Bojan Krkic ha marcado un gol en los últimos 13 partidos que ha disputado: seis de Liga, dos de Champions, la ida y vuelta de la Supercopa española y tres con la sub-21. Maticemos: ha estado presente en 13 partidos, pero sólo ha sido titular en 8 con un total de 607 minutos en dichos encuentros (75’ por partido). En los otros cinco ha salido como suplente absolutamente testimonial, acumulando apenas 59 minutos en total, a 12’ por encuentro. Estos otros cinco partidos, por tanto, son irrelevantes a efectos estadísticos. Pero este matiz no cambia la realidad: Bojan sólo ha marcado un tanto en los 8 partidos que ha jugado como titular. Y el gol llegó hace ya dos meses, el pasado 11 de agosto en Kotka (Finlandia) y de penalti. Desde entonces, se han sucedido 14 remates, un disparo al palo y un gol correctamente anulado. Balance demoledor que sólo ha servido para incrementar de modo exponencial la ansiedad mental del delantero, cada día más agarrotado y precipitado en sus acciones.
Ahora que el entorno barcelonista muestra irritación aguda hacia este chico convendría repasar los errores cometidos con él. Su ascenso al primer equipo fue, como mínimo, precipitado. Rijkaard se equivocó gravemente y afición y prensa jalearon ese error con elogios desmesurados, endiosándole, calificándole de “nuevo Raúl” y fabricando unas expectativas enfermizas, hinchadas y falsarias. Bojan debió haber seguido en categorías inferiores, escalando posiciones peldaño a peldaño y no dar ese salto gigantesco de niño a hombre. La decisión fue un error mayúsculo, pero un error acompañado del aplauso unánime de periodistas y aficionados. Error por triplicado. No se puede correr más que el tiempo; no se deben quemar las etapas. Se hizo con Messi y salió bien. Fue un caso entre cien. Y hablamos de Messi, excepción de excepciones, fenómeno único en el mundo.
Visto desde hoy ¿cómo pudo cometerse semejante barbaridad con este chiquillo? Probablemente porque vivimos en una 'sociedad kleenex' donde sólo buscamos carne fresca que deglutir con inmediatez. La engullimos y a por otra. Este frenesí va contra la progresión del deportista. Si las expectativas son un veneno, las prisas son una puñalada. Para crecer y progresar, todo deportista necesita un ecosistema compuesto por exigencia, rigor, obligaciones y disciplina, pero también prudencia, calma y discreción. A Bojan se le hurtaron todos estos factores introduciéndole precipitadamente en un ecosistema que no era el suyo. Es lógico que sus flagrantes errores de estas semanas irriten al personal, pero todos deberíamos ser bastante más autocríticos: demasiada prisa, expectativas y adulación mataron al artista. No fue su culpa, pero hoy es un juguete roto necesitado de otro entorno. Confío en su fuerza mental para salir de este pozo.