miércoles, abril 05, 2006
La consagración de Riquelme
Es difícil ser más humilde en la cumbre. Más cauto, prudente, sereno, modesto y sobrio. Riquelme lo es. Media Europa le ha visto consagrarse ante el especulativo Inter, pero el genial argentino no parece inmutarse por la hazaña de su Vila-real. Enfrente han estado el gigantesco Adriano, el hábil Figo, el cerebral Cambiasso, la ‘brujita’ Verón, el tanque Samuel, el veloz Stankovic, la eterna promesa Recoba, el fiable Zanetti, el escurridizo Martins, el camorrista Materazzi (al que deben caerle varios partidos por partirle la cara a Sorín). Frente a todos ellos se ha plantado Riquelme y les ha echado de Europa.
“El Inter quedará eliminado a poco que Riquelme apunte bien”, escribí tras la ida. Y así ha sido. Auténtico mago del balón, quizás el hombre más calmado del mundo con un balón en los pies, sangre congelada, metrónomo de hielo, regateador en baldosines, intérprete de los distintos tiempos que debe tener un partido, ahora pausa, ahora rapidez. Un hombre que fuera del campo no quiere focos, pero que dentro acepta todo el protagonismo, para lo bueno y lo malo. Un hombre a quien le han diseñado un equipo a medida.
Porque no sólo es Riquelme. El Vila-real es la definición de un equipo de fútbol asociación. Juego colectivo, solidario, desprendido. Sin mucha brillantez. Lejos del ‘fútbol champagne’ de otros grandes. Fútbol de sudor y dos para uno, coberturas en todos los rincones, pase al compañero, ningún hueco por cubrir, todos a una y uno (Riquelme) por encima de todos. Heroico submarino amarillo, club menor que ha entrado a la primera en el salón de la gloria, allí donde el Olympique de Lyon lleva 19 años siendo rechazado o el Arsenal aún no ha logrado ser invitado. Grande a fuerza de fútbol, de conjunto, de sacrificio y también de velocidad, desmarque y genialidad. Vila-real y Riquelme ya están unidos para siempre.
Y como siempre, el Milan en semifinales. De la misma forma ridícula, absurda y tacaña que siempre interpretan los italianos. Con un OL mayor, equilibrado en todas las líneas, fenomenal Cris en defensa, Diarra como mediocentro, Juninho en el empuje, la garra y la precisión. Un Olympique semifinalista hasta dos minutos del final frente a un Milan desconocido, avejentado en defensa (34 años de edad como promedio), con un portero hilarante, roto en el centro del campo y fiado todo al gran Pippo Inzaghi. Ancelotti ha encabritado al personal retirando a Pirlo para meter a Ambrosini y vaciar después el centro del campo sacando a Maldini por Gattuso, lo que ha dejado la clasificación del Milan en manos de centros a la olla. Bueno, pues así lo ha conseguido a falta de dos minutos. El OL tenía ya la tarjeta de embarque y se la ha dejado quitar de las manos. Picardía italiana, ingenuidad francesa. Unos pusieron el fútbol y el Milan dio el puñetazo sobre la mesa.
Fotos: Riquelme con Figo (AP); Arruabarrena celebra su decisivo gol (EFE); e Inzaghi, el suyo (AP).