Con la confirmación de su positivo por EPO en el contraanálisis que se acaba de conocer, la carrera ciclista de Roberto Heras toca a su fin. A punto de cumplir 32 años, el corredor bejarano afronta una sanción mínima de dos años, con lo que cabe prever que sus mejores éxitos ya quedan atrás. Al mismo tiempo, sin duda se abrirá un largo camino de recursos ante la justicia ordinaria en busca de un apaño que quizás llegue, pero que ya no podrá limpiar el historial del magnífico ciclista.
Su dopaje ha sido meridiano e indiscutible, por más que su abogado incluso intentara llegar a un acuerdo (al estilo de las películas americanas) con el director del laboratorio de Madrid para pactar una salida indolora. La EPO es el ‘agua medicinal’ del pelotón: 44 ciclistas han dado positivo por EPO en los cinco años que dicho control lleva en vigor, cifra escandalosa si tenemos en cuenta que el elevado coste económico de cada control provoca una relativamente pequeña cantidad de ellos.
Llegarán ahora las excusas y las argucias de abogados intentando enmascarar el positivo. Una cohorte de interesados pretenderán convertir en “falso” lo que es un concluyente dopaje. Ciclistas actuales que dirán no creer a Heras capaz de doparse; antiguos campeones que asegurarán que no hay dopaje en el ciclismo, quizás para evitar que alguien vuelva a sospechar de sus viejos e increíbles éxitos; directores de equipo que jurarán no saber nada del asunto y seguirán poniendo la mano en el fuego; periodistas afamados que lanzarán sospechas sobre los métodos de detección, intentando salvar lo insalvable; y así hasta la náusea con tal de marear y liar lo suficiente al lector desprevenido, como para que piense que todo se debe a una conspiración. Por fortuna, sucedió en la Vuelta y no en el Tour, con lo que esta vez no podrá acusarse a “L’Equipe”.
En paralelo a la confirmación del positivo se ha desvelado la respuesta al gran misterio: ¿por qué Heras no rinde en el Tour y sí en la Vuelta? ¿Por qué se arrastra en julio pero arrasa en septiembre? ¿Cómo logra pedalear a más de 56 kilómetros por hora un no especialista? Aquí tienen las respuestas: porque aún creían que la Vuelta era una carrera con controles laxos y blandos. Pero después de haber pescado en dos años a Aitor González, Tyler Hamilton y Roberto Heras, la Vuelta ya es como el Tour. Al menos en los controles.
Advertencia: no busquen declaraciones de los médicos que rodean el ciclismo. No las hallarán. Están agazapados, como siempre, hinchándose a ganar dinero desde detrás de las bambalinas. Si quieren conocerlos con nombre y apellidos aquí les dejo la última entrevista con Jesús Manzano.