viernes, mayo 11, 2007

Extirpen el cáncer


El enfermo no está enfermo desde anoche. El enfermo está enfermo desde hace mucho tiempo, lo que ocurre es que médicos, amigos y familiares se negaron a aceptarlo. Tienen mucha razón todos aquellos que hoy, embargados por la ira de una humillación colosal, rabiosos por la actitud meliflua, perezosa y soberbia del Barça, diagnostican que hay que extirpar el cáncer. Por descontado, hay que extirparlo pues bastante daño ha causado ya desde que se instaló en el vestuario. Pero no nos confundamos de enfermedad: el cáncer del Barça se llama complacencia.

Está ahí, según mis cálculos, desde hace año y medio largo, desde aquellas victorias irrefutables en el Bernabéu y contra el Werder Bremen en noviembre de 2005, cuando el pulso entre la cultura del esfuerzo y la cultura de la molicie se decantó definitivamente a favor de la segunda. Antes de eso, el caldo de cultivo para que creciera el virus ya existía porque así son el ser humano y sus sociedades. Lo ocurrido no es patrimonio del Barça. Antes le sucedió a otros clubes y en el futuro les ocurrirá a otros distintos. Ni es exclusiva del fútbol o del deporte. Ya sabéis que a los generales laureados que entraban en la Roma imperial les acompañaba un plebeyo que no cesaba de repetir: “Eres mortal, eres mortal”, admonición que pretendía rebajarle los humos divinos al augusto prócer.


Pero nadie auténticamente importante le ha recordado al Barça estos meses que era mortal, con lo que en las paredes de ese vestuario se extendió la impresión de inmortalidad que conduce inevitablemente a la colisión. Y quienes lo dijeron apenas son algunos pequeños blogs de escasa repercusión. Lo dijeron, pero sus palabras jamás llegaron a oídos de los laureados y ahora ya se ha hecho de noche. Ya es tarde para parches y remiendos. Nadie quiso decirle al enfermo que estaba enfermo. Que debía tomarse en serio los síntomas que aparecían, los sarpullidos que brotaban. Y ahora hay que extirpar.


Cada cual pondrá nombres y apellidos al cáncer, pero me atrevo a sugerir que no es problema de tal o cual jugador, técnico o directivo. La enfermedad no es un jugador ni un técnico, sino la complacencia, el dormirse en los laureles, creer que desde las nubes se toca el cielo con facilidad, pensar que los héroes son dioses y que los dioses no necesitan sudar. La complacencia ha sido general y colectiva. Del primero al último, con matices pues hay que reconocer que algunos han sido excelentes profesionales, pero del último al primero en ese vestuario. Del que miró hacia otro lado al que no se entrenó, pasando por el que esperó que moviera pieza su compañero, el que aconsejó mal, el que puso su ego por encima de todo o el que todo lo permitió.


¿Tiene solución? Por supuesto. Pero hay que extirpar la complacencia. Y no dentro de cuatro meses, sino hoy mismo. De urgencia. En primer lugar, por la Liga, donde ha sido líder 25 jornadas y en la que está en juego su capacidad competitiva, pues continúa teniendo todo a su favor. En segundo, porque la próxima temporada ya debería estar planificada y casi cerrada. Y en tercero, por simple vergüenza profesional: en este Barça prácticamente nadie ha estado en su sitio desde hace año y medio. Llegaron grandes éxitos y la desubicación general y la falta de profesionalidad se agravaron. Por mi parte, bloguero amateur que se lo mira desde 600 kilómetros de distancia, después de muchos avisos y admoniciones, alarmas y hasta radiografías, humildemente no les concedo (desde el presidente al último jugador) más de diez minutos de este sábado para extirpar el cáncer de la pereza infinita.

Foto: EFE.