miércoles, enero 17, 2007

Rijkaard deja en evidencia a sus jugadores


El Barça no está. Seguiremos esperándole mientras sale de la depresión. Pero hemos desvelado una duda importante: salvo cataclismo, Rijkaard continuará al frente del equipo la próxima temporada. Y, mientras tanto, está administrando los tiempos cara a la galería. Como es metafísicamente imposible que no haya advertido la catarata de errores, desidia, falta de trabajo, complacencia, molicie, actitud acomodaticia y pasividad general que rodea al equipo, debemos inclinarnos por pensar que está gestionando la falta de entrenamiento físico, de preparación táctica y de ambición con el objetivo de que aquí cada cual quede retratado.

Así, como ya no es discutible que el estado físico general es paupérrimo, Rijkaard se ha limitado a certificarlo en público tras meses de avisos, advertencias y luces de alarma. Tampoco resulta discutible el caos táctico en que se maneja el equipo, roto por la mitad, desequilibrado por completo, con laterales que no cierran, centrales que se pegan, mediocentro que juega de central, volantes con demasiados kilómetros por recorrer y delanteros mirando qué tiempo hace por ahí. Y tampoco parece discutible que la ambición por hacer historia se quedó en París una noche de mayo y ahí sigue, durmiendo los laureles.

¿Qué está haciendo Rijkaard, más allá de su puñetazo exagerado para la televisión? Como jugador experto que fue, probablemente está esperando que esto lo resuelvan los jugadores. Y para ello, nada mejor que se vean sus carencias en público. Basta con que jueguen los mismos de las últimas semanas, con el mismo estilo y las mismas ganas, para que queden en evidencia. Contra los suplentes del Alavés lo razonable habría sido ver a Olmo, Valiente, Crosas, quizás a Giovani o Bojan, pero hemos visto a Márquez, Sylvinho, Motta, Gio y Ronaldinho (entre otros) y los aficionados barcelonistas deben sentirse gratificados si no han abonado el ‘pay per view’, pues al ahorro económico unirán haberse evitado la vergüenza ajena. Si contra el Alavés B jugaron los mejores no debió ser por la trascendencia del enfrentamiento, resuelto ya en la ida, sino por razones relacionadas con la gestión del grupo.

Rijkaard no va a echar más broncas infantiles a estos lebreles adormecidos. Y como tampoco tiene mucho margen de maniobra (no hay recambio para según quién), sólo puede optar por avergonzarles en público sin abrir la boca. Que veamos que entrenan poco y cuando quieren; que no hacen caso de las instrucciones tácticas; que no están por la labor de finiquitar las cosas en su momento, sino dejarlas para el último instante, como el estudiante brillante y perezoso.

Rijkaard cuenta con la reacción de sus jugadores. Ya que no ha podido despertar su ambición, pretende que reaccionen cuando se sientan heridos en el ego. Empiezan a estarlo. En cada balón perdido por Ronaldinho (la mayoría) ya hay ronroneos, al igual que en la impericia del mediocentro o los constantes desajustes defensivos. Ronroneos o acaso algo más. Los jugadores empiezan a percibir que donde hubo caricias constantes acabarán cayendo chuzos de punta vitriólicos como no despierten, pues pocas cosas irritan tanto como la dejadez de quien posee inmenso talento. Así que les queda poco margen para reaccionar porque la próxima temporada está a punto de planificarse y la rifa de las bajas repartirá pronto sus boletos: en junio se irán cinco y llegarán cuatro.

Fotos: AP - Reuters - Marca - FC Barcelona.com.