viernes, enero 26, 2007

El entrenamiento del día después


Ahora que la asistencia a los entrenamientos futbolísticos empieza, por fin, a considerarse como un factor de importancia, conviene explicar la trascendencia del día después de un partido. Hay que partir de la premisa que el desgaste que supone un partido (o cualquier competición deportiva, con los matices de cada especialidad), dejando al margen lesiones, golpes y magulladuras, es muy elevado tanto en lo físico como en lo psicológico. Da igual que las sensaciones post-partido sean euforizantes o deprimentes para el jugador. Al día siguiente llega la cruda realidad en forma de fatiga. Y es una fatiga necesaria, justificada e incluso imprescindible, pues sobre ella se edificarán los siguientes rendimientos.

¿Cómo afrontar la gestión de esa fatiga? En primer lugar, conviene desactivar cuanto antes la tensión acumulada. La física y la psíquica. En la mayoría de deportes esa desactivación se busca inmediatamente después de la competición. De ahí que cualquier deportista (salvo casos extremos) proceda a una ligera sesión de recuperación activa después del partido. Hace apenas dos días, Nadal explicaba desde Australia que lo hace en su hotel aunque sean las tres de la madrugada, antes del masaje. Y así en casi todas las especialidades. Incluso en el fútbol, poco dado a someterse a pautas racionales. Esta misma temporada, La Sexta nos ha mostrado a varios jugadores del Atleti realizando series interválicas tras el partido, pasada la medianoche, aunque no es muy habitual pese a ser lo idóneo, pues pocos futbolistas gustan de salir al campo tras el partido para efectuar esas sesiones.

En otros casos, debido a los desplazamientos, no es posible realizar esa recuperación inmediatamente después y hay que dejarlo para el día siguiente. Eso significa que entre el partido y el primer entrenamiento posterior habrá un lapso importante de horas en lo que es imprescindible rebajar la tensión psíquica sufrida. Por esa razón no es malo que los futbolistas salgan a cenar o distraerse. Tras un partido ningún protagonista puede dormir y es positivo que se relajen. Otra cuestión es la forma de relajarse. No es malo cenar, tomar dos copas de vino, bailar, pasear, fumarse un pitillo o relacionarse. Todo ello sirve para desconectar, que es lo que se pretende. Lo malo es el abuso y la desmesura, el exceso y la ausencia de reposo. Una cosa es descomprimir la tensión y otra es la juerga sin fin, que se resume en una mala recuperación y la imposibilidad de reconstruir el físico para el siguiente compromiso.

Si el jugador ha desconectado correctamente, dentro de unos márgenes razonables, llegará fatigado al entrenamiento post-partido, pero una buena sesión de recuperación le permitirá afrontar los próximos compromisos en mejor estado (salvo lesiones). Ese entrenamiento, incomprensiblemente voluntario, resulta imprescindible y puede tener muchas facetas: carrera continua; series de resistencia aláctica; propiocepción; ejercicios de musculación con el propio cuerpo; estiramientos suaves... Nada exigente, pero muy importante. No es un día para entrenarse mucho y fuerte, pero sí para hacerlo porque es ahí donde el cuerpo y la mente se reconstruyen del esfuerzo realizado y sientan las bases de las siguientes sesiones. Sólo a partir de esa buena recuperación (combinación de la descompresión post-partido sin abusos, el reposo y el ejercicio moderado), el futbolista podrá afrontar el siguiente partido en óptimas condiciones. De ahí la trascendencia del entrenamiento del día depués.

Fotos: FC Barcelona.com - AFP - Milan Ac.com.