Para justificar la contratación de José Mourinho se emplea un argumento doble: Florentino le fichó para ganar títulos y construir una identidad futbolística de la que el Real Madrid adolece desde hace años. El argumentario se adorna con el recuerdo de que varios entrenadores merengues fueron despedidos sin contemplaciones pese a sumar títulos: Heynckes, Del Bosque, Capello, Schuster... todos ardieron en la pira de la excelencia madridista a pesar de sus victorias. Pero el argumento doble es incierto: Mourinho ha llegado para ganar títulos; la identidad futbolística deberá esperar a otro entrenador.
¿Por qué lo afirmo? Porque tras su paso por Chelsea e Inter, el entrenador portugués ha dejado un reguero de títulos y triunfos y un legado de competitividad y tensión, pero ninguna seña de identidad estructural. Su herencia consiste siempre en cohesión del vestuario, consistencia de la plantilla, control de los detalles, manejo de los tiempos mediáticos y un excelente balance de triunfos, pero ningún legado conceptual más allá del pragmatismo, la ambición y una gran capacidad de competir, facetas por cierto inherentes al Madrid. ¿Qué idea futbolística ha legado a Chelsea o Inter? ¿Qué idea del fútbol le perdurará cuando se haya ido de Madrid? Ninguna. Mourinho es un hombre de acción, algo trascendental y bien valorado, pero no cabe pedirle una creatividad conceptual que sí poseen Cruyff, Van Gaal o Bielsa. Es un técnico que se adapta a los tiempos y las necesidades. Camaleón del banquillo, donde va aplica su excelente método de trabajo y lo modifica en función de entorno y jugadores a fin de obtener un único objetivo: la victoria sin importar el precio a pagar.
Podemos discutir si esto es lo que quiere la afición madridista y habrá opiniones para todos los gustos aunque creo que mayoritariamente sí le importa ese precio a pagar. Al madridismo le importa e interesa el triunfo, como a todos los equipos, pero también el camino para llegar hasta él. Así se comprenderían los recientes despidos de Capello y Schuster tras ganar la Liga, que apenas provocaron lágrimas en las tribunas del Bernabéu. Distinto es Florentino, un presidente en busca de títulos y que viene fracasando en el intento desde hace ya seis años. A Florentino no le interesa el camino, sino únicamente la meta, de ahí que optara por Mourinho sin importarle el espectacular catenaccio con que accedió a la final de Champions, ni que tampoco muestre el menor rubor ante el ninguneo institucional hacia la cantera blanca. Su único objetivo es vencer sin que importe cómo. Y para eso, Mourinho es perfecto y nunca ha prometido algo distinto. ¿A qué viene, por tanto, tanta vestidura rasgada entre los medios de Madrid?
- Publicado en Sport (2-X-2010)