# The Smiths

Los ojos de Riquelme relataban miles de historias. La del futbolista errante. La de la afición pasional. La del club modesto. La de la ambición sin límites. La de la aventura improbable. La de la sorpresa merecida. La de la reivindicación de la pausa. Los ojos de Riquelme eran un cúmulo de historias personales, de vivencias futbolísticas. Pero también eran ojos de pánico ante ese portero alemán que se agigantaba por segundos. Un metro noventa de guardameta que crecía a ojos vista, a lo alto y a lo ancho, con sus manoplas gigantescas, sus puños de hierro, sus reflejos imposibles para los 36 años. Ojos de pánico los de Riquelme porque su cerebro le repetía esa frase maldita: “Nadie se acordará de nosotros cuando hayamos muerto”. O algo parecido.
Los ojos de Riquelme eran un tratado de psicología aplicada. Los ojos del lanzador de penaltis reflejan siempre de antemano lo que sucederá. Los ojos explican previamente si los músculos obedecerán al cerebro o si, por el contrario, la presión arterial perturbará la perfección del golpeo. Los de Riquelme eran del segundo tipo. Ojos de pánico ante la ocasión histórica. Ojos de miedo frente al gigante germánico. Ojos de estupor por el error anunciado.




Vídeo: El penalty que Lehmann le detiene a Riquelme y acaba con un sueño fantástico. Versión argentina (ValeChumbar.com).
Música: Escuchen con atención las primeras palabras de la canción de The Smiths. Dicen así: Panic on the streets of London...
Fotos: Riquelme besa el balón antes de disparar el penalty (EFE); Lehmann detiene el lanzamiento (AP); Guille Franco se lamenta tras uno de sus desaciertos (EFE); y Lehmann celebra una parada que vale una final (AP).