martes, septiembre 20, 2011

Adiós a los complementos

El pensamiento cartesiano y analítico implantó el principio de complementariedad en el fútbol. A saber: junto a un pequeño tenía que jugar un grandullón. Principio muy razonable si el fútbol se descompone en sus partes, obviando el contexto global de un equipo. De este modo, al lado de un mediocentro defensivo debía alinearse otro ofensivo. Junto a un medio creativo, uno destructivo. El fútbol parecía exigir siempre equilibrio, balance y complementos, muchos complementos. Si un lateral es atacante, el otro ha de ser un ancla. Todo constructor ha de tener al lado un destructor. Y así en cualquier zona y para cualquier posición. Complementos era el concepto mágico de este pensamiento analítico tan arraigado y del que ninguno de nosotros se ha librado en alguna ocasión. Fútbol de complementos.

Hasta que llegaron unos cuantos entrenadores (no necesariamente jóvenes, incluso alguno de ellos vistiendo chándal dominguero), rompieron el tabú y quebraron el paradigma. En vez de alinear complementos buscando un imposible equilibrio, observaron el fútbol como un fenómeno complejo y lo contextualizaron. En lugar de desmenuzarlo en pequeñas partes y analizar cada una de ellas al microscopio, contemplaron el juego como un todo integral, como un universo de interrelaciones entre los futbolistas. Cambiaron el enfoque y entendieron el fútbol como un sistema complejo. Esta decisión tuvo consecuencias: la especialización dio paso a la polivalencia entendida no como mediocridad, sino como excelencia adaptativa. Se derogó la complementariedad, imponiendo una idea fácil de explicar y difícil de aplicar: puesto que somos buenos en una faceta concreta, vamos a apostar fuerte por ella.

En otros tiempos habríamos dicho que el Barça amontona centrocampistas creativos de forma desequilibrada. Ahora debemos afirmar que afortunadamente lo hace así. Guardiola es uno de los que rompió el paradigma del complemento y apostó por sumar fuerzas donde cree necesitarlas: en su caso, en el centro del campo, principio básico de su modelo. En un equipo que juega fuera de las dos áreas, nada mejor que alinear al mismo tiempo a Busquets, Xavi, Thiago, Cesc y Messi, centrocampistas surgidos del mismo horno, iguales en lo esencial y distintos en lo circunstancial.

¿Complementos? Al contrario: casi clones, capaces de jugar uno en el puesto del otro sin desentonar. En vez de sumar peras y manzanas para complementar, Guardiola ha decidido juntar frutas de la misma especie para hacer un zumo más puro. El fútbol se decide en las dos áreas, dijo en cierta ocasión un afamado técnico italiano, rey de los complementos, pero el Barça está demostrando que se puede mandar en el mundo desde el centro del campo a partir de un sumatorio de iguales.