Cierto: miras un río y jamás ves pasar dos veces el mismo río. Te miras en el espejo y nunca eres la misma persona. Algo similar ocurre en el fútbol, donde todo evoluciona, aunque con tanto ruido ambiental a veces nos quedemos mirando los fuegos artificiales sin percatarnos de ese cambio veloz. Vivimos tiempos líquidos, como acuñara Zygmunt Bauman, en los que nada es lo que parece, y se han derrumbado no solo los principios más sólidos, sino incluso los tópicos más arraigados. Aún hay quien se agarra a esos tópicos, probablemente por pereza intelectual y rechazo al cambio, sin percatarse de que pertenecen a un pasado caducado. Tiempos líquidos donde los valores ya no son sólidos, sino volubles, y en los que para tener éxito hay que desaprender lo aprendido. como diría Punset. Partir de cero a diario, reinventarse sin cesar, olvidarse de lo sabido, construir nuevas realidades sin detenerse a saborear el éxito.
En este contexto, ¿cabe seguir aplicando viejas recetas futbolísticas? Pienso que no, que los tiempos han evolucionado demasiado como para continuar tirando del recetario de la abuela. Casi todos los entrenadores hacen evolucionar sus ideas y movimientos tácticos y lo que ayer fue novedad hoy ya es rancio. En esta materia, Guardiola aparenta ser un científico avanzado, un entusiasta de la I+D+i que experimenta a diario, con su magnífico material humano, recetas novedosas y cambios posicionales insospechados: un mediocentro incrustado entre los centrales; un volante zurdo ubicado en la derecha a pierna cambiada; delanteros que no están, sino que aparecen; laterales que semejan extremos; un portero que juega casi siempre con el pie... El fútbol es el deporte de toda la vida, pero se juega de un modo que nunca antes conocimos.
Quienes lo vivimos desde fuera del césped pecamos de analizarlo con los mismos ojos tradicionales, cuando deberíamos renovar nuestra visión y compartir esa realidad líquida. Ya no sirve el tópico de empezar a construir un equipo por la defensa y necesitar meses para levantar el edificio; tampoco esa historia de que los partidos se juegan también en las ruedas de prensa: el fútbol actual es instantáneo, voluble, fútil y está compuesto por pompas de jabón que nacen y mueren en 90 minutos, tras los cuales hay que inventarse de nuevo. Para ello se necesita comprender tal fenómeno y, después, que haya entrenadores rápidos e innovadores; futbolistas inteligentes y moldeables a las nuevas situaciones; aficionados flexibles, capaces de comprender en qué mundo vivimos, y periodistas interesados en adaptarse a la nueva realidad.
En este sentido, veo al Barça y al Madrid transitando por dos mundos diferentes. Les separa un solo punto, pero un abismo conceptual: uno convive con la flexibilidad de la era digital; el otro parece querer construirse con ladrillos antiguos.