Llego del Bernabéu, donde he querido ver el ambiente a una hora del final de un muy largo proceso electoral. 37 grados a la sombra derriten a todo el que se asoma a la Castellana. Suda Camacho y no sólo por el calor, pues su candidato marcha ligeramente por detrás de Calderón en las encuestas. Ha votado poca gente, pero en esta última hora están llegando muchos socios. Entre Palacios y Calderón está la pelea. Hablo con ellos y todos dudan sobre la victoria.
Calderón: “Estoy va muy ajustado. No sé lo que va a pasar. Pero es la muerte del florentinato”.
Mijatovic: “Con un voto de diferencia nos basta”.
Camacho: “Vamos muy igualados. Se decidirá al sprint. Es el entierro de Florentino”.
De lejos, Mijatovic parece el candidato y Calderón, su ayudante. El intermediario montenegrino viste americana azul a rayas y corbata apretada, pero la gomina resiste. No parece sudar, quizás porque ve la victoria cerca. Calderón anda, en cambio, en mangas de camisa y sin corbata, feliz ante los socios que se le acercan y le exigen que acabe con cualquier vestigio de Florentino. Al otro lado de la calle, los ojos saltones de Palacios resaltan junto al rojo de la cara de Camacho, descamisado y sudoroso, pero a quien los socios también le piden cerrar la tumba del 'florentinato'. Todos se creen ganadores, pero sólo lo será uno.
¿Calderón o Palacios? ¿Mijatovic o Camacho? ¿Capello o Del Bosque? Villar Mir está desaparecido en combate, como el voto por correo.
Fotos: EFE.