
El día del feliz regreso de Petr Cech al mundo de los futbolistas en activo (aunque sea con casco), el Chelsea se ha desmoronado en Anfield frente a un impecable Liverpool (2-0). Desmoronado, diluido, abatido y profundamente herido por la seriedad del equipo de Benítez, poca brillantez pero mucha seriedad, y la puntería endemoniada de Dirk Kuyt, quizás el fichaje más relevante de la temporada en el fútbol inglés, y Pennant. Si el Manchester vence mañana al Arsenal, la Premier estará ya al alcance de los de Ferguson y escapándose al galope de los de Mourinho (serán nueve puntos de ventaja), que apenas conserva la segunda plaza con cinco puntos sobre el Liverpool.

Queda por averiguar si este tremendo bajón que sufre el juego del Chelsea, y que ya dura varios meses, quedará resuelto en cuanto regresen Terry, Carvalho, Joe Cole y Makelele o si ahí hay algo más profundo, relacionado con los conflictos de Mourinho con Abramovich y la imposible inserción de Ballack y Shevchenko en el núcleo duro del vestuario. Es indiscutible que la columna vertebral del cuadro londinense está rota, pero cada nuevo partido deja otra duda sobre su recuperación a tiempo para la Champions.

Para el Liverpool, la paliza moral al Chelsea es un estimulante de alta densidad. En doce partidos de Premier jugados en Anfield, Benítez ha ganado diez y empatado sólo dos, sin ceder ninguna derrota, lo que da idea de su solidez liguera, desmentida por sus recientes fiascos ante el Arsenal en las dos copas. Carragher y Agger mezclan mejor cada día en el centro de la defensa y Xabi Alonso y Gerrard también en mitad del campo, mientras Crouch y Kuyt parecen nacidos para compenetrar las asistencias del primero y los remates del segundo. Equipo de acero inoxidable, con el que se equivocarán todos aquellos que lo desprecien por su falta de plasticidad. El Liverpool es un camaleón que parece dormir la siesta y cuando menos lo esperas te sacude una dosis letal.
Fotos: Getty - Liverpoolfc.com.