
Sólo hay una solución: expulsarlos de los estadios (y de sus alrededores) antes de que acaben con el fútbol. Los bárbaros están en todas partes, en todos los campos, en todos los países, amparados en el anonimato, escondidos entre la masa, donde se sienten valientes y atrevidos para lanzar botellas, puñetazos, cochinillos o navajas. Las aficiones de los clubes no son las culpables, aunque en momentos de exaltación no ayuden a frenar los incendios, y sean quienes acaban pagando la mayor parte de las consecuencias. Tampoco lo son los directivos, aunque algunos amparen ultras y toda su parafernalia violenta o echen gasolina al fuego. Tampoco lo es la prensa, pese a algunos titulares incendiarios que sólo echan más madera a la caldera.
Los únicos culpables son los que lanzan botellas llenas a la cabeza del rival o del árbitro y quienes agreden física o verbalmente a cualquiera. Ellos son los bárbaros y están por todas partes. La solución no es decir "y tú más". La solución se llama tolerancia cero.

Fotos: Digital + - Reuters.