El foco está tan centrado en Mourinho y Guardiola que el resto de entrenadores transita por zonas oscuras. Lo que no significa que no sean brillantes. Hace pocas semanas, el 26 de septiembre, Juan Carlos Unzúe llegó con el Numancia al Miniestadi y planteó otra fórmula para dificultar la salida de balón a los defensas del Barça B. Unzúe cuenta con la ventaja de conocer todos los secretos del modelo de juego barcelonista, así que su labor fue relativamente fácil: un delantero sobre Bartra, otro sobre Muniesa (central aquél día) y un interior sobre Andreu Fontàs, que se alineó como mediocentro defensivo. Resultado: Rubén Miño tuvo que sacar todo el partido en largo, incumpliendo el precepto número uno del libreto culé.
Consecuencias: Michael Laudrup, Unai Emery y Stale Solbakken visitaron con posterioridad el Camp Nou con la misma idea. En los tres encuentros, el equipo visitante aplicó idéntica medicina que el Numancia de Unzúe: dos delanteros sobre Piqué y Puyol y un mediapunta encimando a Busquets (o Mascherano).
¿Casualidad? Quizás sí, pero me inclino por valorar más al resto de entrenadores y, además, el aspecto del palco del MiniEstadi no admite dudas: plagado de scouters de rivales españoles y extranjeros. Parece como si los entrenadores rivales chequearan al B para comprender al A. Todos estos entrenadores tienen parabólicas y equipos de scouting que analizan las flaquezas del rival y estudian y trabajan fórmulas que rompan los pasillos de seguridad del contrario, que agarroten sus rutinas y cercenen su fluidez.
Antídotos, medicinas, recetas para romper el espinazo del contrincante y construirse una oportunidad para dar la campanada. Al Pep Team se lo han aplicado con profusión a partir del segundo año. Tras el triplete inicial se puso de moda la ‘doble muralla’: diez jugadores amontonados en dos líneas que provocaban el colapso de los barcelonistas, obligados a jugar en pocos metros cuadrados y muy atascados.
Guardiola salió de aquél atrincheramiento como pudo (contra el Inter, simplemente no logró salir), pero los antídotos siguen evolucionando. Ya hemos visto la receta de Unzúe y la de quienes le han seguido. También hemos visto que Levante y Murcia aplicaron con esmero la ‘doble muralla’ al Madrid de Mourinho y obtuvieron resultados positivos, lo que no puede sorprender a nadie: el Madrid se siente feliz con espacios abiertos y libres y con mucha pradera por delante para que sus jinetes veloces desequilibren los partidos. Y se ahoga como todos cuando apenas hay aire entre líneas.
En el fútbol moderno no hay espacio para el gimoteo. La competitividad es máxima y todo entrenador trabaja intensamente para gripar al contrario. No hay que lamentarse por ello, sino invertir horas y neuronas en encontrar los desatascadores adecuados. Esta es una lucha sin descanso, donde cada nueva pequeña fórmula se aplica en cadena y los grandes deben pelear denodadamente para contrarrestarla. Es la batalla táctica más apasionante del momento.
- Publicado en Sport (28-X-2010)