Tres en cuatro días:
Gurpegui, Canales y Rossi. Ligamento cruzado anterior de la rodilla. No son los
únicos. Antes cayeron Afellay, Vadillo y algunos más. Es una lesión inevitable en el fútbol
(o en rugby, donde hubo dos similares en el Mundial), que puede tener causas
multifactoriales y también mucho de azar.
Ha habido varias
epidemias tristemente famosas: la del Barça en la temporada 2004-2005 o la de
la Liga española en la 2006-2007. La barcelonista encadenó cuatro roturas de
ligamento consecutivas: Motta, Edmilson, Gabri y Larsson. Cien teorías, mil
explicaciones, pero ninguna certidumbre. Se acusó al entrenamiento, al césped,
a la alimentación, a los tacos de las botas y a las máquinas vibradoras. Sin certidumbre ninguna de las acusaciones. En el consenso popular se acabó mirando
a las máquinas vibradoras pese a que dos de los lesionados jamás las
utilizaron.
Dos años más tarde
cayeron 17 futbolistas de la Primera División española entre el 28 de julio y
el 30 de noviembre de 2006: Valerón, Moratón, Gonzalo Rodríguez, Pires, David
García, Marchena, Bodipo, Cicinho, Óscar López, Tiko, Maxi Rodríguez, Petrov, Albelda,
Gavilán, Moretti, Nihat y Regueiro. Una sangría indescriptible: 17 roturas
ligamentosas en cuatro meses. Lo nunca visto. Sin causas aparentes respecto de
años anteriores ni posteriores. Cinco jugadores del Valencia, tres del
Villarreal, diez clubes implicados, la mitad de los que componen la Liga.
Desde entonces, y aunque
el césped, los tacos, los entrenamientos o el número de partidos no han variado de forma significativa, el número de lesiones jamás volvió a acercarse a lo de aquella
pesadilla. Ahora, Canales, Gurpegui y Rossi, tres en cuatro días, nos recuerdan ese otoño infernal de 2006 o
la epidemia barcelonista de 2004. Sin duda, siempre hay causas que expliquen
parcialmente una lesión: algunas son concretas, otras genéricas y también las
hay que son difusas. Pero lo que no podemos olvidar, en ningún caso, es que el
fútbol posee un alto componente azaroso.