domingo, noviembre 26, 2006

Un detalle a corregir en el día de los remates mágicos


¿Qué se puede criticar de un equipo que en siete días gana tres partidos marcando 10 goles y encajando sólo uno, tras recorrer 7.000 kilómetros en avión, perder a dos jugadores por lesión y entrenarse apenas dos veces? Pequeñas cosas, algunos detalles técnicos y poco más. El Barça está mejorando, acercándose al estado de forma óptimo. Aún no está en plena forma, ni física ni tácticamente, pues aún presenta lagunas que va corrigiendo con los partidos. Los errores generales cometidos en los primeros meses de la temporada exigían un ajuste que ya se dio hace bastantes semanas, sea desde el punto de vista del entrenamiento, de las alternativas tácticas o de la actitud anímica. El resultado de ese ajuste se refleja ahora en un estado físico de los jugadores que se va acercando al idóneo, tanto en velocidad puntual como en capacidad de resistencia. Se va acercando, pero aún no es el óptimo, lo que en realidad es una buena noticia si consideramos que los partidos más importantes todavía están por llegar.

Dentro de ese círculo de capacidades necesarias (físico-táctico-anímico), la actitud individual y colectiva de los jugadores también ha mejorado a partir de esa nueva plataforma física sobre la que se apoyan. De ahí que veamos a un equipo más capaz de mantener la concentración durante largos períodos de los partidos. O la agresividad en la presión sin balón. O el esfuerzo en la defensa. Y también, un colectivo al que los contratiempos, lesiones y críticas ha unido con mayor cohesión. Desde un mejor físico resulta posible adoptar una mejor actitud mental.

Cerrando el círculo, Rijkaard regresó a los fundamentos tácticos más básicos, pero al mismo tiempo ha introducido alternativas sugerentes en momentos cómodos. Así que ya no hay dudas sobre la defensa titular o el papel del mediocentro defensivo, pero también hemos observado el regreso en momentos puntuales al 4-4-2 con Iniesta en el extremo diestro para ganar control; o el ensayo de Oleguer y Zambrotta en los laterales como preparación del 5-D ante el Werder Bremen; o el falso viaje de Ronaldinho a la media punta para desballestar defensas atrancadas.

¿Qué se puede criticar de un equipo que corrige el rumbo, que crece en todos los aspectos, que posee una gran eficacia rematadora, pese a sus delanteros lesionados, y que en ocasiones parece jugar un fútbol de dibujos animados? Pocas cosas, ya que la mayoría de errores han sido solventados entre Rijkaard y los jugadores. Pero sigue existiendo un problema táctico de importancia: el mediocentro defensivo tiende a clavarse entre sus centrales. Resulta lógico, pues ahí se encuentra más cómodo que a campo abierto y siente que colabora con eficacia en defensa, lo que es rigurosamente cierto. Pero eso provoca que el centro del campo rival tenga una autopista para llegar al área del Barça. Cuando Márquez ocupaba esa posición lo hacía unos metros más adelantado que Motta o Edmilson. Esa ubicación es más arriesgada en caso de ser burlado, pero resulta más eficiente para frenar de raíz los intentos del contrario.

Ahora mismo, Gudjohnsen y Giuly presionan fuertemente las defensas, al estilo de Eto’o y Messi. Pero el mediocentro tiene la tendencia de echarse hacia atrás en protección defensiva, en vez de avanzar unos metros para cortar la elaboración del contrario. El resultado es que ese contrario se planta con excesiva facilidad en la línea frontal del área del Barça, lo que provoca cierta sensación de inestabilidad defensiva. Pero lo que está mal no es la defensa, sino permitir que la defensa sea atacada con facilidad. Es cierto que este hecho también provoca una mayor capacidad para salir al contragolpe, donde Deco y Ronaldinho son maestros, pero en partidos contra equipos grandes convendría corregir este aspecto y limitar riesgos.

Fotos: AFP - EFE - Reuters - Marca.com.