El pensamiento cartesiano y analítico implantó el principio de
complementariedad en el fútbol. A saber: junto a un pequeño tenía que
jugar un grandullón. Principio muy razonable si el fútbol se descompone
en sus partes, obviando el contexto global de un equipo. De este modo,
al lado de un mediocentro defensivo debía alinearse otro ofensivo. Junto
a un medio creativo, uno destructivo. El fútbol parecía exigir siempre
equilibrio, balance y complementos, muchos complementos. Si un lateral
es atacante, el otro ha de ser un ancla. Todo constructor ha de tener al
lado un destructor. Y así en cualquier zona y para cualquier posición.
Complementos era el concepto mágico de este pensamiento analítico tan
arraigado y del que ninguno de nosotros se ha librado en alguna ocasión. Fútbol
de complementos.
Hasta que llegaron unos cuantos entrenadores
(no necesariamente jóvenes, incluso alguno de ellos vistiendo chándal
dominguero), rompieron el tabú y quebraron el paradigma. En vez de
alinear complementos buscando un imposible equilibrio, observaron el
fútbol como un fenómeno complejo y lo contextualizaron. En lugar de
desmenuzarlo en pequeñas partes y analizar cada una de ellas al
microscopio, contemplaron el juego como un todo integral, como un
universo de interrelaciones entre los futbolistas. Cambiaron el enfoque y
entendieron el fútbol como un sistema complejo. Esta decisión
tuvo consecuencias: la especialización dio paso a la polivalencia
entendida no como mediocridad, sino como excelencia adaptativa. Se
derogó la complementariedad, imponiendo una idea fácil de explicar y
difícil de aplicar: puesto que somos buenos en una faceta concreta,
vamos a apostar fuerte por ella.
En otros tiempos habríamos dicho que el Barça amontona centrocampistas creativos de forma desequilibrada. Ahora
debemos afirmar que afortunadamente lo hace así. Guardiola es uno de
los que rompió el paradigma del complemento y apostó por sumar fuerzas
donde cree necesitarlas: en su caso, en el centro del campo, principio
básico de su modelo. En un equipo que juega fuera de las dos áreas, nada
mejor que alinear al mismo tiempo a Busquets, Xavi, Thiago, Cesc y
Messi, centrocampistas surgidos del mismo horno, iguales en lo esencial y
distintos en lo circunstancial.
¿Complementos? Al contrario:
casi clones, capaces de jugar uno en el puesto del otro sin desentonar.
En vez de sumar peras y manzanas para complementar, Guardiola ha
decidido juntar frutas de la misma especie para hacer un zumo más puro. El
fútbol se decide en las dos áreas, dijo en cierta ocasión un afamado
técnico italiano, rey de los complementos, pero el Barça está
demostrando que se puede mandar en el mundo desde el centro del campo a
partir de un sumatorio de iguales.