Por fin, Batista abandonó la quimera y decidió jugar a lo que puede. Al menos, esta es la noticia a día de hoy: Argentina ya no intentará seguir jugando como el Barça. Un soplo de sentido común. No se puede jugar a lo que no se puede jugar y, además, es imposible. No puedes aprender un idioma en dos semanas, ni siquiera con inventos milagrosos o inmersiones intensivas. Y la selección argentina no posee las condiciones necesarias para practicar el idioma que juega el Barça. Posee otras grandes virtudes y tiene unos mimbres excelentes, pero carece de los fundamentos que construyen el edificio sobre el que se asienta el equipo blaugrana.
Se dice, con mucha rapidez, que a Messi le faltan Xavi e Iniesta. Sin duda. Pero sobre todo lo que echa en falta son las dos décadas que Xavi lleva mamando este estilo o los 15 años que Iniesta acumula ya en La Masia. Maestros sabios les inculcaron lo que es el juego de posición, cómo generar superioridades, de qué manera alcanzar el ‘hombre libre’ sobre el campo y cuándo conviene manejar el “toco y me voy” y cuándo conviene el “toco y me quedo”. Ahora, ha llegado el Checho Batista y ha pretendido que, en dos semanas, su muchachada se saltase décadas enteras de aprendizaje. Que Cambiasso, Lavezzi, Banega y demás entrasen por una puerta del vestuario hablando una lengua y saliesen por la otra siendo ‘Barçablantes’. Perdone, pero no, eso no es así. No se puede aprender en quince días lo que algunos tardaron quince años.
Después, la culpa fue de los huevos. Otro infantilismo: el eterno recurso de la testosterona. Cuando no se comprende un fenómeno, el aficionado al fútbol (y el periodismo) recurre a los huevos. Pero no es la testosterona, sino la estupidez o la inconsciencia. No puedes imitar lo inimitable, a menos que poseas y pongas los medios para hacerlo. Y el tiempo. Pero Batista ni tiene los medios ni el tiempo para vestirse de Barça. Bienvenida sea su rectificación, si es que finalmente se cumple. Argentina debe jugar a lo que puede jugar: probablemente, con un estilo directo y de menor elaboración, más parecido al que Mourinho implantó con éxito en el Chelsea, el Inter o el Madrid. Que jueguen a lo que saben y pueden y que Messi, el Kun más Di María o Higuaín culminen cerca del área. Si no puedes hablar el idioma que te gusta, por lo menos habla el que mamaste en la cuna.
Queda un asunto pendiente: Messi no es inocente del todo. Si a uno le gusta mucho que le organicen todo un equipo a su alrededor para poder lucirse y rendir al máximo, a cambio debe aceptar y asumir que esa dependencia tiene su contraparte y sus responsabilidades: entre ellas, la de encajar y aceptar la parte mayor de la crítica, del mismo modo que se acaparan los máximos elogios durante el éxito.