viernes, octubre 13, 2006

Los desvergonzados


Sin el menor escrúpulo, el secretario general de la Federación Española de Fútbol, Jorge Pérez, ha dicho: “El césped (del estadio de Murcia) está en perfecto estado para jugar”. Se refiere al mismo césped en que Puyol se lesionó en un entrenamiento, según manifestación pública del médico de la misma Federación. El mismo césped en que Argentina no pudo entrenarse la víspera del partido porque parecía un patatal. El mismo césped en que Maxi Rodríguez se dejó su ligamento cruzado y que le hará perder seis meses trascendentales de su vida como deportista. El mismo césped que no permitió que España y Argentina jugaran al fútbol en la noche del miércoles porque a cada paso se levantaba, formaba montañas de arena y tierra, pedruscos de hierba que impedían que el balón se deslizara, que ponía en peligro tobillos y rodillas. Ese mismo césped era el que estaba en perfecto estado según la Federación Española y su empresa contratista, Santa Mónica Sports, de la que tanto podría hablarse.

La ausencia de escrúpulos y vergüenza es notoria en el mundo del fútbol. El balón es redondo y el cambalache también. No hace falta realizar el inventario de las golferías porque las tenemos muy frescas en la memoria. Y cada día se renuevan. Pero jugar con el físico de los futbolistas es peor que la corrupción y el fraude. Es un despropósito. La razón de ser de una federación no es ganar dinero, ni partidos, ni campeonatos, ni viajar, medrar o embaucar. Su primer propósito es cuidar el deporte, dotarlo de reglas y normas que protejan la práctica del mismo. Finalmente, proteger al protagonista: el deportista.

Un presidente de federación no tiene que dimitir porque se pierdan dos partidos seguidos. Incluso se puede llegar a comprender que no debe dimitir aunque jamás se haya ganado nada, aunque no exista proyecto global, ni dirección conocida, ni cuentas claras, ni transparencia mínima, ni voluntad manifiesta. Pero un presidente de federación no puede poner en peligro a sus deportistas. No puede lanzarles sobre las bayonetas caladas sin protección. Un presidente de federación no es el emperador romano que envía a sus gladiadores a luchar contra los leones. Por encima de todo, debería cuidar de ellos en vez de mandarles a que se rompan la crisma sobre un patatal.

Por esta falta de escrúpulos y de vergüenza sí debería dimitir un presidente de federación. Y eso vale tanto para el español que elige y acepta un campo impracticable como para el argentino que se pone en manos del multimillonario ruso por un plato de lentejas. Ahora todos lloran, pero nadie tiene la decencia de dimitir por desvergonzado.

Referencias
- Qué verde era mi césped
- Un patatal
- Negocios turbios, como siempre
- Culpas federativas
- El campo no estaba tan mal...

Fotos: La Opinión de Murcia - AFP.