miércoles, abril 05, 2006

El día del ‘desatascador’


El partido contra el Benfica no se jugará en el Camp Nou, sino en un espacio cerrado, oscuro, feo y húmedo: en el cerebro de los jugadores del Barça. Ahí están todas las claves. El factor psicológico, el estado anímico, el posicionamiento mental, llámenlo como quieran. El cerebro. Los recientes problemas del equipo han sido físicos, tácticos, de acierto o de lesiones, pero eso ya es el pasado. El presente inmediato pasa por el cerebro. Ahora mismo, el Barça es una gigantesca botella de cava frenéticamente agitada. Las burbujas están en proceso de estallar, pero la botella no ha podido ser descorchada en los tres últimos partidos por variadas razones. Pero ya no va más: o el tapón salta hoy o estalla la botella. Así están las cosas.

Hay razones físicas para que esto haya sucedido. Múltiples y serias lesiones han roto los cimientos del equipo (Márquez, Edmilson, Motta) y su puñal (Messi), casualmente los cuatro héroes de Stamford Bridge. Las rotaciones se han reducido exageradamente, pues ni siquiera Sylvinho ha podido permutarse con Gio. El equipo ha jugado ocho partidos en cuatro semanas. La planificación física parecía la adecuada, pero la falta de frescura detectada hace atisbar que no todo ha sido perfecto.

Las razones físicas han desembocado en consecuencias tácticas. Todo lo anterior ha provocado cambios en las alineaciones, incluso modificaciones sustanciales, como la alineación de Motta como central o la de Iniesta en el papel de mediocentro. Los automatismos, factor esencial en un equipo, se han tenido que revisar. Larsson ha jugado muchos minutos y Giuly muy pocos. Etoo ha vivido largos ratos en la banda y algunos repescando balones en el centro del campo. La máquina engrasada ha sufrido espasmos.


Y el cerebro. Primero fue la satisfacción por eliminar al Chelsea, causante de una relajación comprensible. Después, cierta complacencia ante el trabajo bien hecho y la Liga virtualmente conquistada. Más tarde, la manifiesta superioridad teórica sobre el Benfica se transformó en suficiencia. A continuación, la falta de acierto en el remate se convirtió en ansiedad. Y en este preciso instante llega el partido de esta noche. Ansiedad. Burbujas a punto de estallar. Botella de cava frenéticamente agitada.


La receta es simple porque ambos equipos conocen todos sus trucos, tretas, recursos y alternativas. Su Plan A y su Plan B (el del Barça se llama Larsson, Maxi y Sylvinho. No hay más, salvo Edmilson aún convaleciente). La receta es paciencia. Templanza, serenidad, dejar fluir los automatismos, los mecanismos construidos en estos tres años. Confiar en uno mismo. Jugar veloz, pero huir de la aceleración frenética. No confundir la rapidez con el atolondramiento, la velocidad con la prisa. Hay que gestionar una actuación de 90 minutos, que pueden ser 120 si el Barça evita encajar un gol. Dos horas completas dan para jugar bien, imponer el estilo propio, crear fútbol combinativo y mantener siempre la lucidez, la frescura, la concentración. Es un partido de cerebro y no de piernas. De cabeza y no de corazón, por más que pueda parecer lo contrario.


Es el día del ‘desatascador’. Bastará con hacer bien lo que se sabe hacer bien. Bastará con jugar concentrados y serios. Bastará con crear las ocasiones que se acostumbran a crear. Y en cuanto se consiga un gol, el tapón saltará por los aires y la ansiedad se convertirá en fluidez. En este caso, probablemente llegará una goleada. Pero sólo si alguien, aunque sea el menos pensado y en un rebote absurdo, logra desatascar primero el tapón y acabar con la ansiedad. Si se consigue eso, goleada.

Vídeos: La fantástica victoria del Vila-real sobre el Inter y el milagroso triunfo del Milan sobre el Olympique (gentileza de FútbolArte.com)





Fotos: Etoo en Lisboa (EFE); Gio frente a Ricardo Rocha (Getty Images); y Ronaldinho en el partido de ida (EFE).