viernes, octubre 13, 2006

Lo que ha crecido Iniesta


Hay futbolistas que cuando debutan ya están en su máximo nivel. Que casi tocan techo el primer día. Por eso hay que desconfiar tanto de las grandes promesas que destacan poderosamente en las categorías inferiores. Los hay que destacan porque poseen un físico muy desarrollado, claramente más poderoso que el de sus jóvenes contrincantes. De ahí su manifiesta superioridad. Pero cuando llegan a la edad adulta, el físico se iguala y la estrella juvenil se apaga. Otros poseen una técnica tan depurada a base de trabajo que, simplemente, no pueden mejorar. Algunos se estancan por culpa del engreimiento, la soberbia, la pereza que da tanta fama, honores y dinero.

Por las razones opuestas, algunos jugadores crecen más allá de lo previsible. Alcanzan la madurez futbolística y siguen mejorando. Perfeccionan su técnica, su físico, la aportación al conjunto, la visión de juego, la eficacia o adquieren características que ni siquiera podía soñar. No son muchos los que mejoran una vez llegan al máximo nivel. En los tres últimos años podemos citar a Eto’o, Villa, Albiol, Xabi Alonso, Barragán, Dani Alves... y, sobre todos ellos, Iniesta, cada día mejor y más completo futbolista. Cuidado: no estoy comparando niveles de calidad, sino capacidad evidenciada de crecimiento como jugador. Por ejemplo, nadie podía imaginar que aquel torpe defensa abucheado en el Bernabéu acabaría siendo el mediocentro clave del Bolton inglés, aclamado por todos, culmen de virtudes: Iván Campo, un jugador modesto, discreto y de nivel medio, sin alardes. Pero cien por cien eficaz en el papel encomendado. Y cien por cien de crecimiento con respecto del que abandonó hundido y deprimido la Liga española.

El Ronaldinho que cambió el PSG por el Barça evidenció una mejora notable como jugador. Quizás no resultó evidente en lo técnico, pues su categoría ya era inigualable. En este caso, fue una mejora de su capacidad anímica y psicológica. Se echó al equipo a la espalda y decidió asumir el liderazgo de un club en bancarrota. Ya hemos comprobado con qué éxito completó su desafío. En otra vertiente totalmente distinta, Morientes progresó notablemente en su paso por el Mónaco. De simple rematador se convirtió en un delantero completo (insisto: cada cual en su nivel y categoría). Aprendió a moverse sin balón, a jugar como segundo punta, a dar asistencias espléndidas. Creció como jugador. En el tránsito del Oporto campeón de Europa al Barça ganador de nada, Deco adquirió una característica que jamás había poseído: la capacidad defensiva. Volante de ataque, Deco se reconvirtió en centrocampista completo por necesidades del equipo de Rijkaard (la marcha de Davids). Parecía inviable que aquel jugador que sólo miraba hacia delante tuviera ojos y pulmones para ir también hacia atrás y a los lados y pudiera cortar los contragolpes rivales sin perder su voluntad ofensiva. Pero lo hizo.

Son ejemplos de distintos modos y formas de crecimiento. Seguro que hay muchos otros, como el de Eto’o, cada día mejor delantero; o los progresos equilibrados de Albiol y Xabi Alonso, a quienes podríamos denominar como ‘decathletas’ del fútbol moderno. Pero de entre todas las progresiones me quedo con la de Iniesta. Ya no es un chaval que sólo soba el balón. Ahora es un jugador completo y no sólo porque pueda jugar en posiciones muy diversas y con funciones distintas, que lo ha hecho y con éxito notorio. Sino porque cada temporada ha subido un nuevo peldaño en su capacidad. Mantiene la técnica, pero ha ganado fuerza y resistencia en las piernas, rapidez de pensamiento, velocidad de desplazamiento de balón, armonía en la visión del juego, sea hacia arriba o hacia atrás, capacidad de posicionamiento defensivo y espíritu de liderazgo. Iniesta es hoy el mismo jugador sobrio, callado y en la sombra. Pero es otro jugador. Con poca fuerza mediática, pero posiblemente el mejor jugador español del momento. Sin duda alguna, el que más ha crecido.

Fotos: EFE - Reuters.