jueves, abril 05, 2007

Mourinho se equivoca y Silva se doctora


Poca brillantez, pero muchísima competitividad. Para afrontar el partido de los pequeños detalles, Mourinho ha planteado un cambio táctico importante y Quique ha replicado con un posicionamiento previsible, pero superior. El cambio de Mourinho ha sido plantar a Obi Mikel de mediocentro en lugar de Makelele (que no estaba lesionado) y escoltarle con Lampard y Ballack para que Salomon Kalou pudiera ejercer de tercer delantero en un retorno al viejo 4-3-3 de otros tiempos. O sea, Kalou en el rol que tan bien ejecutaba Joe Cole el año pasado.

Pero el invento no ha funcionado, en gran parte por ese 4-2-3-1 dibujado por Quique, alumno precoz, con Albiol acompañando al capitán Albelda (ocho faltas entre ambos) en el doble pivote, Joaquín y Vicente (nuevamente roto) trabajando en la contención y también en la apertura por bandas y Silva de enganche libre por detrás de Villa. La defensa blue se ha comido a Villa, como esperábamos, pero a cambio Obi Mikel ha dejado vivo a Silva, que se ha enseñoreado cuanto ha querido, regalando un pase de gol a Villa, fallando otro a bocajarro y ensartando a Cech de un trallazo parabólico impecable. Donde Messi empezó a forjar su leyenda, Silva se ha doctorado.

Hasta aquí el decepcionante plan de Mourinho, cuyo Chelsea anda atascado toda la temporada, digiriendo mal las pesadas incorporaciones de Ballack y Shevchenko, y también la superioridad de un Valencia muy italiano, que no ha apuntillado, lo que era garantía de sufrimiento en la reanudación. Y la segunda parte ha sido, en efecto, francamente muy italiana, con seis valencianistas (más portero) sin abandonar nunca su campo y Drogba recibiendo balones por arriba y por abajo (trigésimo gol suyo esta temporada) a través de ese juego tan directo que gusta en Stamford. Última media hora de mucho oficio: el londinense, en plan séptimo de caballería, ya sin mediocentro defensivo, con Joe Cole y Wright-Phillips desmelenados sobre el campo; el valenciano, muralla doble con ocho y hasta diez jugadores repeliendo cuanto les alcanzaba. Juego en el área del lento Cañizares, pero con poco peligro verdadero, aunque ya sabemos que el Chelsea es el equipo capaz de convertir cualquier melón en un gol a favor.

Como ha dicho Mourinho al acabar, en declaraciones tan humildes y modestas que me han sorprendido, este Chelsea no da para más ni para un mejor juego, aunque sus biorritmos competitivos son tan extremos que sigo viéndole capaz de cualquier proeza. Hace bien el Valencia en mostrarse cauto ante la vuelta, no en vano los blues han marcado en todos los partidos de esta Champions (salvo en el intrascendente de Bremen), sin importarles jugar en casa o fuera. Así que el empate no es un mal resultado para nadie, pero tampoco excelso para los valencianistas, pues finalmente la única conclusión es que Stamford Bridge, por una vez, ni ha sentenciado ni siquiera ha sido concluyente para conocer el rival del Liverpool en semis.



Y en el Olímpico, la Roma ha cumplido mis previsiones (por una vez). Carrick y Scholes no han soportado la presión de los cinco centrocampistas romanistas y el Manchester United se ha convertido en una sombra del líder inglés. Alguna pirueta brillante de Cristiano Ronaldo, autor de un slalom excelso en el gol visitante, y un control frío y preciso de Rooney como único bagaje. El resto, agua.

La Roma es mucha Roma como pudo comprobar el Olympique en Lyon. Se planta en el campo como quien no quiere la cosa, con el escobero de De Rossi por detrás y un ritmo tranquilo, pero que acaba arrollando al rival. Mancini y Taddei, con sus regates y cambios de ritmo trepidantes, han mareado a la frágil defensa mancuniana hasta convertirla en un coladero por donde Totti y Vucinic se han hartado de golpear. Si algo le ha faltado al equipo de Spalletti es convencimiento en sus propias posibilidades, incluso cuando Scholes se ha autoexpulsado, pues ha podido desmantelar al ManU y le ha dejado escapar vivo hasta la decisión de Old Trafford, donde sigo viendo a los italianos con un peldaño de ventaja, aunque esa caldera promete ser un infierno.

Fotos: AP - Getty.