El Real Madrid continúa siendo gran candidato al título de Liga, así como
inmenso aspirante a las otras dos competiciones que disputa (Copa y Champions).
La derrota sufrida en el Bernabéu ante el Barça no mengua su categoría, por más
que introduzca dudas sobre aspectos puntuales del juego y la mente y haya
provocado una nueva, y esta vez gigantesca, decepción entre los aficionados que
sentían la proximidad de una revancha mayestática. A mayores expectativas,
mayores decepciones.
La extraordinaria capacidad de motivación que posee el equipo madridista
desde tiempos inmemoriales es la mejor garantía de que luchará hasta la agonía por
los títulos. El espíritu espartano y gladiador que muestra la plantilla en casi
todas las ocasiones en que se ve agobiada configura un entorno excelente para
comprender que no dimitirá de sus ilusiones, aunque la derrota del sábado deja
una importante turbulencia flotando.
La turbulencia se produce alrededor de Mesut Özil, aunque es más profunda que el simple perfil del jugador alemán. Apenas leída la alineación, el brillante periodista Guillermo Uzquiano (@guilleuzquiano ) deslizó un análisis: “Özil saldrá marcado hoy: para bien o para mal”. Fue para mal. Para muy mal. Otros colegas, a quienes mantendré en la discreción, extendieron una opinión más punzante, en el sentido de que el entrenador buscaba, con la alineación del mediapunta alemán, someterle a un juicio público por su excesiva indolencia defensiva. La teoría, muy suave al principio, fue adquiriendo cuerpo durante el descanso del partido y se vio alimentada en la rueda de prensa por el propio Mourinho, al decir que "esperaba un mejor rendimiento de Özil en nuestra casa" y señalarle, posteriormente, como incapaz de pelear con Messi el balón que propició el primer gol blaugrana.
Los elementos para componer una teoría de la animadversión de Mourinho respecto de Özil están disponibles, por tanto, y se han visto aderezados hoy mismo con otros dos componentes: uno se refiere a los comportamientos del jugador fuera del campo, en línea con lo ocurrido hace tiempo con Sneijder; el otro, publicado en El Confidencial, indica que Mourinho reprochó a sus jugadores, al término del encuentro, con estas palabras: “Aquí está la manera de jugar que queríais. Este es el resultado”, lo que explicaría su renuncia al triángulo de presión alto en beneficio de la presencia de Özil en el once titular. A estos dos componentes se le añade un pensamiento lateral que escriben algunos aficionados madridistas en twitter: Mourinho planteó el partido del Bernabéu como una trampa para Guardiola, a fin deconocer sus auténticas cartas y poder asestar un golpe de gracia en abril, en el Camp Nou. Algo así como sacrificar ahora a Özil para que la afición reclame el trivote en el partido de vuelta. Estos son los elementos que configuran una teoría que, personalmente, desconozco si se sostiene más allá de su descripción.
Queda al margen de lo anterior, el nerviosismo que algunos aficionados mostraron en el propio estadio contra Cristiano Ronaldo, así como el expresado por el presidente Florentino Pérez en el antepalco a la conclusión del encuentro y que, por discreción, reservaremos. Más profundo que el foco sobre Özil e incluso la imagen de abatimiento de todo el equipo ante la superioridad barcelonista, hasta el punto de parecerse a una obsesión, más profundo parece ser el desconcierto estratégico del entrenador frente al rival. Si son ciertas sus palabras en el vestuario, cabría preguntarse por qué alinea, en una cita que podía ser decisiva para el campeonato, un equipo en el que no cree. O un sistema (con Özil) en el que no acaba de confiar para los partidos grandes. Al margen de esta cuestión, su capacidad de influencia a lo largo del encuentro no fue percibida en momento alguno, como si no supiese cómo reaccionar ante la metamorfosis permanente que realizaba su oponente. Quizás sí la tuvo, pero no la percibimos.
La turbulencia se produce alrededor de Mesut Özil, aunque es más profunda que el simple perfil del jugador alemán. Apenas leída la alineación, el brillante periodista Guillermo Uzquiano (@guilleuzquiano ) deslizó un análisis: “Özil saldrá marcado hoy: para bien o para mal”. Fue para mal. Para muy mal. Otros colegas, a quienes mantendré en la discreción, extendieron una opinión más punzante, en el sentido de que el entrenador buscaba, con la alineación del mediapunta alemán, someterle a un juicio público por su excesiva indolencia defensiva. La teoría, muy suave al principio, fue adquiriendo cuerpo durante el descanso del partido y se vio alimentada en la rueda de prensa por el propio Mourinho, al decir que "esperaba un mejor rendimiento de Özil en nuestra casa" y señalarle, posteriormente, como incapaz de pelear con Messi el balón que propició el primer gol blaugrana.
Los elementos para componer una teoría de la animadversión de Mourinho respecto de Özil están disponibles, por tanto, y se han visto aderezados hoy mismo con otros dos componentes: uno se refiere a los comportamientos del jugador fuera del campo, en línea con lo ocurrido hace tiempo con Sneijder; el otro, publicado en El Confidencial, indica que Mourinho reprochó a sus jugadores, al término del encuentro, con estas palabras: “Aquí está la manera de jugar que queríais. Este es el resultado”, lo que explicaría su renuncia al triángulo de presión alto en beneficio de la presencia de Özil en el once titular. A estos dos componentes se le añade un pensamiento lateral que escriben algunos aficionados madridistas en twitter: Mourinho planteó el partido del Bernabéu como una trampa para Guardiola, a fin deconocer sus auténticas cartas y poder asestar un golpe de gracia en abril, en el Camp Nou. Algo así como sacrificar ahora a Özil para que la afición reclame el trivote en el partido de vuelta. Estos son los elementos que configuran una teoría que, personalmente, desconozco si se sostiene más allá de su descripción.
Queda al margen de lo anterior, el nerviosismo que algunos aficionados mostraron en el propio estadio contra Cristiano Ronaldo, así como el expresado por el presidente Florentino Pérez en el antepalco a la conclusión del encuentro y que, por discreción, reservaremos. Más profundo que el foco sobre Özil e incluso la imagen de abatimiento de todo el equipo ante la superioridad barcelonista, hasta el punto de parecerse a una obsesión, más profundo parece ser el desconcierto estratégico del entrenador frente al rival. Si son ciertas sus palabras en el vestuario, cabría preguntarse por qué alinea, en una cita que podía ser decisiva para el campeonato, un equipo en el que no cree. O un sistema (con Özil) en el que no acaba de confiar para los partidos grandes. Al margen de esta cuestión, su capacidad de influencia a lo largo del encuentro no fue percibida en momento alguno, como si no supiese cómo reaccionar ante la metamorfosis permanente que realizaba su oponente. Quizás sí la tuvo, pero no la percibimos.