A la distancia entre dos partidos la denominamos ciclo: si es de tres días
(72 horas) o menos, se trata de un ciclo corto; si es de cuatro días (96 horas)
o más, hablamos de ciclo largo. La importancia de uno u otro es elevada en el fútbol
actual, especialmente por la concatenación de los mismos. Si el fenómeno de
disputar dos partidos semanales sólo se produjese de forma muy esporádica, con
toda probabilidad no tendría la menor importancia. Pero al sucederse de manera
continua, la longitud del
ciclo ha adquirido gran trascendencia para los equipos inmersos en dicho ritmo de dos encuentros por semana.
Aunque la diferencia entre corto y largo pueda parecer insignificante, no es
así. En ocasiones hablamos de una diferencia entre ambos de sólo 24 horas, pero en otras
muchas son más de 36 horas. Tiempo suficiente para que se alteren algunos
factores de relieve: la posibilidad de un viaje más cómodo, una noche más de
sueño y uno o dos entrenamientos más. Todo ello conforma un status de
recuperación mucho más completo. En tres días, el proceso se hace muy difícil
de cubrir, en especial si se le añade un viaje lejano seguido de otro
desplazamiento.
Tres días no permiten completar todas las fases de descompresión física y
emocional, desplazamiento, recuperación de los niveles vitales óptimos,
readaptación a los entornos físicos y geográficos, preparación del nuevo
encuentro y aproximación al mismo. Si los dos partidos que componen el ciclo
corto se disputan en terreno propio, algunos de estos factores se ven
compensados. Por el contrario, si ambos son a domicilio, el proceso se ve aún más
entorpecido, en especial si se trata de viajes largos y a altas horas de la
madrugada.
A partir de las 72 horas, sin embargo, los preparadores de un equipo sí
disponen de la capacidad para recuperar al máximo a sus integrantes, salvo
casos de lesiones importantes. La gestión de los ciclos es, en la actualidad,
casi una ciencia dentro de la preparación de los conjuntos aunque acostumbra a
pasar desapercibida ante la corriente moderna de estar más pendientes de sospechar de
las rotaciones que de entenderlas.
ÁMBITOS MICRO Y MACRO
La gestión comprende dos ámbitos: uno micro, donde los responsables intentan
resolver los problemas concretos que genera el ciclo corto (golpes, fatiga, desánimo,
bajo rendimiento, euforia excesiva, concentración ante el nuevo esfuerzo y
motivación tras gran desgaste); y otro macro, donde deben gestionar los estados
de forma individuales y colectivo. Así, un equipo que no está acostumbrado a
disputar dos partidos semanales, sino uno solo, y por tanto dedica los seis días
intermedios al entrenamiento, sufrirá un shock inevitable cuando el calendario
le obligue a ejecutar varios ciclos cortos continuados. Esto le ocurrió al Real
Madrid de Pellegrini, que a causa de su eliminación en Copa ante el Alcorcón,
estuvo tres meses seguidos disputando un único encuentro semanal. Cuando
llegaron los octavos de final de Champions y se apretaron las fechas, el equipo
bajó su rendimiento por falta de costumbre.
Este defecto fue certeramente mencionado por Mourinho el pasado 1 de
febrero: “Mis jugadores no están acostumbrados a jugar cada tres días. En un
mes hemos jugado nueve partidos. Para jugadores que están habituados a hacerlo
no es un problema, pero estos jugadores no están acostumbrados a hacerlo. Hace
un par de años largos que el Real Madrid es eliminado en Copa a la primera.
Hace seis o siete años que a la primera eliminatoria de Champions están fuera
también. Son jugadores habituados a jugar solo un campeonato”.
La gestión de los ciclos contempla también la opción contraria: equipos tan
acostumbrados a disputar dos partidos semanales que precisan cortar el ritmo de
vez en cuando para evitar que sus jugadores se pongan demasiado pronto en buena
forma. Hay que comprender un hecho: lo que pone en forma a los futbolistas es
jugar partidos. Si disputan dos por semana, por una parte se fatigan, pero por
otra se afinan. Y en el balance global, si son futbolistas acostumbrados al ritmo, se
ponen en forma en pocas semanas. Para evitar que esto ocurra en períodos no
decisivos de la temporada, los preparadores interrumpen voluntariamente esta
dinámica en algunos jugadores para cargar sus piernas y orientarles hacia la
plenitud en los meses trascendentales. En resumen, la gestión de los ciclos es,
hoy en día, una de las herramientas importantes en la vida interior de un
equipo.