miércoles, junio 14, 2006
Declaración universal de amor por el balón
Ensayaron las jugadas a balón parado y acertaron tres veces. Probable casualidad, pero también eficacia mayúscula. España se puso guapa y sacó al equipo del gran consenso: la defensa seria; el mediocentro que ama el balón; el volante que se lo cose al pie; el extremo que ha aprendido a jugar entre líneas en el Liverpool; y la pareja indiscutible delante. Equipo fantástico, apasionado amante del cuero, dominador absoluto sobre Ucrania en todas las vertientes, eficaz como nunca. Hermoso, creativo, poderoso, colectivo. Billete cómodo para el trasatlántico de los octavos, en el que ya están todos los grandes menos Francia.
Partido impecable, desde la alineación titular hasta los cambios; del ritmo impuesto por Xavi a la energía vital de Ramos y Puyol, la puntería de Villa, los desmarques de Luis García o la velocidad de Torres. Debut trascendental por lo que supone de confirmación de un estilo. En un país en permanente debate sobre la identidad, esta selección ha dejado claro quién es y a lo que quiere jugar. España, país de centrocampistas, ha pedido el balón para quedárselo, para mimarlo, para amarlo. Ha sido una declaración de intenciones: 'El fútbol es mío' ha dicho Xavi y con él todo el equipo, en una declaración de intenciones universal.
Quizás caigan donde siempre y es probable que se desate una euforia insana alrededor de un grupo modesto que no la buscará. Pero la afirmación de estilo e identidad; la afirmación de amor por el cuero ha sido estrepitosa.
SPAGHETTIS A MEDIA MAÑANA
A Luis Aragonés le llovieron los palos por preparar el Mundial en el sofocante calor de Madrid mientras Alemania se congelaba y algunas selecciones se preparaban bajo la lluvia de Suiza. Pero el tiempo cambió y Alemania es ahora lo más parecido al clima español: calor tórrido. Así que, quizás por casualidad, Luis acertó. Peripecias casuales como ésta ocurren muchas veces en todos los deportes. Entrenadores y médicos planifican desde la ortodoxia, pero la realidad dibuja sus trazos por otras vías. Hablemos de spaghettis.
Para jugar a las tres de la tarde, lo correcto es comer a media mañana. Por lo tanto, hay que madrugar y desayunar muy pronto. Para quien no está acostumbrando a ese ritmo, el cambio resulta duro. Un plato de spaghettis no es lo más apetecible a las once de la mañana, hora más propicia para el café con leche. Pero la ortodoxia dicta que hay que acostumbrar el cuerpo a ese horario. Así que preparadores y doctores ordenan un cambio radical durante varios días: spaghettis a la hora del café. Es correcto y acertado, pero la experiencia me dice que también funciona la heterodoxia. Por ejemplo, mantener los horarios habituales: no madrugar y tomar un ‘brunch’ (desayuno/comida) más fuerte a las diez de la mañana, combinando los spaghettis con el yogur con cereales. Eso supone mantener los ritmos vitales y no provocar esa sensación de cambio radical, que sí se puede realizar el día de partido.
En estos casos tanto vale la ortodoxia como la heterodoxia. El deportista agradece una buena planificación, pero también pocos cambios respecto de su vida diaria. Por experiencia propia, como deportista siempre preferí pocas variaciones ya que finalmente no resulta nada positivo ir a unos Juegos Olímpicos para levantarse a las cuatro de la madrugada, desayunar a las cinco y estar listo para competir a las nueve. Otras muchas veces bastó con despertarse a las seis y desayunar ligero. El resultado fue idéntico y hubo que variar menos costumbres. Así que permítanme por una vez la abstención sobre la planificación de Luis: me valen los spaghettis a las once de la mañana, pero también la opción menos ortodoxa.
Fotos: AFP - AP - Reuters.