Un hermoso estadio, una tarde dulce y un marcador claro a favor casi
sin haber roto a sudar. El plan ideal para un día de fiesta a finales de
verano. Convocatoria para entrar en la zona de confort. La zona de
confort es uno de los mayores riesgos para un equipo de fútbol porque
equivale a la comodidad y la certidumbre. Como diría Cruyff, te han llenado la cabeza de elogios sobre
que eres el mejor del mundo, estás ganando cómodamente sin bajar del
autobús y con varios suplentes. ¿Qué más puedes pedir? Nada. Es la
felicidad completa. Aquí no hay obstáculos ni campos minados. Anoeta es
una alfombra: césped bien cortado, recién regado, ninguna trampa en
perspectiva, rival noble que tira la línea tan arriba que es una
invitación a las entradas de la segunda línea barcelonista, que entra a
cuchillo por esos pasillos gigantes. Ni siquiera tienes que apelar al juego paciente para avanzar líneas pasito a paso: el rival te abre las puertas como si fuese un mayordomo.
Cuando un jugador o un
equipo se preguntan ¿qué más puedo pedir? significa que has entrado en
la zona de confort, un conjunto de acciones donde es cómodo manejarse.
El Barça entra en esa zona de vez en cuando. No es la norma del equipo
ni del entrenador, que siempre pone en marcha alguna situación que
genera tensión en sus hombres o inquietud, con el fin de que nadie se
adormezca y el colectivo siga creciendo y evolucionando. Dos o tres
veces por año, el Barça entra en esa zona en la que jugó en Anoeta
durante una hora. Marcador fácil, juego plácido, rival entregado.
Confort.
Se juntan Busquets, Fontàs, Keita y Xavi en un rectángulo y le hacen un rondo imparable a Agirretxe,
que se agota persiguiendo inútilmente el balón. Toques y toques en ese
rectángulo. Toques intrascendentes. Se adormece la Real Sociedad, pero
sobre todo se duerme el Barça. La esencia del Barça no es tocar por
tocar, sino tocar con un sentido y un objetivo: el juego de posición usa
el toque para generar superioridades tras las sucesivas líneas del
rival. Los de la camiseta negra olvidaron este principio básico y
pasaron a jugar de forma neutra, sin saltar líneas, ni buscar el hombre
libre, ni construir superioridades para sentenciar. Dice Cruyff
que al 95% de intensidad cualquier jugador y cualquier equipo se
vulgariza. Ocurre cuando entras en la zona de confort: dejas de jugar al
100% y eso significa bajar un peldaño en la concentración. A partir de
ahí, es más fácil cometer errores, se presiona menos, se ataca peor, con
lo que se defiende mal, se pierde la posición en el campo y el sentido
del juego.
La confortabilidad provoca estas
consecuencias y, en ocasiones, el rival no desaprovecha la oportunidad y
te deja en evidencia, que es lo que sucedió en San Sebastián. Todas las
restantes razones que se argumentan son ciertas: el descontrol por los
partidos internacionales; la extraña mezcla de los centrales, dejando al
perfil corrector en el banquillo; la desnudez de Fontàs; la persistencia en ubicar a Keita
de mediocentro pese a su evidente falta de fluidez en la circulación y
los pases interiores. Pero siendo ciertas, son todas razones menores. La
mayor es la pérdida de intensidad y concentración por la entrada en la
zona de confort. La comodidad es el verdadero enemigo del futbolista.