domingo, marzo 11, 2007

Partidazo de partidazos


Locura de partido, con un equipo haciéndose el hara-kiri en vivo y en directo y el otro explotando sus armas más útiles. Un entrenador kamikaze y otro acobardado. Dos porteros descomunales, un correcalles de noventa minutos, un delantero de eficacia extrema (Messi), un central espléndido (Thuram, pese al primer gol), un medio fantástico (Guti). Barça enloquecido, desquiciado, angustiado, persiguiendo su propia sombra, desequilibrado como nunca jamás estuvo equipo alguno sobre un campo, pero percutiente y feroz hasta que Oleguer se suicidió. Madrid desencorsetado, ágil, veloz de pies y cabeza, frío de cabeza y listo de pies, con desmarques espléndidos, amplitud por bandas y mucha munición en las pistolas, pero incapaz de apuntillar a un rival que se había cortado las venas en la charla táctica previa al partido.

Es muy difícil ganar los partidos desde el desequilibrio y Rijkaard lo ha llevado a una dimensión extrema en un crescendo poco comprensible. Compartí rotundamente su apuesta en Zaragoza y también en Liverpool, apuestas que arrojaron resultados dispares (en la eliminatoria, me refiero). Pero discrepo completamente de dos decisiones impropias de la templanza del técnico holandés: su enloquecimiento transitorio ante el Liverpool en la ida cuando quedaba un mundo por delante; y el hara-kiri que le hizo a su equipo anoche, antes incluso de que empezara el encuentro, sin que existiera ninguna necesidad para ello.

No es sólo el desequilibrio, sino también y muy importante la concatenación de errores, despropósitos y falta de profesionalidad de este vestuario desde la final de París, con algunos jugadores creyéndose dioses. La suma de todos estos factores arroja como resultado un Barça que ha dejado de jugar como un equipo y ya sólo lo hace a trompicones, a ráfagas de sus individualidades geniales (Iniesta, REM), pero al que la falta de cohesión colectiva le hace naufragar frente a cualquier rival sólido y bien trabajado.



El Barça saca un respiro moral en el último minuto y también por su euforia atacante y su carácter indomable ante las dificultades. Pero suma también una estrepitosa derrota táctica, una debacle como colectivo perfectamente denunciada por Gudjohnsen. Los resultados, los goles, la espectacularidad de algunas acciones, algunas mediashoras brillantes, maquillan y ocultan (junto a mucha demagogia, lucha cainita y portadas prepotentes) la realidad de este equipo: no ha sabido digerir sus triunfos del año pasado y está pagando las consecuencias. Es muy bonito no querer reconocerlo (como hizo Xavi el jueves tras las palabras de Gudjohnsen), pero significa engañarse.

Ahora mismo, el Barça tiene a un entrenador desquiciado que juega a la ruleta rusa y a unos pocos jugadores que sostienen todo el entramado con su talento o su esfuerzo, mientras otros compañeros observan desde sus altares la desintegración de la máquina. Ya sólo desde el fanatismo se puede seguir sosteniendo que el Barça de este año es el mejor de Europa. Puede volver a serlo porque tiene los mimbres, pero sólo lo conseguirá haciendo una autocrítica feroz en el vestuario y cambiando radicalmente la forma de afrontar la nueva temporada.

Y el Madrid saca un empate amargo en una actuación también extrema: ha podido salir vapuleado en el primer tiempo y ha podido apalizar al Barça. ¿Cómo se explica eso? Atrás, porque tiene una defensa de mantequilla y un mediocentro defensivamente blando (Gago), pero un portero fabuloso y un mediocentro duro (Diarra) camuflan las deficiencias. Delante, porque lo hace todo magníficamente bien a partir de la conexión Gago-Guti-Higuaín, buenos pases y mejores desmarques, pero tiene muy poco acierto rematador. Ni siquiera la potencia de Van Nistelrooy (si no estoy errado ha conseguido el primer gol de su carrera desde fuera del área) enmienda esta deficiencia.

Es verdad que en el primer tiempo ha aprovechado al máximo las ocasiones construidas por Guti y los movimientos sin balón de Higuaín, pero en el segundo no ha sido capaz de concretar la media docena de ocasiones que su superioridad ha creado, tres de ellas desbaratadas por un Valdés estratosférico. Y el equipo ha parecido contagiado del temor bíblico de Capello, incapaz de ir a por el partido contra ese Barça desquiciado, echando por la borda la oportunidad histórica de pegar un puñetazo demoledor en el Camp Nou.

Pese a todo ha sido un espectáculo grandioso, fantástico, de adjetivos superlativos, con unos primeros veinte minutos sencillamente prodigiosos, difíciles de encontrar en el actual fútbol pedregoso, duro y metalúrgico. Partidazo de partidazos, aunque también correcalles que pudo terminar en un resultado estruendoso y deja dos competidores malheridos y al Sevilla como unas castañuelas, salvo que también salga en Tarragona a por uvas. En resumen:



Barça
: le quedan 12 partidos para recuperar el equilibrio (4-3-3 y titulares los que están en forma) e intentar reencontrarse como colectivo para poner las bases de la nueva temporada. Tiene mimbres de lujo, pero necesita un ejercicio rotundo de autocrítica en el vestuario, empezando por Rijkaard, siguiendo por Deco (que no está por la labor), continuando por Ronaldinho y acabando en Márquez, pero pasando también por todos los que juegan a tapar la realidad (Xavi, Txiki, Laporta). Necesitan urgentemente preguntarse porqué un equipo tan fabuloso se ha desmoronado. La respuesta es sencilla y basta con consultarle a Gudjohnsen, un jugador, por cierto, que no está para suplir a Eto’o, sino a Deco aun
que eso irrite a quien sea.



Madrid: a Capello le quedan 12 partidos como entrenador y también a todas las vacas sagradas. Este equipo debe reconstruirse, con el estilo que plantee su próximo entrenador, a partir de Casillas, Ramos, Diarra, Gago e Higuaín, por lo que su objetivo real debe ser clasificarse cómodamente para la Champions, decidir a qué quiere jugar y fichar lo que se necesita, no lo que quieren los diarios deportivos y los intermediarios insaciables. El gran problema es que este proceso debería estar encabezándolo ya alguien serio y honrado porque en ello va el destino de los próximos años. Y a esa persona seria y con fundamento no la veo por ninguna parte. Hay buenas ovejas, pero no encuentro al pastor que las ordene.

Fotos: AFP - AP - EFE - El Periódico de Catalunya.com.