La riqueza del fútbol ha generado equipos memorables: la Hungría de
los 50, el Brasil del 70, la Holanda del 74, el Madrid de Di Stéfano, el
Ajax de Cruyff, el Brasil del 82, el Milan de Sacchi, la Quinta del
Buitre, el Dream Team, los Galácticos, la España de los bajitos, el Pep
Team... Y todo lector añadirá, por lo menos, media docena de equipos
fabulosos e inolvidable recuerdo. No hay 'numerus clausus' en el olimpo de
los conjuntos legendarios, así que sería necio reducirlos a la mínima
expresión. Dos de ellos, sin embargo, poseen un parecido incuestionable:
el Brasil que cae en Sarrià y no conquista el Mundial de 1982, que le
estaba predestinado; y la España que inicia en 2008 un camino triunfal
del que no se avizora su final.
En ambos casos, sus
centrocampistas resultan superlativos. Por Brasil se alinean Sócrates
Brasileiro, Falcao, Toninho Cerezo y Zico, con dos ayudantes de lujo:
Junior, lateral explosivo, y Eder, extremo volcánico. De hecho, ambos
son dos centrocampistas más. Aunque, bien mirado, ¿qué significaba ser
centrocampista en aquella selección? En realidad, el suyo era un juego
fluido, casi líquido, de movilidad constante, donde las posiciones se
mantenían y los hombres pasaban por ellas sin pagar peaje. Equipo de una sola dirección: atacar. Cerezo
y Falcao se asimilarían a lo que ahora denominamos mediocentros;
Sócrates y Zico, a lo que consideramos interiores con llegada. Cuatro
futbolistas descomunales, que tejieron exhibiciones memorables... para
acabar perdiendo. El fútbol devuelve tanto a sus protagonistas que ni
siquiera semejante batacazo ha borrado de la memoria aquella selección
de lujo.
La España actual es muy parecida, con la diferencia
histórica que ha conseguido ganar los dos títulos mayores. Sus medios
son su fuerza. Parece mentira que se hayan desperdiciado décadas en
averiguar cuál era el punto fuerte de nuestro fútbol: sus
centrocampistas. De todo pelaje, dimensión, corte y perfil. Medios,
medios, medios. Un país de centrocampistas: Xavi, Iniesta, Busquets,
Xabi Alonso, los mundialistas. Silva, Cesc, Cazorla, Mata, Thiago... Futbolistas diferenciales todos ellos en sus clubs. Los del Barça, sin
palabras; Xabi Alonso en el Madrid, bisagra del equipo; Silva, la
revolución en Inglaterra, que acaba de descubrir, boquiabierta, lo que
vale uno de estos artistas; Mata en el Chelsea, deslumbrante; Cazorla,
vaciando de contenido al Villarreal; Javi Martínez, ancla bilbaína. Y los que vienen detrás,
garantizando la continuidad...
Sé sobradamente que hay otros muchos grandes
equipos memorables, pero estos dos poseen el hilo conductor de sus
medios. Ni siquiera su destino ha resultado parejo: Brasil se despeñó,
España subió a los altares. Ambos han sido obra de futbolistas nacidos
con un don: jugar donde se fabrican los sueños. En el centro del
universo fútbol.