Mourinho es un entrenador inteligente. No sólo un entrenador excelente o un tipo inteligente, sino también y sobre todo un entrenador inteligente. Luego están las formas, los aspavientos, el teatro y las zarandajas. Pero como táctico futbolístico es excepcional. Así que nadie espere inocencia, sorpresa o despiste en su planteamiento del lunes. Creo que tiene dos factores tácticos con los que maniobrar: de un lado, la banda izquierda donde pueden coincidir algunos de sus hombres más relevantes frente a algunos de los barcelonistas más decisivos. Estoy pensando en Marcelo, que pese a cierta endeblez defensiva es quien inicia el juego en corto del Madrid, y en la variante que ya ha experimentado en algún encuentro de reforzar esa banda izquierda aún a costa de montar un equipo extremadamente asimétrico. Con ello busca crear superioridad sobre el lateral derecho del rival y abrir un boquete que le resquebraje. Me extrañaría mucho que Mourinho no hubiese analizado esta posibilidad, pues las espaldas de Alves son las más etéreas del Barça como pudimos comprobar con sus alegrías ofensivas ante el Panathianikos, una frivolidad temeraria si enfrente está el Madrid más poderoso de la década. Un error en esa zona no perdona.
El segundo factor que maneja el técnico portugués es su excelente defensa posicional. Ya la demostró con el Inter. En puridad, Mourinho no es un entrenador defensivo, pero sí tremendamente organizado y ordenado. Sabe que contra un movimiento perpetuo (el “Perpetuum mobile”) del Barça en línea de tres cuartos, donde todos combinan con todos en un ballet interminable y la Teoría del Caos se hace jugador de fútbol, donde los colores blaugrana se entremezclan sin cesar buscando mover el balón a la velocidad de la luz, el único remedio fiable es mantener las posiciones sin desordenarse. ¿Lo conseguirá? Creo que ahí puede estar uno de los meollos del partido. Escuchamos sin cesar que la clave será el número de balones que el Barça pierda en esa zona de creación, sobre todo algún pase horizontal, y los contragolpes que a partir de ellos pueda generar el Madrid. Es cierto, pero para que se produzca esa pérdida de balón de los barcelonistas tiene que ocurrir algo importante: que los seis madridistas encargados de la organización defensiva mantengan su posición en el campo. Si la pierden aunque sólo sea medio metro o llegan media décima de segundo tarde, no sólo no podrán robar esos balones sino que se arriesgan a ser superados sin remisión.
Al Madrid le interesa un partido frenético, efervescente, eléctrico y febril. El Barça precisa controlar sus emociones, no dejarse llevar por la adrenalina y jugar con la cabeza fría. Vencerá quien imponga su mayor inteligencia emocional.
- Publicado en Sport (27-XI-2010)