miércoles, septiembre 06, 2006

Unicef

Música | Misunderstood
# Wilco



El presidente Laporta tiene la rara habilidad de enredarse con sus propias palabras, lo que resulta sorprendente tratándose de un abogado, pero ya es reconocido que desde el silencio ejerce mejor la presidencia del Barça. El manejo de las palabras y también de los silencios resulta fundamental en nuestra sociedad y Laporta a veces no consigue emplear las más adecuadas ni hablar o quizás callar cuando procede. Esta escasa habilidad y no otra es la razón por la que el acto oficial de esponsorización de Unicef por parte del Barça no vaya a ser tan unánimemente valorado como se merece.


Diré de entrada que me parece una feliz actuación del Barça. Por la novedad que su
pone que un club deportivo se muestre solidario en esta sociedad egoísta y por la propia voluntad del club de entregar una pequeña parte de sus ingresos y una gran parte de su imagen en beneficio de una causa humanamente noble. Es un acierto que el Barça se manifieste “como un club que tiene alma”, en palabras de su presidente, y que lo demuestre con acciones concretas.

Cuesta mucho más aplaudir el origen de la idea. Porque el origen no fue este, sino la petición agónica a los socios de una autorización para encontrar sponsor que aliviara la difícil situación económica. En una pirueta que ha tenido múltiples rostros, en tres años se ha navegado desde la búsqueda desesperada del maná patrocinador que resolviera las deudas a la nueva faceta de mecenas universal de la infancia desprotegida. Reitero mi aplauso caluroso al acuerdo que se signará con Unicef mañana, pero también mi desconcierto por ese recorrido sinuoso y oscuro que ha transitado por empresas chinas de patrocinios turbios, propuestas milagrosas, apostantes de todo pelo y ninguna transparencia en el proceso hasta el punto que nunca hemos sabido con claridad si las negociaciones para obtener patrocinador empezaron, crecieron, se multiplicaron o murieron.

Y como por arte de magia se pasó de esos 20 millones que se querían ingresar a ese millón y medio que se abonará anualmente a Unicef. Esa es mi única crítica: que en el mismo viaje se haya pasado sin solución de continuidad de esponsorizable a patrocinador de buenas causas, pues ello me hace dudar de que esta acción solidaria haya estado entre los planes de Laporta desde el principio. Más bien parece una feliz idea surgida en un momento de ansiedad ante la imposibilidad de encontrar al sponsor ideal. Lo que no le quita ni una gota de brillo a la idea, original, hermosa y humanamente gratificante.

Fotos: AP - EFE - Sport.