para este equipo, la posesión es su oxígeno.

10.- Pero sigue pecando del mismo defecto: ineficacia arriba. Su dominio de balón debería concretarse en muchas más ocasiones y más goles. Defecto serio.

11.- Jugadores fundidos (Busquets), fatigados (Alves y Messi), pero también cuatro pilares que recuperan la forma: Villa, Pedro, Iniesta y Piqué.

12.- El mejor Madrid de los cinco Clásicos. Excelentes Lass y Xabi Alonso, Marcelo y Di María, sobre quienes se sujetó la esperanza blanca. Y Casillas, superlativo en la portería.

13.- De nuevo, agujero de Marcelo en el gol de Pedro. Ataca de lujo, guía al equipo, manda, pelea y chorrea coraje, pero tiene lagunas en defensa. No advierte los desmarques.

14.- Lejos de los focos, Di María fue la caballería ligera. Cada balón en sus pies es un rayo y un trueno. Gambetea a la velocidad de la luz. Letal.

15.- La otra cara son Kaká y Adebayor, dos futbolistas que parecen haber perdido el rumbo. Un sinsentido que continúen la próxima temporada.

16.- Sólo un partido más para el Barça: Wembley, la Ítaca blaugrana, donde empezaron a edificarse los grandes sueños. Regreso a la tierra iniciática.

17.- Para conquistar Wembley, Barça debe mejorar mucho: física y emocionalmente. Tomar aire, analizar errores, pulir defectos y buscar efectividad.

y 18.- Game over para Madrid. Grandísimo competidor en una encrucijada: las lecciones que uno extrae en la derrota siempre marcan decisivamente el porvenir.

PD: Y el Alfil. El Fianchetto. Iniesta. Tocar, mover, asociarse, dominar las diagonales. Un pase mágico. El Alfil. La Apertura Catalana.

martes, mayo 03, 2011

Apertura Catalana

El alfil. El fianchetto. Andrés Iniesta. El alfil del Barça. Salga de titular o se quede en el banquillo a verlas venir, por si acaso. El alfil que no pudo estar hace un año frente al Inter. El puñal con el que Pep Guardiola asegura que habría podido abrir la lata de aquel Inter de hierro y roca. “Sin Andrés, sin Andrés...”, murmuraba aquellos días y repite ahora, cuando recuerda la sombría y volcánica semifinal. Sin Andrés faltaba el puñal, la profundidad, el uno contra uno. El alfil. El fianchetto. Hoy sí estará.

Apertura Catalana, sin duda. Al cuarto round, el Barça sale con blancas. Esta apertura ajedrecística se caracteriza por dominar el centro y abrir a banda, algo muy similar al juego blaugrana, que consiste en ser ancho para ser profundo. Abrir el campo para rematar por dentro. Emplear los alfiles para amartillar. Esta apertura tiene un detalle negativo: no genera la menor sorpresa y el rival sabe de inmediato a lo que juegas, exactamente igual que ocurre con las propuestas del Barça. Mueves tres peones y la señal está dada: va de alfiles. Fianchetto indiscutible. De diagonal en diagonal hasta la meta. Es la opción. La única opción. No es que el Barça no tenga plan B; lo que ocurre es que ni se plantea tenerlo. Sólo quiere tener un plan y un modo de jugar. Unívoco. El que le ha hecho legendario, incluidos los defectos consustanciales que arrastra en su mochila. Combinar en el centro, buscar las bandas, devolver al centro para dar jaque. Apertura Catalana. Juego de alfiles.

Mourinho, sin dos de sus gladiadores, tiene que cambiar el paso que le había llevado al inevitable Zugzwang, donde cada movimiento solo parecía empeorar la situación. Así que, por descarte, sólo le queda la caballería ligera: Özil, Di María, Cristiano y Adebayor por delante de Xabi Alonso y Lass, con Carvalho nuevamente jerarca de las líneas traseras. Defensa Nimzo-india y galope tendido en busca de la remontada hercúlea. Aquella célebre y trágica carga de los jinetes ligeros británicos en el Valle de la Muerte de Balaklava, dragones y húsares a lomos de caballos alados, lanzados en una misión suicida de la que pocos volvieron. “Sin que los soldados lo supiesen, alguien se había equivocado”, dejó escrito Alfred Tennyson en forma de poema trágico.

