Música | Panic (Panic on the Streets of London)
# The Smiths
Los ojos de Riquelme relataban miles de historias. La del futbolista errante. La de la afición pasional. La del club modesto. La de la ambición sin límites. La de la aventura improbable. La de la sorpresa merecida. La de la reivindicación de la pausa. Los ojos de Riquelme eran un cúmulo de historias personales, de vivencias futbolísticas. Pero también eran ojos de pánico ante ese portero alemán que se agigantaba por segundos. Un metro noventa de guardameta que crecía a ojos vista, a lo alto y a lo ancho, con sus manoplas gigantescas, sus puños de hierro, sus reflejos imposibles para los 36 años. Ojos de pánico los de Riquelme porque su cerebro le repetía esa frase maldita: “Nadie se acordará de nosotros cuando hayamos muerto”. O algo parecido.
Los ojos de Riquelme eran un tratado de psicología aplicada. Los ojos del lanzador de penaltis reflejan siempre de antemano lo que sucederá. Los ojos explican previamente si los músculos obedecerán al cerebro o si, por el contrario, la presión arterial perturbará la perfección del golpeo. Los de Riquelme eran del segundo tipo. Ojos de pánico ante la ocasión histórica. Ojos de miedo frente al gigante germánico. Ojos de estupor por el error anunciado.
Crueldad futbolística. Como casi siempre. Dominar el campo, poseer el balón, combinar con precisión, desmoronar al rival, atacar, atacar y atacar. Pero rematar mal, flojo, desviado o simplemente contra el muro alemán. Es la tópica ley del fútbol, que esta vez se le ha aplicado sumariamente al valiente Villareal. ¿Jugó Arsenal al ‘catenaccio’? Ni siquiera eso. Simplemente jugó a nada, o a lo que buenamente pudo, porque Riquelme y los suyos así lo decidieron. Dos hombres resumen esta tragedia de aires griegos: el mexicano Guille Franco, hábil, veloz, duro, pero sin acierto en el remate; y el alemán Jens Lehmann, alto, potente, serio, certero en todas las paradas. Nada más.
Un gran equipo que pudo sentenciar en la ida se ha visto desbordado en la vuelta, pero ya suma 919 minutos europeos con la puerta a cero, récord histórico. Un modesto conjunto construido con retales que otros despreciaron ha descompuesto al poderoso Arsenal, pero no ha sabido apuntillarle. El submarino no se hundió por los disparos de los ‘gunners’, sino porque chocó contra una roca: la roca del desacierto. Esa roca era lo que se reflejaba en los ojos de Riquelme. Una roca cruel.
Vídeo: El penalty que Lehmann le detiene a Riquelme y acaba con un sueño fantástico. Versión argentina (ValeChumbar.com).
Música: Escuchen con atención las primeras palabras de la canción de The Smiths. Dicen así: Panic on the streets of London...
Fotos: Riquelme besa el balón antes de disparar el penalty (EFE); Lehmann detiene el lanzamiento (AP); Guille Franco se lamenta tras uno de sus desaciertos (EFE); y Lehmann celebra una parada que vale una final (AP).