Barça y Madrid no necesitan que gente ajena a ellos les defienda en su propuesta del reparto del dinero televisivo. Se defienden solos con un argumento irrefutable: las audiencias les avalan como grandes motores del negocio. Sin embargo, proliferan argumentos por doquier contra ese duopolio ante el temor, razonable, de que nuestra Liga acabe convertida en un mano a mano perpetuo. La amenaza es cierta, pero los argumentos empleados son erróneos. Los restantes clubs merecen percibir un porcentaje justo y razonable de los derechos de TV; un porcentaje acorde con su rendimiento deportivo plurianual y con el propio derecho por ser partícipe de un gran campeonato. Pero es falso que el dinero vaya a sentenciar las ligas: es falaz y abundan los ejemplos.
Nunca ningún club invirtió más dinero que el Real Madrid de Florentino Pérez, en su primera etapa o en la segunda, para obtener menos rendimiento en forma de títulos (hasta la fecha). En esta década, el Madrid ha ingresado cientos de millones de euros por diversas vías (márketing, entradas, derechos televisivos y hasta un pelotazo urbanístico) e invertido algunos centenares más en comprar jugadores. Nada de ello le ha garantizado títulos. Nunca el Barça tuvo tanto dinero disponible como con Joan Gaspart, ni fichó tanto y a tan enorme precio, y ahí está el balance amargo y gris. Es cierto que la indescriptible inversión a fondo perdido de Abramovich en el Chelsea le ha dado gran primacía en Inglaterra, pero no le ha permitido todavía saborear las mieles de la Champions siete años más tarde. Y qué decir del Manchester City y su jeque ultramillonario, al que ni todo el petrodinero aleja de palizas estrepitosas como la que le endosó anteayer el modesto Lech Poznan de José Mari Bakero.
Quiero decir con todo ello que el dinero, ni siquiera el dinero en cantidades obscenas, garantiza el triunfo. Los éxitos del gran Sevilla, y fueron éxitos aplastantes y memorables, se consiguieron con fichajes inferiores al millón de euros (Alves, sin ir más lejos). Tampoco hay ninguna gran inversión, antes al contrario, en el Mainz o el Borussia Dortmund, líderes indiscutidos de la Bundesliga en puntos y buen juego, con una ventaja sideral sobre el equipo que más dinero ha recibido (de su sponsor ruso) e invertido: el Schalke de Magath, auténtica piltrafilla del campeonato alemán. Mucho dinero no equivale a buena gestión. Ahí está el Mallorca, año tras año, sin un euro y peleando como un señor.
Insisto: lejos de mi intención avalar con estos datos que Barça y Madrid deban percibir mucho más dinero televisivo que el resto. Ya lo negociarán ellos. Pero el argumento de la bipolaridad a la escocesa es falso de toda falsedad. No es el dinero, es la gestión del dinero.