Hay jugadores que hacen jugadas y futbolistas que juegan al fútbol. La
diferencia no es semántica, sino sustancial, aunque ambas categorías
coincidan en un mismo terreno de juego y, a veces, las confundamos.
Jugadores que realizan jugadas brillantes, magníficas, que arrancan
aplausos y ovaciones por su belleza estética o su eficacia
contundente. Futbolistas que entienden el fútbol, lo practican en su
dimensión colectiva, engrandecen al grupo y se retroalimentan de él; que
redefinen posiciones y convierten lo complejo en simple y normal. En el
fútbol hay sitio para ambas categorías, pero si los jugadores progresan
en lo individual a base de acciones acertadas, los futbolistas hacen
crecer a su conjunto de forma global.
Lo que pretende Guardiola con su equipo es ocupar el terreno
de juego según criterios que modifica de manera constante, incluso dos
veces por semana. Mantiene los principios identitarios del juego de
posición y varía la forma de ocupar el campo. Anoche plantó dos estacas
en el ataque: una en cada banda, pegadas a la cal, llamadas Adriano y Villa. Los futbolistas hicieron el resto. Se ubicaron tres en defensa, dos de ellos laterales y el tercero un mediocentro reciclado; formó Thiago Alcántara como falso zurdo para escorar el campo por la izquierda; se alineó Pedro como falso 9 supliendo al ausente Cesc;
y entre todos pusieron en práctica la partitura clásica: mover,
asociarse, avanzar juntos, agruparse en una zona para romper por la
contraria. Mientras pudo someter al Sporting, le bastó con tres
defensas. Cuando dejó de dominarle por dentro, cambió a cuatro. Al
perder el balón, se vulgarizó y tuvo que recurrir a hacer jugadas, una
faceta en la que Messi se siente cómodo, pero el equipo se
desvirtúa. Cuando recuperó el cuero, lo utilizó como paraguas, para
protegerse por si acaso; y como instrumento para hacer el acordeón y
dejar pasar el rato.
En los partidos grises como el de ayer en
Gijón, los futbolistas sostienen el entramado. Puede haber actuaciones
individuales discretas, pero el respeto a la identidad colectiva y al
modelo de juego es garantía de supervivencia. Los futbolistas son los
cimientos del Barça aunque haya jugadores excelsos que tengan un mal
día. Xavi es el paradigma del futbolista. Busquets y Mascherano no le andan a la zaga. Thiago
está en pleno cambio de piel: empezó siendo un extraordinario jugador
de jugadas y está transmutándose en futbolista. Los maestros andan
enseñándole bien por dónde transcurre el camino de su futuro.