
Ni en sueños podíamos imaginar un campeonato tan abierto, competido y de alto riesgo como el español. Cuando tantas teorías poco fundamentadas se disparan sobre la mayor o menor calidad de otras ligas europeas, es una gozada contemplar el panorama de la nuestra. Los seis primeros equipos en apenas nueve puntos. Los seis últimos, también en una horquilla de nueve puntos. Y bastantes enfrentamientos directos todavía por disputar.

Rebote milagroso

La contundencia en el remate no es un punto fuerte del Barça. No lo ha sido en los últimos tres años, en los que el equipo de Rijkaard ha necesitado en la mayoría de partidos crear un contenedor de oportunidades para transformar unas pocas. Así ha ganado gran parte de los encuentros: por insistencia y aplastamiento, pero también con un deficiente ratio entre ocasiones y goles. El defecto se acrecienta si enfrente tienes un rival que renuncia a todo y planta sus once hombres en el cuarto trasero de su campo.

El penalti fue de Diarra a Garay

Se ha discutido bastante si el abrazo de Cannavaro a Zigic en el minuto 90 fue penalti (el de Diarra a Scaloni no tiene discusión: no fue falta). Pero tras mucho rebuscar en toda la prensa de ayer no he encontrado ninguna mención a lo que realmente pitó Turienzo Álvarez en ese último minuto del Rácing-Madrid: el derribo con los dos brazos de Diarra a Garay, auténtica llave de judo. Basta ver la repetición de la jugada para comprobar que es esa la falta que indica el árbitro y no la de Cannavaro y cómo el propio Turienzo señala directamente al mediocentro madridista como autor de la falta. Espero que esta noche, Fiebre Maldini muestre las imágenes.
El Liverpool de Santander

Fotos: AP - AFP - FC Barcelona.com - EFE.