miércoles, noviembre 01, 2006

Palabras mayores


Posiblemente hemos visto al campeón. Si el Chelsea mantiene su capacidad de desquiciar a los rivales a base de fútbol, fuerza, acritud, provocación y aspereza, lo será. Si el Barça es capaz de recuperar la brillantez, la forma y la convicción (y a Eto’o) sin caer antes en el pozo de la UEFA, puede serlo también. Pero el campeón posiblemente jugó anoche en el Camp Nou, con permiso del Olympique y demás aspirantes.

El partido deja profundas heridas que prometen futuras revanchas. Especialmente, heridas emocionales que auguran nuevos enfrentamientos épicos. Partido de palabras mayores. La eficacia ha sido del Barça. El juego, del Chelsea. Justo las características contrarias a la tradición. El Barça ha metido dos de sus cuatro ocasiones. El Chelsea ha creado el doble: ocho claras oportunidades de gol, pero sobre todo se ha visto obligado a jugar al fútbol para remontar dos veces el resultado. Y ha demostrado que cuando le obligan sabe hacerlo. Que el Chelsea es algo más que eficacia rematadora y ausencia de fútbol. Posee una defensa seria, un centro del campo vestido de guerreros capaces de mover el balón al primer toque y un ataque demoledor.

Enfrente, un Barça que no está en forma y que bastante ha hecho con ser eficaz, fuerte y aguerrido a pesar de sus defectos. Señalemos algunos:
  • Tres córners y seis faltas peligrosas a favor: ni una sola y mínima opción de remate
  • Un mediocentro defensivo (Motta) peligroso para su propio equipo a causa de su fragilidad emocional
  • Lagunas gravísimas de los dos laterales, capaces de lo mejor en las ayudas a sus centrocampistas, pero también de lo peor en los vacíos a sus centrales
  • Despiste general a la salida del descanso, ese momento clave (del minuto 45 al 55) en que todo el mundo sabía que el Chelsea saldría a mil revoluciones
  • Ausencia de faltas tácticas en momentos decisivos, por ejemplo en el centro del campo en el minuto 93, instante de absoluto despendole colectivo, jugada de videoteca para enseñar en las aulas sobre cómo regalar un gol al rival, sobre todo si revisamos que todo empieza con una pérdida de balón de Zambrotta ante Kalou... junto al área del Chelsea que provoca el absoluto desequilibrio colectivo
Era responsabilidad de Rijkaard acertar también en los detalles de las alineaciones: Edmilson ha hecho más en diez minutos (tres diagonales al pie de Ronaldinho, por ejemplo) que Motta en media parte. Zambrotta y Gio dejan tras de sí la sombra de la duda profunda a causa de esas lagunas esporádicas. Y por encima de todos estos matices, la sensación de que resulta imposible superar a un centro del campo intimidatorio de cuatro piezas (Makelele-Essien-Lampard-Ballack) con sólo tres hombres (Edmilson-Xavi-Deco) por lo que el Barça acaba perdiendo su principal seña de identidad: la posesión del balón.

Interesantes virtudes también del Barça. El rival ha dispuesto de cuatro saques de esquinas y cinco faltas peligrosas y no ha podido rematar ni una sola. Deco ha perdido seis balones, pero ha recuperado once. Gudjohnsen se ha fajado con un león ante una defensa de cine. Ronaldinho sólo ha aparecido una vez (aunque ha fallado un gol como el de Gudjohnsen en el Bernabéu), pero ha brindado un pase genial para el segundo gol. Y un equipo que no está en forma y se siente atenazado por las dudas ha sido capaz de remontar el primer empate y hacerlo en un partido en que no ha podido vestirse de frac, sino con el traje grasiento de las noches difíciles.

Fotos: Getty - AP - AFP - EFE.