jueves, abril 12, 2007

El oficio más viejo del siglo


El día que Lukas Podolski nació en una pequeña población industrial del sur de Polonia, Paolo Maldini hacía ya seis meses que había debutado como titular en el Milan. A Maldini le ha dado tiempo en esos veintiún años transcurridos desde que nació Podolski a disputar siete finales de Copa de Europa, ganar cuatro e incluso marcar el gol más tempranero de una final. Y ahora, como cada año por estas fechas, Maldini vuelve a estar en la pomada. Su equipo no juega bien. No ha jugado bien en toda la temporada, pero cuando ha llegado el momento de la verdad vuelve a estar entre los de arriba.

Zinedine Seedorf tiene gran parte de culpa porque en un primer tiempo espléndido ha cazado al zorro alemán a base de astucia, habilidad y control del espacio. Ya no es el gran Seedorf de finales de los 90, pero mantiene la esencia de sus virtudes, con lo que le han bastado un quiebro de cintura y un pase de tacón (con fuera de juego incluido) para hacer astillas el barco alemán. El resto ha sido tirar de oficio y en eso el Milan es el maestro. Semifinalista ahora, también el año pasado, finalista el anterior, cuartofinalista en 2004, campeón en 2003, al Milan no hay que enseñarle el latín de la Champions y mucho menos un Bayern al que ni la fuerza física ha acompañado.

La Copa de Europa es un jardín que los milanistas consideran casi propio. Cuando sus jugadores escuchan el himno de Haendel que envuelve los partidos de Champions se transforman con respecto a los que vagabundean por el campeonato italiano. No es una transformación individual. Inzaghi no se convierte en Superman, ni Ambrosini en el Capitán América. Es una transmutación colectiva mediante la cual una heterodoxa mezcla de veteranos en viejas guerras, brasileños de todo corte, italianos de impecable terno defensivo y algún holandés errante se reformulan en sociedad colectiva y sacrificada, homogénea y fiable, reconstruida para seguir quemando etapas. De ahí que gente prejubilada como Maldini (38 años), Cafú (36) o Serginho (35) vuelvan a llamar a la puerta de la final aunque enfrente tendrán al más talentoso de los equipos europeos del año.

Del Bayern sólo se puede asegurar que no ha decepcionado. Ha seguido su mala senda de toda la temporada, apenas corregida en momentos puntuales a base de derroche físico. Anoche casi ni siquiera pudo mostrar esa superioridad física, enredado en sus propias lagunas. Sus centrales, un día más, fueron sus peores defensores y sus mejores atacantes. Sus delanteros fueron, un día más, rematadores al vacío o al muñeco. Salihamidzic y Van Bommel, dos especialistas en bravuconadas más que en fútbol. Y Hitzfeld, un imitador de los peores errores ajenos, perpetrador de un cambio suicida en el descanso: quitar a Ottl (el único capaz de aportar algo de luz) para meter a Santa Cruz (el jugador más improductivo del Bayern en el presente siglo) es una de las peores decisiones que se podían tomar en esta Champions. Para Hitzfeld, el dudoso honor y también la misión de reconstruir al Bayern para el futuro.

Fotos: AP - AFP = Reuters.