Dos mundos en un rectángulo. Se acabaron las excusas para no pensar. Sobre el tablero verde están todos los errores, listos para ser cometidos, como sentenció Tartakower, paradójico inventor de la Apertura Catalana. Después de tantos días de parloteo extrafutbolístico, por fin llega el fianchetto y su juego de alfiles frente a la gallardía de los jinetes ligeros. Sería hermoso que tanto barro terminase en una fiesta del fútbol. Y con Abidal presente. 

lunes, mayo 02, 2011

La semifinal de la desconfianza

Corría el minuto 75 y Frank Rijkaard ordenó a Samuel Eto'o que ocupara la posición del lateral izquierdo. París, la final de la Champions, la gloria para ese memorable equipo, estaba solo a 15 minutos. El Milan de Pirlo y Shevchenko apretaba de lo lindo y la renta del partido de ida (0-1 en San Siro) pendía de un hilo. Eto'o se vistió de lateral, corrió como un demonio y el Barça alcanzó el cielo. Aquella semifinal en el Camp Nou fue la primera de una serie casi perfecta: cinco semifinales en seis años, cuatro de ellas consecutivas contabilizando la de mañana ante el Madrid. Y un rasgo común: sufrimiento y sequía goleadora.

En el 2006, empate a cero frente al Milan. En el 2008, empate a cero en la ida ante el campeón, Manchester United. En el 2009, empate a cero en la ida contra el Chelsea. En el 2010, pírrica victoria (1-0) ante el Inter, campeón final. Cuatro semifinales en el Camp Nou: un gol a favor, ninguno en contra. Suficiente para llegar a Wembley, pero también arriesgado y peligroso. Imagino a Pep Guardiola apareciendo hoy con el discurso de las dificultades extremas pese al 0-2 del Bernabéu. Harán bien sus jugadores en atender al mensaje del técnico.

La 'pájara' de Anoeta está ahí para ser interpretada. No hay equipo que mantenga su hegemonía si compite al 95%. Palabra de Cruyff. Ni siquiera el conjunto más selecto y delicioso consigue superar los obstáculos a medio gas. Dijimos en su día que nadie subía el Everest enseñando la manita y los resultados posteriores lo confirmaron. Hoy sabemos que Guardiola llamará a la humildad y la concentración, y rechazará la confianza por el brillante resultado de ida. Sus futbolistas, destensados en Anoeta tras una temporada agónica, deberán vestir de nuevo el mono de trabajo porque tocará sufrir y pelear, pues el Real Madrid solo se rinde cuando ya está en la ducha y se ha terminado el agua caliente. Ni un segundo antes. Y mucho menos con la herida psicológica que arrastran sus jugadores, convertidos en ingredientes del cóctel populista que agita su entrenador.

Fenomenal competidor, el Madrid llegará al Camp Nou dispuesto a comerse el mundo, estado anímico idóneo para alcanzar sus objetivos. Cuando se creyó superior, el Barça solo consiguió empatar en el Bernabéu. Cuando ese empate le hizo creer aún más formidable, solo consiguió protagonizar una primera parte deleznable en Mestalla. En el descanso, al sentirse ahogado, resurgió con su mejor personalidad y, aunque perdió la Copa en el alambre, el miedo y la sensación de inestabilidad le catapultó hacia un gran triunfo en la Champions. Llegados a esta etapa final, quien vuelva a sentirse confiado y relajado, acabará mordiendo el polvo.

El Barça solo alcanzará Wembley si cuelga el esmoquin y se mentaliza como en las grandes batallas. Porque será otra gran batalla futbolística. La definitiva. Todo el carrusel de agravios con los que viaja Mourinho y que trasvasa de un club a otro se han convertido en agravios propios del madridismo, que ha apostado todo a una carta: Mourinho o el diluvio. De Florentino abajo, la actitud madridista recuerda a la del Barça de Gaspart: el síndrome de la confabulación universal, cóctel inevitable en sociedades sin capacidad de autocrítica en la adversidad. Perder es difícil y duro, sobre todo para quien no concede jamás ningún mérito al rival.

De la derrota únicamente se sale tras anotar lecciones en la libreta y tragarse el sapo hasta el esófago, pero el Madrid no parece estar en esa línea aunque esto no le hace menos peligroso. Líderes como Puyol, Xavi y Valdés deberían reunir a sus compañeros y recordarles que lo de mañana será un camino de espinas a poco que se sientan más guapos que nunca.