Ahora que todo está en calma, dedicaré unos minutos a contarles el espectacular golazo que ha marcado mi hija Marta esta misma mañana en la liga madrileña escolar de fútbol alevín. Por supuesto, hablo desde la pasión absoluta y parcial, pero su disparo ha sido tan descomunal que me veo compelido a contarlo.
Vayan algunos datos para entender el contexto. Juegan cinco por equipo en campo y porterías de balonmano. El año pasado su equipo ganó la liga, pero esta temporada los tres ‘cracks’ sacaron licencia por equipos de club y dejaron el del colegio. La plantilla cuenta con un jugador excelente, dos o tres correctos (entre ellos, mi hija) y el resto muy justito. Todos tienen como promedio un año menos que los rivales y la mayoría son enclenques, con lo que los adversarios les sacan un palmo y diez kilos de diferencia. Con mi hija eso se acrecienta dado que Marta es como una caña de bambú, pequeña y delgadita, casi frágil, insertada en una liga donde el 99% de jugadores son chicos fuertes. Os he puesto una foto suya con Ronaldinho para que veáis lo poquita cosa que es (30 kilos apenas). A pesar de las dificultades, el equipo marcha cuarto entre nueve conjuntos.
Marta juega en la posición de Ronaldinho: delante y a la izquierda, aunque el sentido colectivo de los chicos les hace solidarios y se la puede ver más en tareas defensivas que en ataque. Ha marcado ya varios goles y casi siempre en las jugadas más difíciles: corriendo más que un mastodóntico defensa o cruzando el balón bajo las piernas del portero cuando lo más normal era mandarlo al corner. Es una fina estilista: domina la ‘elástica’ de Ronaldinho, hace la ‘cola de vaca’ de Romario y la ‘ruleta’ de Zidane. No le da de cabeza por miedo al balón y tiene poca fuerza, pero combina bien y rápido. En realidad, son instrucciones del entrenador, un chico amable que pretende formarles como deportistas más que ganar: les ordena jugar al primer toque y buscar siempre al compañero libre.
Lo de hoy ha sido como la chilena que marcó hace poco El Deu, ese fantástico media punta anónimo de Tercera que nos cuenta sus secretos en el blog. Es decir, una acción inesperada y fabulosa. El equipo de Marta había dominado la primera parte y ganaba 1-0, pero le habían anulado dos goles ‘fantasma’ que yo he visto dentro. Tras el descanso, el ‘crack’ del equipo ha hecho como Woodgate y se ha metido un gol con lo que los visitantes se han crecido y nos han cosido a remates. Me temía el desastre de un momento a otro. Pero a cinco minutos del final, nuestro portero ha sacado largo, el defensa gigantón ha despejado hacia la banda izquierda y ahí estaba Marta. Yo he maldecido la oportunidad porque ya estaba viendo a la caña de bambú tropezando contra el muro de cemento que tenía enfrente. Pero en ese momento mágico, la niña ha hecho lo inesperado: ha chutado tal como venía el balón, desde 15 metros, lo que a esa edad es como 40 en los profesionales. Han sido tres décimas de segundo, pero me ha parecido una eternidad porque el tiempo se ha detenido y el silencio se ha posado sobre el campo.
Primero me he alegrado de su opción. Mejor chutar que fajarse contra King Kong. Pero luego he pensado que qué demonios estaba haciendo, pues era imposible ni siquiera amenazar al portero desde tan lejos. Pero el balón avanzaba y yo lo veía pasar de largo por encima del larguero. Cuatro milésimas después ya me parecía ir directo contra la madera y apenas un nanosegundo más tarde, el balón superaba la estirada del portero, describía un efecto imposible y se colaba esplendoroso por la escuadra derecha, como el de Ewerthon a Casillas, provocando un terremoto de ovaciones y abrazos, la sentencia del partido, el golazo de su vida: ¡ toda una ‘folha seca’ digna de Rivelino !
Llegarán otros partidos duros, numerosas derrotas y muchos defensas poderosos que la pararán en seco. Pero a esta caña de bambú ya nadie le quitará su pequeño rincón de gloria, su gol indescriptible, su ‘folha seca’ descomunal.
Otra de niños
Como no hemos inmortalizado lo de Marta os pongo el vídeo del chavalín del Chelsea que le hace burla simpática a Steve Gerrard. El capitán del Liverpool se lo toma bien.