Hoy es lunes sangriento en can Barça, donde vuelan los puñales sin importar el destinatario con tal de desahogarse. La racha de triunfos excelsos es tan prolongada que la parroquia se descoloca al menor tropiezo y como el Pep Team ya lleva varios en este inicio de temporada post-Mundial resulta lógico que este sea un día de zozobra, vista la torpeza casi estructural frente al gol, solamente comparable con el patatal en que se ha convertido la alfombra del Camp Nou, auténtico peligro para la salud pública.
Día para recordar a Eto'o y cuestionar las decisiones de Guardiola, rescatando sus malos fichajes; o evocar a Ibrahimovic, ahora que vuelve a marcar con el Milan, olvidando el suplicio de su insoportable egoísmo y ausencia; y hasta para rememorar a Larsson echando en la cara de Bojan su nueva oportunidad fallida. Es legítimo que aficionado y crítica saquen punta en las horas malas y señalen a jugadores que fallaron o al entrenador que no acierta con la tecla adecuada.
Eso está ocurriendo ahora mismo: todo el Barça falla y Guardiola no encuentra el botón del desatascador. No sólo Bojan. Tampoco Pedro, ni siquiera Messi aciertan como solían, no se cierran los partidos y hasta los defensas reparten regalitos.
Siendo cierto todo ello, y también la fantástica prestación del Madrid, brillante en grado sumo, eficaz como siempre, pero más veloz, presionante y dinámico que antaño, no lo es menos que nada ha cambiado en el Pep Team. En su estilo reside también su gran defecto. Equipo parido para tocar, asociarse y buscar la victoria a partir del balón, su modelo provoca grandes éxitos y satisfacciones, pero ha generado anticuerpos por doquier. Los rivales saben lo que le duele a este Barça y se esmeran en construir búnkeres sofisticados e inflexibles contra los que se estrellan los chicos de Pep, muy peleados consigo mismos, vencidos por la ansiedad y la precipitación; agarrotados por la angustia y algo encorsetados por el estilo.
Más allá del desahogo, habría que preguntarse si es grave, doctor, y uno tiene la sensación de que no lo es y que la solución consiste en encontrar la vacuna contra esos anticuerpos infernales que atenazan al equipo, sobre todo en los partidos que debe afrontar en el Camp Nou. Habrá que apelar de nuevo a la paciencia.