Hoy es bastante obvio, pero en verano hubo muchas voces que mostraron su extrañeza e incluso su pronóstico de un batacazo seguro. ¿Qué pinta Raúl en la Bundesliga y, más concretamente, en el Schalke? Pues pintaba mucho y está escrito hace meses: era uno de los mejores destinos que podía escoger. Se iba de donde no le querían conservar; aterrizaba en uno de los países más serios del mundo; formaba en un club con dinero, estabilidad y voluntad de crecimiento; en una liga madura, pletórica, rica y de constante progreso; se aseguraba una educación formidable para sus hijos; sacaba billete para otra Champions, la decimoquinta de su carrera si no me equivoco; y completaba su formación deportiva en contacto con un fútbol de elite y no secundario.
Estas razones –que expuse en el diario Sport en agosto- fueron repudiadas rápidamente: al parecer, Raúl debía elegir entre la Premier (¿por qué?) y el fútbol árabe: o Londres o bien Dubai, Qatar o algún otro paraíso bajo el sol. Eran prejuicios: o Inglaterra o un retiro dorado. Ni una cosa ni otra. Raúl, jugador listo y persona inteligente, hizo un scouting perfecto y encontró la entidad ideal. Bien, luego las cosas se torcieron: Magath es muy dudoso; la defensa del Schalke, un coladero; el estilo de juego, un interrogante perpetuo; y los resultados, una calabaza. Pero todo eso no invalida el acierto de su elección aunque habrá que valorarla como merece cuando haya transcurrido un tiempo prudencial. En la vida importan los resultados, pero aún más el camino elegido.