martes, julio 11, 2006

Hemos olvidado que el fútbol es un deporte colectivo...

Música | Don't Call Me Up
# Mick Jagger




Estamos enfangados en una ruleta enloquecedora que pusieron en marcha los reyes del marketing. Es la ruleta del individualismo en un deporte colectivo. Hemos enloquecido, reconozcámoslo. Entre Nike, Adidas y los periódicos deportivos han conseguido que creamos que el fútbol es un deporte in
dividual en vez de colectivo. Parece que no juegan once, sino apenas de uno en uno. Nos enfrascamos en imposibles debates sobre quién es el mejor; cuál el MVP; porqué uno es más grande que otro; cómo es posible que fulano destaque aquí pero fracase allí... Pobres de nosotros, víctimas de las estrategias marketinianas aplicadas a la venta de camisetas, botas y periódicos.

Resulta difícil establecer jerarquías en deportes individuales. ¿Es mejor Federer que Nadal? ¿Schumacher que Alonso? ¿Rossi o Pedrosa ? ¿Fue McEnroe mejor que Connors? ¿Carl Lewis mejor que Ben Johnson? ¿Phelps o Thorpe? Debates infinitos y estériles incluso en deportes considerados ‘exactos’, los de cronómetro y cinta, pues ni siquiera en ellos está claro el asunto. Se mide por marcas, desde luego, pero hay que considerar la altitud, el viento, las condiciones de la pista, el tipo de anemómetro o piscina y docenas de detalles que invalidan las comparaciones. Finalmente, lo que parece despejar las incógnitas son los enfrentamientos directos, pero tampoco ellos lo resuelven.

Por tanto, qué absurdo plantear estos debates en el fútbol, deporte asociativo por excelencia. Una estrella no es nada sin un equipo, mientras que un equipo sin crack sigue siendo un equipo. Se sorprenden muchos porque Zidane hizo un papelón en el Madrid y brilló con Francia. Porque Ronaldinho juega de maravilla en el Barça y Kaká en el Milan, pero ambos naufragan con Brasil. Se inventan teorías peregrinas para justificarlo, casi siempre próximas al engaño y la estafa. Si fuésemos capaces de volver a mirar el fútbol como un deporte colectivo y no individual lo comprenderíamos fácilmente. Veríamos que son los recursos asociativos los que han hecho invencible a Italia o Francia. Encontraríamos en el grupo las virtudes de Alemania y también los errores del individualismo portugués.

Por supuesto, no reniego de los 'cracks'. Al contrario. Son jugadores brillantes, efectivos, incluso mágicos. Pero ellos solos no son nada. Nos pasamos el día diciendo lo contrario: que ellos lo son todo. Eso ocurre porque estamos perennemente cegados por el resplandor del marketing y los diarios, auténticos fabricantes de 'dioses de barro'. Cuando gana el Barça afirmamos que es por Ronaldinho (o Eto’o u otro). Cuando vence el Madrid decimos que fue gracias a Ronaldo o Casillas. Y también a ellos les atribuimos en exclusiva las derrotas. Fracasó Ronaldinho, afirmamos (o Kaká, o Beckham), pero en realidad fue el juego colectivo lo que fracasó en la selección brasileña, en la inglesa, en tantas otras. Sin pestañear olvidamos la fortaleza grupal de Osasuna, jugadores menores de uno en uno, poderosos cuando se juntan. O la triunfal asociación del Sevilla, conjunto brillante de futbolistas con poco brillo.

Lo malo del asunto es que no tiene solución. Seguiremos por el mismo camino. Yo el primero. Volveremos de inmediato a ensalzar a jugadores individuales o a mandarles a los infiernos, sin detener la mirada en la realidad: esto es un asunto colectivo. Un asunto de precisión y ajuste fino en el que brillan los 'cracks', pero deciden los equipos.

Fotos: Reuters - EFE.