martes, enero 23, 2007

La cultura del ‘ay, ay, ay’


Existe una corriente entre las aficiones, en unas más que en otras, que podemos denominar como la del ‘ay, ay’, ay’ y se define como aquella que siempre teme la llegada de un mañana negativo para el equipo de sus amores. No se trata necesariamente del miedo tangible a alguna amenaza concreta, sino de temores intangibles pero constantes frente a cualquier eventualidad, incluso la más remotas o peregrinas. Así, el aficionado del ‘ay, ay, ay’ elucubra sobre cataclismos y desastres al menor tropiezo de su equipo, al que en su mente procede a desmantelar, despedir al entrenador y vender a sus estrellas en cuanto se suceden dos derrotas, como temiendo que cualquier felicidad pasada sea irrepetible.

Esta corriente, casi cultural, está profundamente enraizada en las personas. Richard Gregory, neurólogo de primera línea mundial, profesor de psicología en Bristol, afirma que “no es verdad que el cerebro esté hecho para buscar la verdad, sino para rellenar, para sobrevivir”. Y esa es la clave que explica la utilización del miedo permanente, pues resulta más llevadera la supervivencia desde el temor que desde la búsqueda de la verdad. De ahí que sea habitual el aficionado que afronta con miedo (no exageremos: digamos temor, más que miedo) cualquier actuación de su equipo, sea por el rival, por las fuerzas propias, los lesionados o eventualidades e incluso supersticiones de todo tipo.

Esta posición de partida (“sufriremos”, “el rival nos machacará...”) está en el origen de dos reacciones opuestas: ante la derrota, la autodestrucción. Ante la victoria, la desmesura. En la autodestrucción se incluye a jugadores y entrenador propio, a quienes se empaquetaría en un contenedor y se regalaría a cualquier entidad rival por medio euro. En la desmesura se avizoran éxitos imparables y se pronostican victorias sin fin por más que las señales de alarma indiquen lo contrario.

Los aficionados que poseen estos parámetros de comportamiento componen el llamado ‘público objetivo’ de periódicos y radios deportivas. Esa es la causa de que dichos medios empleen estrategias maniqueas (viva el blanco, muera el negro y viceversa) pues encuentran un excelente caldo de cultivo en estos ámbitos. Frente al temor autodestructivo del aficionado, el periódico aporta la vacuna de la desmesura. Frente al ‘ay, ay, ay’, esos medios exageran virtudes del equipo propio y los añaden al maltrato estratégico y duradero al gran rival, lo que produce efectos balsámicos en su público y mantiene las ventas.

He escrito todo lo anterior sin la menor intención perversa o agria ni deseos de molestar a nadie. Si lo he hecho, pido disculpas por mi torpeza. Sólo he pretendido encontrar alguna significación a esa cultura del ‘ay, ay, ay’, tan popular y tan transversal entre los diversos colores del fútbol y de la que dejo pendiente de estructurar otra característica común: un cierto rechazo al análisis crítico.

Fotos: AFP - El Mundo - AP.