jueves, noviembre 30, 2006

Iván Campo, el cangrejo que caminó hacia delante


En una sociedad que vive pendiente de la imagen externa, Iván Campo fue crucificado en cuanto apareció por el túnel de un vestuario. Era feo. Y nuestra sociedad rechaza a los feos, por más valores que aporten. Iván Campo era un futbolista que mostraba determinados valores como jugador. No era un fenómeno en ninguna faceta, pero sí un correcto defensa central, con virtudes y defectos, no muy hábil, pero tampoco torpe; con buen salto, cierta lentitud y espíritu calmado. Nada fuera de lo común, pero suficiente para alcanzar el primer nivel español. Pero era feo. O, simplemente, alejado de los cánones aplaudidos por la sociedad.

Así que las aficiones españolas, bastante dadas a la crueldad ajena (y también a la propia), la tomaron con este donostiarra al que ningún acierto se le reconocía, sólo errores de bulto. Y como ocurre a menudo, no sólo hubo mofa y burla, sino obcecación, maldad, desprecio y saña. Que ganara dos Champions, una Intercontinental y una Liga no le salvaron de la depresión. En octubre de 2001, tras varias semanas sufriendo insomnio y ansiedad, a Iván Campo se le presentó una crisis nerviosa poco antes de jugar contra el Athletic. Campo se sometió a tratamiento psicológico y Del Bosque le preparó un entrenamiento personal para ayudarle, pero todo fue en vano. “No me dijeron ni adiós”, recordó el jugador año y medio más tarde, al rememorar su salida del Madrid.

En Inglaterra ha sido el cangrejo que caminó hacia delante. Contra natura, el defensa central se convirtió en mediocentro de la mano de Sam Allardyce. Y ha seguido creciendo, animoso, sereno, cada vez con mejor salida de balón, protagonista ya de fantásticos pases largos, líder absoluto del Bolton, tercer clasificado en la Premier, Iván Campo incluso ya es el máximo goleador de su equipo, cuatro tantos en tres meses, prácticamente los mismos que en siete años en la Liga española. ¿Depresión? Sí, pero para los rivales, que se ven abducidos por el posicionamiento de Campo en el eje, siempre presente a un lado y otro del estadio, sacando de banda como si fueran córners, ejerciendo de lateral si hace falta (como el sábado), ordenando a sus hombres, mandándoles hacia delante, como si una extraña fuerza interior le ordenara irse cada vez más adelante.

A los quince minutos del enfrentamiento de anoche contra el Chelsea, Iván Campo le lanzó un caño espléndido con la pierna izquierda a Michael Ballack. Fue un breve lujo técnico del que el jugador español ni se vanaglorió. Siguió a la suyo, mandando, cortando, barriendo, empujando a sus compañeros en una batalla imposible contra la máquina azul. El Bolton acabó perdiendo (0-1) en uno de tantos saques de esquina criminales, rematado por Ballack, esa especialidad maligna del equipo de Mourinho. Campo cometió errores, por supuesto. ¿Qué mediocentro no los comete ante Lampard, Essien, Makelele y Ballack? Pero dio otra lección de tono, serenidad y presencia.

Resulta emotivo asistir a la recuperación prodigiosa de este hombre que ha regresado del infierno interior, que ha vencido a todos sus demonios. Podrán argumentar que sigue siendo feo y que es un jugador muy normalito, mediano, nada del otro mundo, alejado de las grandes figuras mediáticas, apenas el motor de un equipo medio de la liga inglesa. Es verdad. No puedo replicar estos argumentos. Iván Campo nunca será una estrella, un crack, un hermoso efebo galáctico, ni siquiera un jugador de relevancia internacional. Pero ha regresado del infierno, caminando hacia delante al contrario que el cangrejo. Y para mí, eso es conmovedor.

Referencias
- Ni un triste adiós
- Su depresión
- El motor del Bolton
- Un líder
- "La depresión siempre puede volver"

Fotos: EFE -Getty - Action.