jueves, abril 13, 2006

Grande, Lotina



Las finales son así: no gana el favorito. Todos los pronósticos apuntaban a quien había derrotado al Atleti, el Barça y el Madrid. Pero las finales son para quebrar pronósticos. Un Espanyol agarrotado toda la temporada, pequeño, desesperanzado, agobiado por el miedo, ha salido al Bernabéu con el aire de las grandes noches y el mejor plan que Lotina podía diseñar: amarrar atrás y balón a De la Peña para que arme el taco.

‘Lo Pelat’ ha estado en las cinco jugadas de ataque del Espanyol. Sólo han sido cinco jugadas, pero cuatro han acabado en gol y otra en el palo. Eficiencia en su máximo grado. Una muralla atrás, con Lopo y Jarque de imperiales señores del área y Costa de mediocentro fantástico. Un ordenador en los pies de De la Peña. Y un misil en los de Tamudo, Luis García y Corominas. No ha sido un plan filigranero, pero al Espanyol de Lotina no hay que pedirle brillantez, sino eficacia. Y vaya si la ha tenido.

Ha sido el triunfo de un planteamiento acertado. Sabemos que el Zaragoza es mortal al contragolpe. Así machacó a los tres grandes. Por eso Lotina ha dibujado un plan que pasaba por regalarle el balón y enfrentarle con una defensa firme y muy atrás. El plan sólo podía salir bien si los rematadores del Espanyol hacían daño y en el primer minuto lo han hecho. Así que el plan se ha podido llevar a cabo en su integridad. El Zaragoza sufre cuando su ataque ha de ser estático y lo ha sido toda la noche porque el Espanyol quizás no sea un grupo de vedettes, pero desde luego es un equipo disciplinado hasta el agobio. Lo que Lotina pintó en la pizarra se ha cumplido cada minuto de la final.


Sale el Zaragoza llorando porque se creía campeón tras eliminar con brillantez a los grandes y porque Ewerthon y Milito son dos auténticos ‘killers’. Sale llorando porque César ha vuelto a vivir una pesadilla en otra final y porque Cani se ha marcado un partidazo, pero ha terminado con el tobillo pulverizado. Sale llorando porque esperaba otro plan y ha tenido que remar contra el viento, con lo que le disgusta a este equipo hacerlo así. En el Espanyol salen del Bernabéu eufóricos porque su entrenador ha demostrado sabiduría y temple (¿dónde están ahora esos directivos que le han acuchillado toda la temporada?); su defensa ha forjado otra noche de sacrificio y colocación; sus delanteros han rematado como no se veía desde hacía años, con ese Tamudo cada día más listo; y porque De la Peña, una vez más, ha construido un monumento al buen juego, al pase magistral. Sencillo, pero implacable.