
Florentino ha traicionado su propia biografía: la del hombre luchador, hecho a sí mismo, tozudo hasta la obsesión, para quien la palabra imposible no existe, para quien la acción de arrojar la toalla resulta inimaginable. Florentino se ha bajado del caballo en mitad del río. Ha lanzado un torpedo a la línea de flotación del Real Madrid y especialmente contra los jugadores, sobre quienes basó siempre sus proyectos, y lo ha lanzado desde la propia presidencia. Lo ha hecho justamente el día que su fortuna personal ha superado la mítica cifra de los 800 millones de euros, una cantidad que multiplica prácticamente por seis el patrimonio que poseía en julio de 2000, fecha de su acceso a la presidencia blanca.
La sorpresa es mayúscula por dos razones: primero, por la novedad de un hecho similar en el fútbol, deporte donde hay muchos fusibles que quemar antes de que un presidente tire la toalla, aunque es cierto que a Florentino apenas le quedaban ya fusibles; y segundo, por la célebre personalidad del constructor, cuyo biógrafo crítico, Juan Carlos Escudier, decía hace apenas quince días: “Florentino no se irá mientras el Real Madrid vaya mal, es demasiado soberbio". Pues nos ha engañado a todos: ni la soberbia ha frenado su desánimo y el hartazgo que le ha provocado la plantilla. Caída en picado del equipo, irritación máxima entre los aficionados, fractura absoluta en el vestuario, incapacidad manifiesta en el entrenador y sensación colectiva de hundimiento y deriva. Por segunda vez en su vida (la primera fue con el fracaso del Partido Reformista), Florentino no ha encontrado el rumbo para remontar una crisis y ha fracasado.
Lo ha hecho justo el día en que la constructora ACS ha presentado sus espléndidos resultados de 2005, con un incremento del 12% en las ventas y del 35% en el beneficio (608 millones de euros). El día en que la cotización ha superado los 31,45 euros por acción, lo que supone que los 26.967.965 acciones que posee (el 7,642% de la compañía) tienen a estas horas un valor de 848.142.499,25 euros, es decir, 700 millones más de lo que valían hace cinco años y nueve meses, fecha de su acceso a la presidencia. La revalorización de su patrimonio personal desde que es presidente resulta absolutamente espectacular. Quizás impensable si no hubiera sido presidente.

A muchos kilómetros del Bernabéu, en Moscú, la reacción de Roberto Carlos ha sido despreciar la dimisión con un “a mí me da igual”.
Referencias
- Sergio Ramos tenía razón
- Los jugadores están confundidos
- La fortuna de Florentino
- El beneficio de ACS en 2005
- El nuevo presidente
- Sus negocios