domingo, marzo 18, 2007

En el choque de autobuses, el Valencia siempre tiene las de perder


Leo en “El Mundo” la siguiente frase: “El Racing ya tiene los mismos puntos que durante toda la temporada pasada”. Esta es la noticia. Que el Valencia vuelva a sufrir (o a perder) ante un rival pequeño no lo es. Aunque más que afirmar que cae ante los pequeños y vence a los grandes hay que matizar: el Valencia de Quique juega como los ángeles cuando puede plantar el autobús delante de Cañizares. En ese planteamiento alcanza su máxima excelencia: seis hombres siempre por detrás del balón, Angulo en la transición y tres galgos para apuntillar al contragolpe. Para que el sistema sea efectivo se precisa una condición: que el rival quiera la propiedad del balón. Cuando es así, el Valencia resulta letal. Apuntemos: 2-1 al Barça, 3-1 al Atleti, 0-1 en campo del Villarreal.

Pero, ¿qué sucede cuando el rival tampoco quiere el balón? Simplemente, que el Valencia no tiene en ese caso ningún plan de juego ni alternativa válida. Apuntemos: pierde 0-2 ante un Rácing encerrado atrás; apenas consigue empatar con Osasuna en el último segundo; pierde 3-0 ante un Getafe contragolpe puro; cae en Mestalla frente al Madrid del Capello original, el de la jaula pretoriana (0-1). Con su florido verbo, Quique lo ha reconocido: "No nos encontramos cómodos en ningún momento. Sabíamos que ellos no iban a ser protagonistas con el balón, pero no tuvimos mucha gracia con el balón”. Autobús contra autobús, este Valencia sale perdiendo. Ya saben la receta milagrosa sus rivales: regálenle la pelota al Valencia y esperen al contraataque. Sacarán petróleo seguro.



Que el Barça venza a un rival pequeño tampoco es noticia, pues lleva haciéndolo toda la temporada, pero que lo haga fuera de casa casi es un notición cuatro meses después de la última vez. De hecho, el Recre no es un rival pequeño, pero sí muy conveniente para el estilo barcelonista, de regreso al 4-3-3 original. Al Recre le gusta el balón y eso le gusta al Barça, pues ahí se siente en su salsa, con su rondito horizontal en la zona trasera de máquinas, mareante y agotador, bailando como una mariposa hasta que pica como una avispa.


El gol inicial de Eto’o ha tenido un doble efecto: el endiablado que le ha dado al cuero y el calmante de espíritus agitados. Agarrado a ese gol, un Barça con Iniesta de teórico mediocentro defensivo ha jugado un partido casi funcionarial, al estilo de los que tanto practica el Chelsea, y con eficacia suprema: cuatro goles en siete remates a puerta, con todas las variedades: desde el cañonazo abombado de Eto’o a la vaselina fenomenal de Zambrotta, la diagonal coast-to-coast de Messi o la volea del camerunés. Los individuos siguen estando por encima del engranaje colectivo, aunque el gol de Zambrotta ha sido un monumento al toque-toque tan despreciado y al juego combinativo, desactivando definitivamente a un Recre intrascendente, impotente salvo en tres minutos locos en que ha podido empatar.

En esta Liga de 12 partidos que se inició anoche, el Barça ha dado un paso adelante (y el Valencia uno muy grande atrás) y, aunque sigue dejando lagunas que el propio Rijkaard ha reconocido, conquista quince días de paz interna que el vestuario agradecerá infinito, aunque el entorno los aprovechará para vomitar una lista interminable de nombres imposibles.

Oporto se tambalea




Un zurdazo imponente de falta directa del lateral chileno Rodrigo Tello ha supuesto la cuarta derrota del Oporto en su campeonato, la segunda en su feudo de O Dragao, y la compresión de la tabla clasificatoria, pues el Benfica amenaza seriamente el liderato del actual campeón, que ya sólo tiene cuatro puntos de ventaja y un partido más. El Sporting lisboeta se ha llevado el estelar enfrentamiento portugués, brindando una feliz prestación, superior a la del cuadro local, que es mejor que su rival en las individualidades (Quaresma, Meireles, Cech, Fucile, estos tres últimos espléndidos), pero inferior en el juego colectivo. Una liga, la portuguesa, que exige tanta competitividad a los futbolistas que se está convirtiendo en un fecundo criadero de grandes jugadores.

Robinson de las islas



Paul Robinson, portero titular de la selección inglesa que hace pocos meses cometió ante Croacia una pifia monumental, anotó ayer su primer gol con el Tottenham. No ha sido de cabeza como el de Palop, a quien se enfrentará pronto en partido de Copa UEFA, sino en un saque de portería que voló a lo largo de todo White Hart Lane y batió al pobre Ben Foster, guardameta del Watford, provocando estupefacción, jolgorio y entusiasmo. No es el primer gol de Robinson como portero, pues ya con el Leeds logró uno de cabezazo precioso, que os copio:





Fotos: EFE - AP - Sport - Sporting de Portugal.com - Reuters.