Mientras la directiva de Joan Laporta no desvela si tiene patrocinador para la camiseta o no, lo que promueve no pocos debates sobre la calidad de los gestores del Barça y una supuesta incapacidad para cerrar esta infinita negociación, los aficionados barcelonistas reanudan la discusión sobre si es conveniente “manchar” la camiseta o es mejor mantenerse en el romanticismo, en tanto otros se afanan en marcar los límites éticos que debería cumplir el potencial patrocinador, pues argumentan que no debería incitar a la ludopatía ni al gasto desmesurado en telefonía móvil, pero tampoco estar relacionado con la empresa farmacéutica y mostrarse ajeno a cualquier método de explotación laboral y no digamos infantil.
Puede parecer una discusión absurda, ridícula y fútil, pero no creo que lo sea. La publicidad en la camiseta es un ingreso económico probablemente imprescindible en el fútbol moderno de altas exigencias financieras, pero también es mucho más que eso. La recurrencia de esta tipología de ingresos permite establecer algunos colchones de seguridad en las cuentas y evitar vaivenes excesivos en función de los resultados. Y puesto que resulta inevitable acudir a este recurso, haría bien la directiva de Laporta en medir con esmero la elección, pues no se trata sólo del importe final sino también y especialmente de cómo quiere ser visto el Barça en el globalizado mundo actual. Sabemos que una mariposa que agita sus alas en Shanghai es la responsable del terremoto que sacude Perú horas más tarde. No es vana por tanto la mesura y el acierto en un asunto como este, en el que está en juego sobre todo la definición que quiere adoptar el Barça en el futuro.
Con la decisión sobre el patrocinador sabremos si Laporta pretende un club abierto al mundo, capaz de exportar espectáculo y pasión a cualquier rincón del planeta en competencia con los otros ‘grandes’, o bien un club encerrado en sí mismo y en sus demonios familiares, que no son pocos. El Barça está en una encrucijada más importante que un mal partido, un arbitraje deleznable o dos lesionados de importancia. Sus directivos deben acabar de definir cómo quieren que sea el club ahora que ya se ha hecho mayor.
¿Una empresa de apuestas? ¿Una compañía china de oscuras raíces? ¿Una ONG? Asociarse a una marca es una decisión mucho más trascendental que el importe exacto del patrocinio en millones de euros. Es una declaración de principios y de objetivos. E incluso de estética.