Velocidad, intensidad, presión. Los conceptos que manejamos a diario para
definir el fútbol. Una concepción acorde con los tiempos modernos, donde el
vértigo es norma y la velocidad, una característica vital. El ritmo ha crecido exponencialmente
y el presente ha desaparecido: cuando pretendemos asirlo ya es pasado. Los
periódicos sólo publican noticias ya caducadas y los futbolistas han de ser
velocistas porque el juego exige que todo transcurra rápido. Hasta que alguien
pone un contrapunto al vértigo irrefrenable.
Ocurrió hace unos días, charlando
con un ojeador del Barça. Uno de esos hombres que patean campos anónimos en
busca de perlas desconocidas que incorporar a La Masia. Hablamos del fútbol
actual y del maravilloso primer gol del Real Madrid al Ajax en Champions,
cuando Özil, Kaká, Benzema y Cristiano Ronaldo ejecutaron el contragolpe
perfecto, una obra maestra de galope y precisión, quizás el mejor de cuantos ha
protagonizado este equipo que lleva años especializado en ese movimiento veloz.
Ya hemos dicho en muchas ocasiones que la mejor jugada del Madrid es el saque
de esquina en contra, pues lo defiende atacando y ha logrado docenas de goles
en combinaciones breves y certeras, relampagueantes.
El ‘scouter’ barcelonista, sin embargo, quiso hacer hincapié en un detalle
mayor: “La precisión de los toques, el acierto en los desmarques hacia el
exterior de Kaká y Benzema ofreciéndose para dar el último pase, la velocidad
colectiva de ejecución… Pero, por encima de todo, la pausa que interpreta Özil.
Son unas centésimas de segundo apenas. Imperceptible. Ni siquiera toca el
balón. Simplemente se detiene unas milésimas. Y esa pausa es la que facilita el
gol”.
Pausa dentro del vértigo. Lo certifica alguien que entiende mucho de fútbol. Pero esta no fue la sorpresa que me llevé aquella tarde, tomando café con el reclutador de jóvenes promesas. La sorpresa llegó a continuación. “La clave de Messi no es su velocidad”, me dijo. “La clave es su pausa. A Cristiano le abres la puerta y sigue corriendo, pero con Messi nunca sabes lo que va a hacer. Puede correr como el más rápido y, de pronto, detenerse en seco. Ahí te ha ganado. En la pausa”. Messi como símbolo de la pausa más que del frenesí. Nunca lo había visto de este modo, pero cuando lo reflexioné me pareció un pensamiento razonable y poderoso. Enmarcados en la velocidad de los tiempos actuales, valoramos más la rapidez que la calma y quizás eso nos ha llevado a analizar a Messi bajo un prisma erróneo: midiendo sólo su velocidad. Claro, es un relámpago y un trueno al mismo tiempo y nos conformamos con esa descripción. Pero es más: es la pausa en el momento preciso. A Messi le abres la puerta y no sigue corriendo. Ahí te derrota.
- Publicado en Sport (1-X-2011)
Pausa dentro del vértigo. Lo certifica alguien que entiende mucho de fútbol. Pero esta no fue la sorpresa que me llevé aquella tarde, tomando café con el reclutador de jóvenes promesas. La sorpresa llegó a continuación. “La clave de Messi no es su velocidad”, me dijo. “La clave es su pausa. A Cristiano le abres la puerta y sigue corriendo, pero con Messi nunca sabes lo que va a hacer. Puede correr como el más rápido y, de pronto, detenerse en seco. Ahí te ha ganado. En la pausa”. Messi como símbolo de la pausa más que del frenesí. Nunca lo había visto de este modo, pero cuando lo reflexioné me pareció un pensamiento razonable y poderoso. Enmarcados en la velocidad de los tiempos actuales, valoramos más la rapidez que la calma y quizás eso nos ha llevado a analizar a Messi bajo un prisma erróneo: midiendo sólo su velocidad. Claro, es un relámpago y un trueno al mismo tiempo y nos conformamos con esa descripción. Pero es más: es la pausa en el momento preciso. A Messi le abres la puerta y no sigue corriendo. Ahí te derrota.
- Publicado en Sport (1-X-2011)