¿Puede uno sorprenderse por el estancamiento en las ventas de la prensa deportiva en España? Hace años que los cuatro diarios de Madrid y Barcelona venden aproximadamente los mismos ejemplares. Si acaso, se producen trasvases de lectores entre uno y otro, pero no se incrementan. En mi opinión, eso obedece al fanatismo que impregna sus páginas. Hay honrosas excepciones, pero también de forma mayoritaria una subordinación completa a satisfacer los instintos básicos más primarios de los aficionados más beligerantes de Real Madrid y Barça. Se trata de hacer felices a los más fanáticos, aunque por el camino queden malheridas la independencia de criterios, la objetividad en el análisis o el espíritu crítico, que son tres de los varios elementos fundamentales del periodismo.
Hay quien les llama “tebeos”, de forma despectiva, porque provocan la sonrisa ajena, cuando no el sonrojo. Han estimulado la aparición de “showmen” que gradualmente van sustituyendo a los periodistas. Son aficionados ultras que aparentan ser periodistas para soltar sin escrúpulos astracanadas varias que hacen feliz a una parroquia ya autoconvencida y apasionada hasta la médula por sus colores. Estos "talibanes del forofismo" dan satisfacción plena a los fanáticos de la grada, pero han estropeado los diarios deportivos quizás de forma irreversible. Y no aportan nada original. Al fin y al cabo, lees a uno y a su opuesto y son las dos caras de un mismo espejo. Su argumentario siempre es el mismo: el club de sus amores es perfecto; el club rival se equivoca en todo. Sus jugadores siempre son los mejores; los rivales siempre están en fuera de juego. Sus directivos son fantásticos; los contrarios, unos zoquetes. Maniqueos y fanáticos, una ecuación fatal.